De feminismos e interseccionalidad en “Feministlán”

Por Sandra de los Santos

En los feminismos hay dos consignas que utilizamos de manera cotidiana: “Si tocan a una, respondemos todas” y “nos quisieron enterrar, pero no sabían que éramos semilla”.

Ambas consignas las entendí en su mayor significado hace tres años con el feminicidio de la médica Mariana Sánchez Dávalos. La respuesta de las estudiantas de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) hicieron realidad ambas consignas.

Este 28 de enero se cumplen tres años del feminicidio de Mariana y seguimos demandando justicia, seguimos demandando que las estudiantas estemos en espacios libres de violencia.

Hace unos días, las estudiantas de la Colectiva Feminista Universitaria Rosa Luxemburgo me invitaron a participar en un conversatorio a propósito de su tercer aniversario, ellas nacieron como otras colectivas , en medio del movimiento para exigir justicia por Mariana, ella que fue semilla.

Hay muchos pendientes aún para lograr espacios libres de violencia en las universidades, pero se que las juventudes de ahora están dispuestas a hacer realidad la consigna “sí tocan a una, respondemos todas” y eso es lo que me da esperanza.

Les comparto el texto que hice para el conversatorio, que fue este martes 30 de enero en la Facultad de Ciencias Sociales de la Unach.

Queridas Rositas:

Lamento mucho no estar con ustedes hoy de manera física, no poderlas abrazar y decirles viéndolas a los ojos que su tercer aniversario pone mi corazón contento, que su resistencia es ejemplo y que las pienso mucho.

Hace poco en un seminario sobre feminismos nos pidieron nombrar a mujeres que admiráramos en la política y me vinieron todas ustedes a la mente: las recordé siendo transparentes e incidiendo, mostrando que desde el conflicto también se construye y que es nuestra obligación intentar cambiar nuestro entorno inmediato, nuestra cotidianidad.

Siempre he pensado que lo mejor que he hecho en mi vida no tiene nada que ver con el periodismo, es  a lo que me he dedicado más de la mitad de mi vida. Hay dos cosas de las que estoy profundamente orgullosa: 1. De haber alfabetizado a adultas y adultos mayores y 2. De haberlas acompañado a ustedes en su proceso de lucha al interior de la universidad. Queridas, muchas gracias por seguir haciéndome parte de su camino, de permitirme andar con ustedes este trecho, son profundamente generosas y las admiro mucho. Estoy segura que el patriarcado va a caer porque ustedes lo están tirando.

Bueno…pues, ahora a lo que invitaron..a hablar de interseccionalismo y feminismos. Pensé en compartirles un texto que he rehecho varias veces, y que de una u otra forma habla de este tema se llama: “cómo me hice feminista”, de manera inconsciente en este relato (que se puede encontrar en línea) hablo de cómo me atraviesa el feminismo desde lo que soy y lo que hago, y también cómo fui descubriendo que los feminismos lo vivimos de manera diferente según esas diferentes capas que atraviesan nuestra identidad.

Decidí mejor hacer un texto, que si bien retoma ideas que ya he planteado en otros escritos y foros, habla de algo que me ha preocupado desde hace varios años y que no me había atrevido a plantear de manera pública con todas sus letras. Ya sé, ya sé…van a pensar que aprovecho no estar en persona para poderlo expresar, pero confío que haya oportunidad de que hablemos de esto en otros espacios porque lo que aquí les expongo no es algo siquiera terminado en mi cabeza.

La interseccionalidad creo que siempre la debemos de considerar, el nombrar y entender que las mujeres vivimos opresiones diferentes y no solo la de género; pero también al mismo tiempo pienso que no debemos de olvidar que vivimos la opresión de género.

Sabemos que existen diferentes opresiones: por raza, clase, edad…la lista sigue, la intersección las hace visible, las nombra y qué bueno. Pero, mi temor es cuando esas intersecciones de manera mañosa se utilizan para dividir la lucha feminista. Sé que de manera teórica y metodológica no es la intención, pero muchas veces en la práctica y el discurso es otra cosa lo que sucede.

Flora Tristán decía: “Hay alguien todavía más oprimido que el obrero y es la mujer del obrero”, y podemos cambiar “obrero” por cualquier otro oficio, raza, edad…a las mujeres nos va peor.

Me puse a leer sobre interseccionalidad de manera consciente en la maestría porque hice una tesis sobre la participación política de las mujeres en Chiapas, estaba consciente antes de empezar mi trabajo de campo que las mujeres indígenas vivían una realidad distinta en comparación de las mujeres no indígenas; que la clase social y el capital económico son decisivos para acceder  al poder; pero cuando las entrevisté fíjense que sus historias no eran tan diferentes, obviamente tenían matices (unos más grandes que otros). Soy consciente también que esos “matices” hacen diferencias, que esos “matices” permiten accionar de manera distinta y que de eso va la interseccionalidad.

¿Podría una mujer migrante de mediana edad con hijos tener las mismas demandas que un hombre migrante de mediana edad? ¿Podría tener una mujer migrante de mediana edad con hijos las mismas demandas que una mujer profesionista con recursos económicos suficientes y sin hijos?

Voy con otra interseccionalidad…la edad. Si bien, hay demandas que nos atraviesan a todas, otras, son más sentidas en determinada generación porque es propia de su contexto. La precariedad laboral y la violencia en los centros de trabajo lo resienten más las mujeres en la mediana edad. En cambio las jóvenes les atraviesan temas como el acoso sexual callejero o la violencia de género en las escuelas, por citar algunos ejemplos.

La interseccionalidad es un herramienta que nos permite ver que nos atraviesan diferentes opresiones, pero sin perder de vista el género.

Las feministas estamos en constante proceso de deconstrucción y construcción bajo esa premisa nos vemos y vemos a las otras. Cada una de las que nos asumimos feministas y las que no, tenemos nuestros propios procesos y prácticas, las cuales deben de ser respetuosas de los otros procesos y las otras prácticas de nuestras iguales. Hay que tener cuidado en este proceso de no violentar a las otras. Porque para violentar a las mujeres ya existe todo un sistema patriarcal.

Las feministas como grupo tenemos los mismos problemas que cualquier otro grupo social: discutimos, nos equivocamos, nos unimos, nos desunimos y así de manera de constante. “Feministlán” no es una isla donde hay unicornios y mariposas de colores y todas nos agarramos de la mano. “Feministlán” es una ciudad en construcción y como cualquier sitio en construcción hay ruido, mucho ruido.

De manera constante me pregunto si las críticas que tenemos las feministas como grupo debe de ser hacía dentro y hacía fuera debemos de ser una muralla inquebrantable, pero luego me cuestiono que ese es el principio de los grupos patriarcales: la iglesia, partidos políticos (…) y entonces digo que somos congruentes en eso de hacer nuestros cuestionamientos de manera pública. Pero, no perdamos de vista lo que nos une en eso es en lo que debemos de caminar juntas que lo demás no nos pierda. Al final del día debemos de tener claro que contra lo que luchamos es un sistema, que no es poca cosa.

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