La crisis epidémica actual provocada por el Covid-19 ha evidenciado, además de la fragilidad de nuestra especie, las deficiencias de los sistemas de salud pública alrededor del mundo, la falta de inversión y resultados en ciencia y tecnología, así como en prevención y atención a la salud. A la par de diversos retos que enfrentará el mundo, como las repercusiones en la economía, importa repensar los mecanismos para evitar la expansión de la pandemia.
Para lo anterior, quiero hacer un recuento sobre la experiencia en Asia y algunas notables medidas que se han implementado. Estos mecanismos han sido efectivos, aunque cuestionables en cuanto a derechos humanos. Revisar movimientos y transacciones financieras, instalar cámaras térmicas, rastrear personas infectadas y sus contactos, dar seguimiento a casos vía GPS, identificar y hacer públicos algunos datos de personas sospechosas de contagio y de espacios públicos y privados en que uno o más portadores han estado, además de apps especializadas y registros voluntarios, son ejemplos importantes de políticas que han llevado a detectar y aislar focos de propagación de la enfermedad que han probado su utilidad con resultados en el achatamiento la curva de contagios y muertes.
Junto con las grandes inversiones en ciencia y tecnología derivadas de la experiencia con el MERS (2015), Corea del Sur ha aprovechado las TIC»s, que nuevamente están jugando un papel muy importante, y ha desarrollado Apps de autodiagnóstico, auto aislamiento y tratamiento, capaces de ubicar en un mapa puntos de contagio y emitir alertas cuando una persona sana se aproxima a 100 m de distancia de éstos.
Taiwán también ha hecho uso del GPS de los móviles para determinar si se ha violado el confinamiento y, de ser así, las reprimendas van desde una multa hasta la publicación de los nombres en una lista pública.
Singapur realizó desde el inicio pruebas exhaustivas en cada uno de los casos sospechosos, acompañadas de rastreo a toda persona que hubiera entrado en contacto con un caso confirmado y aplicando cuarentenas obligatorias en sus hogares.
En India se implementaron medidas drásticas como toque de queda y un paro total nacional. Además, las medidas se han vuelto extremas (incluso violatorias de derechos humanos), en Nueva Delhi, se han marcado las casas de quienes han viajado al extranjero, y en el sur del país las autoridades tienen toda la libertad para inhibir violaciones al confinamiento llegando a hacer uso de armas de fuego.
Sorprendentemente, Vietnam, al día de hoy, no registra ningún fallecido, éxito que debe, en parte, a que cuenta con un sistema de emergencia que da respuesta inmediata siguiendo protocolos que permiten la evaluación precisa de los riesgos. Su Plan de actuación en casos de epidemias operaba desde antes del surgimiento del coronavirus y les ha facilitado gestionar los casos con celeridad y eficacia.
Muchos de estos mecanismos de control -y que, dicho sea de paso, no cuentan con gran oposición de lxs ciudadanos de esa latitud- van en contra o pueden resultar polémicos en occidente en torno a la trasgresión de libertades y derechos que representan.
Las grandes democracias enfrentan uno de los mayores retos de su historia, y han tenido resultados no tan favorables frente a otros regímenes menos democráticos. Parecería que el mundo occidental en su conjunto se encuentra en un predicamento. Hemos sido testigos de los deplorables resultados (en cuanto a fallecimientos y propagación del virus) en Estados Unidos y en Europa, países que cuentan con legislaciones pioneras y avanzadas en el tema de protección de datos personales, y que hasta ahora han implementado mecanismos de rastreo muy pobres.
Sin duda, la libertad es un valor fundamental para la vida, igual que respetar y proteger los derechos humanos. Sin embargo, el contexto de pandemia parece priorizar el derecho a la salud y a la vida sobre las demás libertades, con el fin de permitir actuar ágilmente ante emergencias sanitarias como ésta. En futuras publicaciones analizaremos el contexto nacional y el de otras latitudes.