Chiapas: Una Constitucin del Futuro / Miguel Ángel Reyes Ballinas

Propuestas para construir políticas públicas a partir de la reforma profunda a la Carta Magna

Intro

Imaginémonos una idealidad manifiesta en nuestra Constitución Política, a partir de esta oportunidad histórica -y generacional- de tener un marco legal adecuado, ajustado y diseñado a los tiempos del Chiapas de la segunda década del Siglo XXI. Imaginémonos no sólo leyes de avanzada, sino reglamentos apropiados, políticas públicas acordes, que nos permitan una vida en sociedad democrática, inacabable, aspiracional, perfectible, posible y real.
Ese es el ideal, el trabajo al que nos llevará -o nos debe llevar- la consulta a los sectores y a las regiones de Chiapas: a una interpretación profunda de lo que quieren, reclaman y necesitan los chiapanecos, no a una simulación, a un «foreo», inútil e inservible, que se traduzca en nuevas leyes, acordes, cercanas, necesarias, utilizables y completas.

Primero: Transparencia, la verdad en la vida pública como obligación ética, política y profesional

Algo que ha reducido a nada la credibilidad de la política no solamente en Chiapas sino en México y el mundo es, precisamente, la falsedad del político de transparentar su acción pública, de decirnos la verdad (a los ciudadanos de pie, a los interesados en la cosa pública), desde el cómo toman la decisión, el proceso mismo y los resultados. La verdad como imperativo político, ético y profesional no debe estar en un sólo proceso -de formación universitaria- sino en el ejercicio de la Administración Pública.
Por eso debemos construir una Ley de Acceso a la Información Pública que vaya incluso más allá de la propia Ley General, ampliando un catálogo de sujetos obligados que integre -por ejemplo- a las fuerzas policiales estatales, patronatos, padrones y conjuntos de beneficiarios hoy, bajo sospecha de manipulación electoral: la transparencia debe ser también una obligación conferida al ciudadano, como la Protección Civil, que le entrega la consecuencia de su propio riesgo, al propio ciudadano.
Junto a ello (y aplica para todas las propuestas venideras) debe existir un real, medible y posible proceso de capacitación, socialización, adaptación y conocimiento de alcances, responsabilidades y comprensión de cada una de las nuevas leyes que integrarán nuestra Constitución -ahora sí, del Siglo 21- para que la omisión jamás vuelva a condenarnos a la culpa.

Educación sin política

El marco de la Reforma Educativa en México abre para Chiapas, un abanico de posibilidades incluso en conceptos de avanzada (hemos dicho que ERA será la columna vertebral de La Escuela al Centro y lo sostenemos) que bien pueden tocar la relación con pueblos indígenas, plataformas de paridad y género, ciencias, tecnologías y otros.
Todo es posible en el contexto de una nueva Ley Estatal de Educación que detalle un asunto que todos hablamos, pero poco conocemos en sus entrañas: que la educación no esté supeditada, sometida y obligada a la política, electoral y partidista, esa de cada tres o seis años. Que la educación en Chiapas, a partir de una Reforma propia (profunda y rompedora de paradigmas, estigmas y etiquetas) que se deshaga de las ataduras que el propio sistema le ha impuesto y los Sindicatos han aprovechado.
Educación con un sistema medible, transparente, nuevo, como carrera y servicio profesional que impida la llegada de nuevos parásitos (aviadores, vulgo: comisionados) y sólo permita profesionales, en formación y concepto de vida, que quieren trabajar educando el futuro de las generaciones que nos dirán si lo hicimos bien o mal en este preciso momento.
La propuesta en materia de Educación es simple y clara: no puede haber política en un tema central que afecta el futuro, como estado y como nación; para evitar eso, debemos construir un servicio profesional de carrera, formación y vocación que establezca estándares de calidad de primer nivel, elevados, exigentes, de carácter académico profundo que desalienten, eliminen y marginen a quienes sólo quieren una chamba y, con ello, nos autocondenan al atraso, por generaciones.

Terminar la pobreza de una buena vez…y para siempre.

