¿Citadinos, Chilangos, que? / Francisco Gmez Maza

El estado 33 de la Federación

Buena pregunta. Cuál va a ser el gentilicio de los nativos de la ciudad de México ahora que, por obra y gracia de las divinidades atlacomulquenses, esta urbe se convierte en el estado 32 de la federación mexicana con el nombre de Ciudad de México Autónoma. Buena pregunta. Habrá que planteársela a los sabios nahuatlatos del sacrosanto Valle de Anáhuac. Hasta ahora somos chilangos, defeños, capitalinos.
Además qué pasará con las extensas zonas conurbadas, que fueron levantadas en territorio mexiquense, pero que forman parte de la interminable mancha urbana de la ciudad de México. Buena pregunta. Los senadores aparentemente no repararon en ello y sólo hablan de que las 16 delegaciones se convertirán en presidencias municipales. Buena pregunta, aunque imagino que el gobierno de Toluca no querrá desprenderse del municipio de Naucalpan, que en realidad forma parte de la mancha urbana de la ciudad de México, porque tal municipio le deja pingües utilidades por la recaudación de impuestos locales.
Por lo pronto, la reforma política aprobada este martes por los senadores, y que pasó ya para su aprobación a la Cámara de Diputados, nos otorga la calidad de ciudadanos de nuestro estado. A ver qué gentilicio nos endilgan.
Pero bueno. Ya era tiempo. La ciudad de México era una de esas regiones consideradas como tierra de nadie. Inclusive no tenía nombre oficial. Era un distrito federal pero ese no es nombre propio, sino una calidad como antes lo eran Quintana Roo o Baja California. Y ciudad de México se escribía con minúscula porque no era, no es aún, nombre propio.
Ahora ya podemos presumir de que tendremos gobernador, congreso local o estatal y poder judicial.. Y una asamblea constituyente elaborará la constitución política del estado libre y soberano de la Ciudad de México.
Bueno. Pues eso es lo que quería la mayoría. Que la ciudad de México dejara de depender, de hecho y de derecho, de la voluntad del Ejecutivo Federal y del Congreso de la Unión, aunque ya muchas de sus facultades estaban en manos de la Asamblea Legislativa y del jefe de gobierno.
Ahora a los ciudadanos citadinos toca cuidar que esta reforma política, histórica, no se convierta en una simulación y que nos pase lo que a los estados, que son libres y soberanos sólo de palabra, sólo porque lo dice la ley fundamental, pues es evidente que el que hace y deshace en su vida interna es el ejecutivo federal.
Es el gobierno federal el dueño de vidas y haciendas en todo el territorio nacional. Michoacán es una muestra palpable. Ahí, so pretexto de la violencia, de la delincuencia organizada y del comercio ilícito de drogas ilícitas, olímpicamente intervino el presidente Peña para gobernar la entidad a través de un comisionado que, en realidad, devino en encomendero o en virrey, y el cual hizo y deshizo con la vida de los michoacanos.
Y ya sabemos que en todos los estados, incluidos los que gobiernan miembros de partidos ahora opositores, como el PAN y los de izquierda, no se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad del presidente de la república. Eso pasaría en la Ciudad de México si los ciudadanos nos dejásemos.
Pero no adelantemos. Por lo pronto, con la reforma política del Distrito Federal, éste formará parte de la Federación bajo el nombre de Ciudad de México, aunque no queda claro qué va a pasar con las zonas urbanas conurbadas que actualmente son territorio del estado de México. Deberían, imagino, pasar a formar parte de la Ciudad de México.
En fin. Congratulémonos de que la ciudad de México pasará a ser Ciudad de México. Y que los ciudadanos tendrán personalidad jurídica como los chiapanecos, los oaxaqueños, los yucatecos etc. Vamos a simular…

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