Cotidianidades… / Luis Antonio Rincn Garcia

Hace unos días estuve revisando la página del Consejo de la Judicatura Federal, pues ya que tenemos una oficina de este organismo en Tuxtla Gutiérrez, quise averiguar cuál era su función, más allá de que tiene un nombre que puede impresionar.
Resulta que ellos, entre otras actividades, deben vigilar la disciplina y el funcionamiento de los Juzgados de Distrito y Tribunales de Circuito, así como estar atentos a la «objetividad, honestidad, profesionalismo e independencia de sus integrantes, a fin de coadyuvar a que la sociedad reciba justicia pronta, completa, gratuita e imparcial». Como quien dice, son bien picudos los que ahí trabajan para eso de impartir justicia y, al mismo tiempo, tienen una alta responsabilidad social.
Mis dudas nacieron porque hace algunos días estuve en una de las calles que llevan a dicha institución acá en Chiapas. Es una cerrada de no más de cien metros, cuyo último destino posible es, precisamente, la Judicatura Federal (o al menos así lo anuncia un letrero verde), y quise saber «qué»s que hacía» esa gente que ahí labora —incluso sábados y domingos—, porque por esta calle pasan como si se tratara de una pequeña pista de carrera, sin importarles que los vecinos o los hijos de los vecinos puedan estar caminando o peor aún, jugando en ella (Ya saben que hay padres irresponsables que sacan a sus hijos a hacer ejercicio, en lugar de tenerlos encerrados con las tabletas o los videojuegos).
En un mundo ideal, uno esperaría que quienes trabajan en el ámbito de la justicia, y mejor aún, aquellos que se dedican a vigilar que la justicia se aplique, fueron un poco más conscientes de lo que esa palabra significa así como del papel que juegan ante la sociedad que, por cierto, los mantiene.
De esta manera, en lugar de bloquear el garaje de los vecinos o aventarles el auto como si la vida del planeta estuviera en juego, esperaríamos de ellos una actitud respetuosa, consciente, e incluso, sería ideal tuvieran la inteligencia para comprender que, a menos que alcancen la velocidad de la luz, no van a ganar muchos segundos acelerando al máximo su auto en los últimos cien metros, y en cambio pueden ocasionar una desgracia en la vida de familias que tienen viviendo ahí varias décadas.
Señores y Señoras que trabajan en la Judicatura Federal en Chiapas, si quieren llegar rápido, levántense más temprano o apliquen aquel adagio de «despacio que voy de prisa», pero no quieran amagar a quienes viven cerca de su trabajo con sus autos (que suelen estar grandotes y bonitos, ni quien se los niegue), que de ningún modo esperamos que impacten —literalmente— en nuestras vidas.
Esa noche, después de haber esquivado a uno de estos bólidos, en parte en broma en parte en serio, quienes ahí estábamos nos preguntábamos que si con esa prepotencia actuaba una persona que trabaja en el ámbito de la justicia, ¿cómo lo haría alguien que estuviera un poco más lejos de conceptos como moralidad, respeto y bien común?
Tristemente la respuesta la tuvimos dos días después.
La mañana del 22 de enero, en Tuxtla Gutiérrez nos levantamos con la noticia de que la joven Paola Sánchez Figueroa murió atropellada. Al parecer, en la madrugada de ese día una camioneta impactó con su auto, ella se bajó a ver el daño —¿y quizá a reclamar?, no lo sé—. El conductor de la camioneta, con tal de no pagar el golpe, arrolló a esta joven y la mató.
¿Qué debe tener en la cabeza una persona para preferir matar a detenerse a pagar su culpa o el golpe a otro auto? ¿Qué sentimientos puede tener alguien así? ¿A poco tan grande es la sensación de poder que da el manejar una camioneta? ¿En serio un auto de muchos caballos de fuerza los hace sentir tan invulnerables y todopoderosos, como para decidir el destino de los demás?
Sobre esta triste, terrible noticia, no sé más que quien le haya dado seguimiento a través de los medios y redes sociales, aunque también coincido con quienes ahí expresan que tal vez —sólo tal vez— se aplique la justicia, si quien mató a Paola no está bien agarrado a un brazo que le asegure la impunidad.
Mientras esperamos resultados, les pido a los dueños de camionetas poderosas y a quienes trabajan en la Judicatura Federal en Chiapas, que tengan cuidado a la hora de acelerar, que recuerden que la vida cuando se va ya no tiene caminos de regreso, y que si tan poderosos se sienten al volante, usen ese poder para ser amables y funcionales en su trabajo, no para sacar sus histerias y amedrentar a los peatones «echando lámina», porque pueden terminar dejando a familias huérfanas y sumergidas en el dolor, y esas pérdidas, todos los sabemos, son irreparables. Hasta la próxima.

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