Edgar Larrave, un personaje del centro de Tuxtla, refresca a la población con el popular “pozol arrecho”

Junto a su esposa, todos los días viajan desde la cabecera municipal de San Fernando, para acudir a su local ubicado sobre la 3ª poniente entre 5ª y 6ª sur de Tuxtla Gutiérrez, ahí venden antojitos chiapanecos

Ana Liz Leyte / Aquínoticias

Entre el caos y ruido diario en el primer cuadro de la ciudad, se escucha un peculiar grito que recuerda a las y los amantes del pozol, que es momento de refrescarse con esta rica bebida.

Edgar Larrave, recorre todos los días el primer cuadro de la ciudad, ofreciendo pozol arrecho, la típica bebida de las y los tuxtlecos.

Junto a su esposa, todos los días viajan desde la cabecera municipal de San Fernando, para acudir a su local ubicado sobre la 3ª poniente entre 5ª y 6ª sur de Tuxtla Gutiérrez, ahí venden antojitos chiapanecos, aguas frescas y el popular pozol arrecho.

“Desde hace cinco años venimos desde las 3:00 de la mañana, a cocer el maíz, mi esposa se pone a dorar el cacao, desde la 5 en punto salimos de San Fernando y estamos entrando como a las 6 menos cuarto”.

Pero el señor Edgar, no se conforma únicamente con vender en su local… él todos los días durante las horas más intensas del sol, recorre de la 5ª sur a la 5ª norte, principalmente por la calle central y 1ª poniente.

Sin embargo, su peculiar aviso se escucha por todo el centro y quien ya lo reconocen rápidamente le piden una refrescante bebida.

“Con la charola gritando todo el parque, centro de Tuxtla, décima poniente, hasta aquí al centro. La economía bajó, pero siempre nos ha sostenido para los frijoles, la comida”.

Edgar Larrave forma parte del 76.2 por ciento de la población chiapaneca que trabaja en la informalidad, y aunque al ser junto a su esposa sus propios jefes y no contar con prestaciones de ley, esto les ha permitido solventar sus gastos diarios y así, mantener su hogar.

“Al inicio del verano vendía 150 pozoles, vendía 60 aguas, ahora 75 pozoles y 30 aguas, bajó la venta”.

Aunque han sido tiempos difíciles, esta familia no tira la toalla e incluso brindan trabajo a dos personas más, quienes al igual que don Edgar recorren las callen del centro gritando “¡el pozol, el pozol!”.

“Que vengan a disfrutar de un pozol, hay pozol de caco, blanco, chamoyadas, raspados para que se vengan a refrescar”.

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