Cuando el olvido se convierte en obra

Una acción concreta revitaliza la relación entre autoridades y población: señales claras de que en Altamirano la gestión pública mantiene el rumbo con resultados visibles

AquíNoticias Staff

En un escenario político donde la desconfianza ciudadana hacia las autoridades ha sido una constante, el acto de pavimentar una calle puede adquirir un significado mayor. El Barrio Guadalupe, por años marginado de la inversión pública, recibió la visita del presidente municipal Gaspar Santiz Jiménez, quien inauguró la pavimentación de calles como parte de una estrategia más amplia: recuperar territorio político y confianza social en una comunidad históricamente relegada.

La infraestructura no solo resuelve un problema físico; es una herramienta de legitimidad. Gaspar Santiz no solo entregó una obra, entregó un mensaje: que su gobierno escucha y actúa. En su intervención pública, no dejó escapar el simbolismo: “Un barrio que había sido olvidado, hoy está siendo escuchado.” La frase, más allá del gesto, fue también una indirecta a administraciones pasadas que mantuvieron al barrio al margen del desarrollo municipal.

El acto no fue casual. Se enmarca dentro de una narrativa de reconciliación que su administración ha querido posicionar desde el arranque: mostrar resultados tangibles que recuperen la narrativa del “gobierno que cumple”. En un municipio como Altamirano, con antecedentes de conflictos sociales y desafección política, estas obras se leen también como parte de una disputa por la legitimidad y el orden.

No es solo pavimento: es presencia del Estado. Y en territorios donde las ausencias institucionales suelen llenarse con actores informales o de facto, el simple hecho de ver maquinaria municipal y al alcalde de frente cobra una fuerza política distinta. La gente lo sabe, y por eso, los agradecimientos no fueron espontáneos; fueron estratégicos. La población respondió con reconocimiento, sabiendo que la visibilidad del barrio puede ser efímera si no se insiste en mantenerse dentro de la agenda pública.

Gaspar Santiz, por su parte, apostó a la unidad. Convocó a la ciudadanía a mantener el rumbo del desarrollo y afirmó que su gobierno dirige los recursos hacia lo que realmente transforma. La pavimentación, entonces, no solo es un logro administrativo: es un símbolo de poder territorial que se expresa en concreto, drenaje y comunidad organizada.

Así, mientras el discurso político nacional se enreda entre reformas, desencuentros y pactos, en Altamirano se teje otra narrativa: la de los municipios que entienden que gobernar también es construir calles, sí, pero sobre todo es recuperar confianza. Y ahí, la reconciliación se mide en metros pavimentados.

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