Esta oportunidad que nos propicia el líder del Congreso del Estado, Óscar Eduardo Ramírez Aguilar (Comitán, 1977), de aportar ideas para esa Reforma de «gran calado» de la Constitución Política de Chiapas es imperdible y aprovechable de extremo a extremo, porque deberá configurarnos como el pueblo al Sur-Sureste de México, que podría dar el ejemplo -junto a Ciudad de México- de cómo convertir un marco legal ad-hoc en políticas públicas efectivas, dirigidas a temas que han sido lastres históricos, que requieren soluciones inteligentes, integrales y definitivas.
Y una de esas políticas que debemos crear tiene que ver -indudablemente- con la pobreza extrema, que nos ha mantenido esclavizados al fondo de la tabla nacional. Debemos crear la Ley Chiapaneca para Erradicar los Factores Persistentes de la Pobreza Extrema, proyectarlos en un escenario de tres años inmediatos, medir todos sus objetivos al detalle bimestral y dirigir, todo el esfuerzo institucional, no sólo a alcanzarlo como meta de gobierno, sino como primer paso de una gran estrategia de poner «piso parejo» a todos los chiapanecos.
Hoy, ya tenemos «santo y seña» de cada pobre en Chiapas (unos 3.9 millones, de los casi seis que somos en este pedazo de territorio nacional) y a partir de este diagnóstico de medio sexenio, podemos abatir ese flagelo, combatir su origen, documentar la superación del rezago, sentar nuevas bases (no todo lo puede hacer el gobierno, por siempre) y «levantar una bandera blanca» como primer objetivo.
Se trata, claro está, de qué estás propuesta no generen más burocracia, más sistematización del sistema, más expertos lanzando (o escribiendo) propuestas, sino de una reorientación precisa de cada factor que lo genera y hace permanecer este problema, que en pleno 2016, es más una vergüenza patria, que un asunto de descubrir la solución.
La dinámica poblacional -tan lo sabemos qué lo reconocemos- es un factor a considerar en principio de cuentas, porque construye la siguiente generación de pobres y convierte el tema en una espiral interminable que pareciera imposible -pero no lo es- si alineamos diagnóstico con políticas públicas efectivas, medibles, posibles, reales, transparentes.

Agua, el derecho humano vertebral

Junto a muchos de los derechos humanos que tenemos en vigencia a estas alturas de nuestra vida como republicana y democrática, quise tomar el derecho al agua como el principal, nada más por sentirme más familiarizado con el tema, sin dejar de exigir y destacar la importancia de los otros: educación, salud, alimentación, justicia y otros más de vital importancia.
Y me refiero al más básico: origen mismo de la vida, que nos retrata como un Chiapas hundido con las anclas de la pobreza por no tener -por no disponer- de los servicios básicos que el acceso al agua nos permite. Tener agua, pura, limpia, de calidad y apta para consumo humano, parece hoy más bien un elemento del estado de bienestar del sistema de clases: «si tienes agua, sos clasemediero».
Y ahí el contraste: un Chiapas con riqueza natural básicamente en recursos hídricos (que alcanza para generar energía hidroeléctrica y mantener alumbrado al país) no puede andar en esos ínfimos niveles (de vergüenza pues) de acceso a servicios básicos de agua potable, drenaje y saneamiento y condenar a generaciones del futuro a enfermedades (de vergüenza también) como el tracoma de los Altos.
Urge, una nueva Ley Estatal de Agua que lleve a generar políticas públicas verdaderas (no las simulaciones de hoy en día, tan olvidadas y tan sin rumbos), para que, como parte de ese diagnóstico, podamos acceder, llegar, establecernos, donde el derecho humano fundamental al agua, vaya aparejado, sincronizado, perfectamente alienado a políticas de conservación, manejo integrado de cuencas, cultura y fomento de valores positivos del agua, nuestra riqueza desperdiciada y dilapidada hoy en día, no sólo por ignorancia, sino por desprecio al tema.
Y cuando hablamos de agua, en Chiapas, no podemos dejar de hablar de Cambio Climático y todos sus efectos negativos sobre esta región del mundo donde vivimos, más crueles para los más pobres.
Ahí, es donde hay que decirle basta a la mediocridad del sector, a la improvisación, al pago político partidista que condenó un sector en el que Chiapas venía firme, constante y trabajando, alcanzando metas y superando rezagos, pero que hace tres años se estancó en la vil mediocridad e ignorancia.

