Desigualdad laboral, una brecha infranqueable para chiapanecas

En la entidad, la brecha entre hombres y mujeres sigue siendo grande, además de la cuestión salarial, ellas continúan ocupándose en empleos considerados de menor «prestigio» por ser actividades domésticas y tienen menos participación económica

Julieth Rodríguez / Portavoz

[dropcap]R[/dropcap]aúl y Laura son un joven matrimonio que se graduó al mismo tiempo de la licenciatura que estudiaron, ambos comenzaron a buscar trabajo al mismo tiempo, sin embargo a Raúl lo contrataron más rápido. Ahora, aunque ambos trabajan para la misma empresa en puestos equivalentes y pertenecen a la población «subocupada» —es decir, con dos o más trabajos—, su percepción quincenal es desigual; aunado a ello, pese a que Raúl apoya en las labores domésticas, es Laura la que mayormente se encarga de atender estas actividades. Ella termina exhausta cada día.
Las mujeres en Chiapas viven con índices de desarrollo humano (IDH) inferiores a los de los hombres; por tanto afrontan un panorama de desigualdad con respecto a sus ingresos pues son 0.8 por ciento menores a los que reciben los varones.
Pero ¿Qué es el IDH? Se trata de un indicador que contabiliza de 0.0 a 1.0 las condiciones de bienestar en las que viven las personas. Cuanto mejor sean las condiciones en alguna entidad, el indicador más se acercará al 1.0; por el contrario, cuando sean de menos calidad, el índice marcará un valor cercano a 0.0, se explica en el estudio denominado «Indicadores de Desarrollo Humano y Género en México: Nueva metodología», publicado en 2014 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En el tema, Chiapas encabezó la clasificación de menor IDH —niveles de bienestar— para las mujeres pues el indicador alcanzó un valor menor a 0.7; la entidad mejor posicionada resultó ser la Ciudad de México con un valor de casi 0.9, apenas una décima debajo de lo ideal. A nivel nacional, el promedio de México fue de 0.8 puntos.
Cuando el cansancio no se lo impide, Laura se levanta a las 7:00 de la mañana (Raúl duerme hasta las 8:00) para alistar el desayuno, ya que ambos se incorporan a su primer trabajo dos horas después. Él labora en una dependencia que le paga 2 mil 500 pesos cada quincena. Ella trabaja desde casa para una empresa online, de esta manera puede atender también las necesidades de su hogar; le pagan en razón de artículos publicados y el tope son 2 mil 500 pesos, mensuales.
Por la tarde, tanto Raúl como Laura se incorporan a sus puestos en una empresa privada en la que trabajan ocho horas diarias, por 4 mil pesos quincenales; al final de la jornada, regresan juntos a casa pero ella se encarga de la cena y los platos, así que en ocasiones es la última en irse a la cama. Menos horas de sueño y mayor estrés, se han traducido para ella en constantes dolores de cabeza.
La evolución del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de los géneros en el país se mide según la evolución de tres componentes principales: índice de salud, de educación e ingreso. El último se refiere al acceso a recursos que permiten gozar de una vida digna.
El ingreso para los hombres en Chiapas presentó el mayor crecimiento, con una tasa de 7.1 por ciento en el periodo comprendido entre 2008 y 2012. El crecimiento del ingreso para las mujeres fue de 6.3 por ciento, lo que representa una brecha de 0.8 unidades entre los géneros.
En el caso de Laura, al mes percibe 2 mil 500 pesos menos que Raúl y tiene una carga de trabajo superior a la de él. Los gastos inherentes a la vivienda como agua, luz y despensa los solventan en partes iguales; pero al final de las cuentas, ella tiene menos que él; menos dinero y menos tiempo libre. Eso la limita en su desarrollo personal pues, por ejemplo, no le alcanza para ese curso que vio en cierta universidad y aunque así fuera, tendría dificultades para cumplir en tiempo y forma con las tareas.
La situación del IDH e ingresos bajos para ellas no es privativa de esta entidad pero sí alarmante. En el país, hay 614 municipios donde las mujeres tienen un IDH bajo; de esos, 63 (10.3 por ciento) se ubican en la entidad chiapaneca; 309 (50.3 por ciento) son jurisdicción de Oaxaca; y 83 (13.5 por ciento) están en Puebla, explica el estudio del PNUD.
Respecto a la dimensión de ingreso de las mujeres, al hacer una comparación nacional, resulta que en Veracruz, Oaxaca y Chiapas se observan las mayores brechas, con distancias de 45.1 por ciento, 44.8 por ciento y 40.5 por ciento, respectivamente.

