Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

Foto: papelrevolucion.com

¿Qué pasa en Chiapas?

Los chiapanecos están intranquilos, están molestos, se sienten poco seguros de salir a la calle sin saber si ese día habrá un bloqueo, una manifestación; sin saber si podrán ejercer un derecho fundamental: el del libre tránsito.
En Chiapas protestan los ciudadanos de Tuxtla por el desaseo electoral, por la privatización del agua potable y hasta por la instalación de topes en vías rápidas.
En Chiapas protestan los policías pidiendo mejores salarios y condiciones mínimas para realizar su trabajo.
En Chiapas protestan mujeres y niñas preocupadas por una ola de feminicidios que tienen a Chiapas en el segundo lugar nacional.
En Chiapas protestan los médicos y las enfermeras por falta de insumos básicos para hacer su trabajo con dignidad.
En Chiapas protestan los bomberos ante la carencia de condiciones de seguridad.
En Chiapas protestan habitantes de Chenalhó, Oxchúc, Chanal, Ixtapa, San Cristóbal y Tila, por un proceso electoral irregular.
En Chiapas protestan los cafeticultores por la falta de acción ante la plaga de la Roya.
En Chiapa protestan los transportistas de Comitán por la ampliación indiscriminada en el número de concesiones y la corrupción con que se otorgan.
Y en Chiapas, por supuesto, protestan los profesores ante la implementación de la Reforma Educativa.
Yo siempre he creído que para poder solucionar una situación se necesita primero diagnosticar bien el problema. Para saber cómo sí primero hay que saber cómo no. Y no, no es así como se está haciendo.
Por eso hace unos días plantee, desde la máxima tribuna del Senado de la República, y en este contexto de intolerancia y políticas maniqueas, llamar a un diálogo amplio y transparente entre chiapanecos para resolver los problemas de Chiapas.
Un diálogo ordenado e incluyente en el que participen los maestros, los senadores, los diputados, el gobierno del estado, académicos, activistas y artistas chiapanecos para llegar a un acuerdo transversal, convergente y vinculante.
Es hora de dejar de acusarnos, de llevar agua a nuestro molino. Chiapas no puede funcionar sin un piso común; una sociedad más armoniosa, igualitaria y justa. Para ello tenemos que dejar atrás el miedo al debate de ideas.
Convocar a ese gran diálogo abierto en el que participen todos los chiapanecos. No en el clásico esquema de diálogo cerrado y tras bambalinas sino un ejercicio abierto de democracia, televisado, con reglas y respeto: Empecemos ya. Pongámonos de acuerdo. Hagámoslo.
Sin ello no se puede pensar en una solución a la situación que restablezca la fractura del tejido social y que recupere la confianza ciudadana hacia la clase política; es tiempo de alejarnos de agendas electorales anticipadas que están dañando la utilidad de la política, es tiempo de hacer buena política en el estado en el que más hace falta.
Es la hora de demostrar que la lealtad de los políticos es al estado, no a un partido, no a un gobierno.
Ahí mi propuesta. Gran diálogo entre chiapanecos para encontrar soluciones a los problemas de Chiapas. Es eso, o pensar que la solución está en conservar las cosas como están. Actuemos ahora que podemos, porque la historia en Chiapas nos ha enseñado dolorosas lecciones.
Concluyo con un dato para fortalecer esta propuesta y esta invitación.
El investigador Jorge López Arévalo, de la Unach, señaló que de 1994 a la fecha se han invertido en Chiapas más de 13 mil millones de dólares.
¿Cuánto es esto? Es lo mismo que los Aliados destinaron para la reconstrucción de Europa al término de la Segunda Guerra Mundial.
Esto ilustra lo que pasa en Chiapas. Ha habido dinero, lo que no ha habido es política, política abierta, ciudadana, democrática.
Caímos desde hace ya varios años es un modelo de autoridad que concentra el poder, que lo ejerce como protagonista único, de manera vertical, que sólo busca la rentabilidad político-electoral y uniforma todo del mismo color.
Hoy, lo que Chiapas necesita con urgencia es un ejercicio del poder horizontal, deliberativo, regulador y no concentrador; que sea árbitro, que escuche y sepa establecer puentes de confianza con la ciudadanía y con la pluralidad política, que entienda la diversidad y la multiculturalidad como plataformas de desarrollo y no como obstáculos que lo impiden y que sea capaz de tejer una auténtica reconciliación a través del diálogo ordenado, abierto, serio, incluyente, plural y transparente.
Un ejercicio del poder que invite e inspire a los ciudadanos a hacerlo suyo y a la vez a hacer lo suyo.

El autor es Senador de la República por Chiapas.

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