Pensar globalmente

Ahora que «estuvimos» en la COP 21 de París, Francia, en diciembre pasado, existió un reconocimiento a la labor institucional y de organizaciones de la sociedad en materia de cambio climático de la cual hemos sido, punta de lanza, por decir, lo menos.
Ahí, debemos insistir, por ajustar nuestra marco legal con las nuevas disposiciones mundiales para hacer frente a esta amenaza planetaria de la cual tenemos tanta culpa como responsabilidad.
Es, el Cambio Climático un tema que puede darle a Chiapas proyección y vanguardia y, convertirnos, en laboratorio «viviente» de cómo cada política pública en materia medioambiental es posible de replicarse no sólo en el continente sino en otras partes del mundo.
Un marco local, legal, que piense en el impacto internacional de cada acción de mitigación y adaptación del Cambio Climático -hay qué decirlo- es también un mundo oportunidades de gestión de recursos internacionales sobre el tema que pueden poner a Chiapas en la escena mundial y, ello, traducirse en beneficio directo para comunidades que necesitan las fuentes básicas, económicas, de la conservación.
Este tema -tan de moda y tan de urgente y obvia resolución- está intrínsecamente ligado a Chiapas que nuestra nueva Constitución debe llevarlo al centro, como vertebralidad del futuro andamiaje que construiremos entre todos en este 2016.

Despegue económico

Acorde con la idea Presidencial de crear en Chiapas una Zona Económica Especial (en Abril tendremos en firme una primera ley del asunto) para permitir el despegue productivo del estado y la región, nuestra nueva Constitución debe traer -de una buena vez- integrado todo un apartado de leyes en materia económica, competitiva, mejora regulatoria y facilidades empresariales que incentiven la inversión de fuera y, cuiden la inversión local, para construir todo un entorno favorable alrededor de la producción local, la generación de empleos formales bien pagados y la generación de cadenas productivas que deriven -todas- en un escenario de productividad y crecimiento, tanto de lo que ya existe como de lo que podría llegar a Chiapas.
Nosotros, como estado, debemos prepararnos, tomando ejemplos nacionales a internacionales, de todo lo que significa adecuarnos a los tiempos de globalización y mercado que, por un lado, traen consigo crecimiento económico, pero por otro, deprecian el valor social y cultural de una región.
Y Chiapas debe privilegiar su potencial productivo interno (tierra fértil para todo), sin perder de vista que en será en un muy corto periodo de tiempo, una referencia internacional del mercado global vía sus exportaciones, su agroproducción y la fuerza de su mano de obra calificada, junto a infraestructura de primer nivel que cerrará el círculo pensado.

La prospectiva para la siguiente mitad del siglo 21

Chiapas tiene un atraso de por lo menos 50 años respecto del ritmo nacional de crecimiento, vamos atrás en muchos aspectos donde el norte del país ya ni siquiera tiene recuerdo o registros históricos. Ello no debe ser motivo de vergüenza, sino punto de referencia para adoptar leyes (por tanto, políticas públicas) que estén probadas, documentadas, verificadas, que hayan servido en otro contexto, pero que nos permitan saber si, adecuándolas a la realidad Chiapaneca, pueden funcionar aquí.
Por eso creo, además, que esta oportunidad histórica no debe traer proyecto político oculto, ni meta electoral inmediata (2018), en tanto cuanto no esté culminada totalmente.
Sí creo -lo aseguro- que debemos acelerar nuestra velocidad estatal y tomar casos probados y exitosos, sin dejar de hacer esta gran consulta en marcha, pero incluyente, de todos, no de lejitos, no de apariencias, con expertos en cada tema (aunque no nos gusten sus visiones pesimistas la mayor de las veces), pero convocando al gran proyecto chiapaneco del futuro.
Y por qué no, convocar a un nuevo Congreso Constituyente que conduzca este proceso histórico, para dejar claramente establecido, un antes y un después, de nuestra Constitución del futuro.

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