Duelo nacional / Eduardo Torres Alonso

Sobre un ataúd, la bandera del país. Homenaje en un recinto reservado para las grandes ocasiones. El cuerpo sacado en hombros por una guardia militar. En las calles, la sociedad decía adiós. Francia lloró la desaparición de Jean-Paul Belmondo. Un país entero, descompuesto por estos meses aciagos, rindió homenaje, al actor y, con él, a la cultura y las artes.

Las manifestaciones culturales y artísticas son lo que hacen a las personas verdaderamente humanas. Las otras especies que comparten el planeta están impedidas para crear formas complejas para socializar y trascender. Sólo la especie humana puede emocionarse hasta las lágrimas por una ópera, una danza o una pintura. Sólo los humanos pueden comprometerse con una causa al leer un ensayo, desgarrase por la historia de Ana Karenina y sumarse a las batallas de D´Artagnan y del trío de mosqueteros.

La cultura es para todas las personas aunque su acceso sigue estando restringido a las minorías ilustradas, pero no por ello debe ser objeto de rechazo, menosprecio o clausura. Al contrario, debe ser motivo para invertir más en ella. Quien escribe, pinta, actúa o canta, baila, esculpe o diseña, no lo hace por un lujo solipsista sino para expresar una parte de lo que siente. ¿Qué sería la humanidad sin la magia de la inspiración y de la imaginación?

Por eso, Francia despidió a Belmondo, como lo hizo con Édith Piaf antes. Por eso México lloró al saber la muerte de Amado Nervo en Uruguay, de quien este año se conmemora el 150 aniversario de nacimiento. No sólo los franceses le lloran a la cultura. El pueblo mexicano también: 300,000 hombres y mujeres despidieron al poeta nayarita. El corazón colectivo estaba seriamente conmovido. No ha habido otro funeral que congregue a tanta gente: ni el de Frida Kahlo, Pedro Infante, Mario Moreno, Octavio Paz, María Félix o Juan Gabriel. Pero sí se han registrado eventos en donde la gente desborda el recinto cultural. Recuérdese la lectura de poemas de Jaime Sabines en 1996. Esa tarde, el Palacio de Bellas Artes se cimbró.

Belmondo, en 2021, y Nervo, en 1919, hacen ver que la cultura y las artes importan, porque recuerdan lo que la humanidad es capaz de hacer.

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