Trabajo remunerado

Si se analizan los indicadores estratégicos de ocupación y empleo de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, tercer trimestre de 2016, que elaboró el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, resulta que la población ocupada de Chiapas —a la que Raúl y Laura pertenecen—ascendió a un millón 978 mil 312 personas. De esa cifra, un millón 379 mil 934 corresponde a varones; y sólo 598 mil 378, a mujeres.
De esas mujeres, 306 mil 961 se desempeñaban como trabajadoras subordinadas y remuneradas; igual que Laura. A su vez, de ese número, 290 mil 186 eran asalariadas; y 16 mil 775 recibían percepciones no salariales.
De las 598 mil 378 mujeres que forman parte de la población ocupada en la entidad, 245 mil 662 perciben únicamente un salario mínimo (SM); los hombres en esa misma condición son 499 mil 152. Las chiapanecas que perciben hasta dos SM ascienden a 149 mil 468; los varones, a 330 mil 377.
La mayoría de las mujeres ocupadas siguen enrolándose en labores relacionadas con actividades del hogar (333 mil 279 chiapanecas se desempeñan en ello); en segundo lugar, se emplean en empresas y negocios. Lo contrario sucede con los hombres pues la mayoría de ellos trabaja en empresas y negocios (770 mil 818 chiapanecos empleados en esos sectores); y en segundo término, en el sector de los hogares, de acuerdo con la ENOE.
El Compendio de Información Estadística y Geográfica de Chiapas —del Comité Estatal de Información Estadística y Geográfica— confirma estos resultados. De la población total en la entidad, 5 millones 326 mil 176 personas, el 48 por ciento tiene participación económica. De la población ocupada, equivalente a un millón 978 mil 312 personas, el 76 por ciento de los que tienen participación económica son varones; y 22 por ciento, mujeres (la sumatoria no es igual a 100 por razones que no se especifican). Hay una brecha de 54 puntos.
Con ello se establece que las chiapanecas reciben menos remuneraciones, continúan ocupándose en empleos considerados de menor «prestigio» por ser actividades domésticas, y son quienes tienen menos participación económica.

Consecuencias

Laura no se da cuenta que la sobrecarga de trabajo no remunerado que atiende en su hogar no le permite acceder a mejores condiciones en el mercado laboral, lo que se traduciría en un mejor ingreso para ella. Si por ejemplo, dejara su empleo online y Raúl fuera corresponsable de las labores de atención en casa, Laura podría ingresar a un empleo presencial que le permitiría obtener una segunda percepción económica mejor remunerada. Ambos tendrían una carga de trabajo similar, mejores condiciones de vida y habría mayor ingreso económico para su hogar.
En su artículo «Hora de reconocer su valor», Amalia García, secretaria del Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México e integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, planteó: «El exceso de horas de trabajo se acumula al sumar el trabajo doméstico con el trabajo en el mercado laboral, lo que no permite que las mujeres accedan al bienestar adecuado, limitándoles el tiempo para actividades primordiales, personales y de recreación, y crea una situación que compromete el bienestar de las mujeres, limitando las posibilidades de desarrollo personal».
Esto es coincidente con las conclusiones a las que llegó la presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Alexandra Hass, en «Hacia una solución estructural». Ahí consigna que en efecto todavía las mujeres dedican mucho más tiempo que los hombres al trabajo doméstico.
«Este estado de cosas tiene, desde luego, un impacto importante en la inserción laboral de las mujeres (…) Enfrentan mayores obstáculos para insertarse y permanecer con éxito en el mercado laboral. Las barreras de entrada son mucho más altas para las mujeres que para los hombres. Las mujeres se ven forzadas a buscar empleos subóptimos, informales e inseguros, para poder cumplir con la doble jornada de actividades», explica.
«Por otra parte, los hombres tampoco sienten socialmente la obligación, ni tienen las condiciones estructurales para asumir mayores responsabilidades en el cuidado familiar», añade la experta en su artículo.
Así, Laura continúa en la espiral de la brecha salarial pues sus condiciones de vida perpetúan el patrón en el que ella debe trabajar sin descuidar su hogar ni desatender a su esposo. Este es el ideal al que todavía se ciñen muchas chiapanecas y que coarta su desarrollo profesional y personal.

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