Comentando la noticia / Alfonso Carbonell Chavez

¡Día de la raza!

Comentaba ayer en el programa de radio que el grupo Rocaf de mi amigo el Dr. Rodolfo Calvo Fonseca me hace el favor de confiar (Me queda claro), que me recordaba cuando niño y de eso hace ya un buen de tiempo, salíamos con nuestras banderitas al Patio escolar a festejar el evento: El descubrimiento de América. Así se llamaba. Pero no es de mi infancia ni mis recuerdos (de lo que me acuerdo je) de lo que quiero comentarles. Para nada. Es sí que en la memoria histórica de los nuevos mexicanos y me sitúo hoy en mi amado Chiapas, ni idea tienen de que ese hecho histórico cambió para la civilización precolombina acá y para el mundo entero el sino de la historia. Un derrotero que hasta hoy seguimos padeciendo. Leía sobre de una nota subida a Facebook (Entiemporeal) el que simplemente consignaba el hecho del descubriendo aportando destellos históricos del evento y ¡carajo!, ya algunos «camisas rojas» (luego se los explico) se desgarraban las vestiduras señalando que los que habían venido de ultramar eran unos rateros e jijos de lo que ustedes imaginarán. Y pue qué no les falta razón y con ese entusiasmo patriótico mostrado en la red me preguntaba; ¡uta!, así los quisiera ver tan indignados ante lo que hoy nos pasa a los chiapanecos. Y mexicanos por extensión.
No doy clases de historia lo he advertido en ocasiones varias, pero quedarse a escupir pa´arriba sobre de este hecho histórico de que ¡mueran los gachupines!, grito externado como parte de su arenga por el Padre de la Patria Miguel Hidalgo, es no entender que desde 1810 con la pólvora incendiando el país –inexistente aún- la conciencia colectiva de libertad igual prendía y hasta hoy ¿o no?, seguimos sumergidos en esta gran depresión política, económica y social que nos ahoga el grito, una y otra de vez, de ¡ya basta!. Muchos pero muchos años han pasado en los que miles de mexicanos en aras de ese afán libertario han ofrendado su sangro para que otras y otros les rindamos justo honor ¿y? Se volverían a morir. Me queda claro.
Pero en lugar de ser protagónicos y me refiero al presente claro, como viles cobardes aceptamos, a pie juntillas, los designios que nos han marcado y ahora sí lo expongo en sentido adverso de la historia a que hago referencia con nuestro país. Y Chiapas claro está. Traición a la patria lo resumiría bien. Nos quedamos en el espasmo de la corrupción, la falta de transparencia. La inexistente rendición de cuentas y la galopante impunidad ejercida desde las instancias que deberían procurarnos justicia.
Llámenle como le llamen al 12 de octubre de 1492, la verdad histórica nos vuelve a la realidad de nuestras podredumbres. De nuestras muestras de faltos de identidad. Así pues, qué importa que se festeje o lo que ello pueda significar a un pueblo que, pese a su hartazgo, baña de guirnaldas los cuellos de sus verdugos. Ni de la raza, ni de la independencia. Ni la reforma o revolución nos conmueven y por ello nos va… como nos ha ido. Quien crea que no hay nada que festejar, lo dije ya, es posible estén en lo cierto. Lo que sí no es aceptable ni digno, es tan siquiera reflexionar ante el embate cotidiano de saqueos, embustes y falta de principios por parte de nuestros gobernantes en sus distintos ámbitos de poder. Eso es no tener… ¡diez de mayo! (Ya me aconsejaron que no diga por ejemplo ¡tener madre! Porque resta méritos a la alocución. Acepto)
A qué voy con el entuerto; advertir que ya nada nos conmueve; si están en la jugada gubernamental lo mejor es callar sonriendo. Aunque esas mismas voces en una de 80 x 80 digan hasta de qué se van a morir los políticos. De menos ¡farsantes! No digo que no haya «honestones» (dice mi amigo Ruperto Portela) en el periodismo y por supuesto en la política. ¡Y claro está en lo cierto! se lo compro. Pero moriré buscando más referentes; en uno y otro caso.

Ya de salida

No les quiero amargar su día a nadie y mucho menos hacer sentir que son protagonistas de esta instantánea histórica en Chiapas. Solo diría para que los más jóvenes me entiendan; que en esta «selfie» de la vida de hoy del estado que nos estamos tomando juntos, quedará impresa en la memoria de los que nos siguen (sí alguien nos siguiera); de los que hoy jóvenes están obviando dejar de considerar que sus hijos y después sus nietos y los que vengan, aunque ellos ya no estén, que se seguirán preguntando si la jornada histórica de cada quien y su vida misma sirvieron de algo para construir una realidad distinta a las que nos ha tocado vivir. Las grandes mujeres y hombres de la historia, al menos parto de 1492, no se plantearon si descubrían un nuevo mundo y sin embargo lo encontraron. Ahora a nosotros mexicanos y chiapanecos nos toca saber, entender, escribir y cambiar, el sino de nosotros mismos. Nuestro común destino. Si no, diría Tío Gervasio Grajales ¡Pa» qué pictes!…// Me queda claro». Salu2.

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