El debate que tenemos y el que quisiéramos

Por Adolfo Ruiseñor

Más allá de la exhibición de los vicios, errores, supuestos casos de corrupción o las ineficiencias, sin sólido fundamento o fruto del invento, no hay nada concreto.
Más allá de los epítetos o sobrenombres con que se bautizan unas o unos a otros u otras, lo que los ciudadanos pensantes y atentos quisiéramos ver en un debate entre aspirantes a cargos de elección popular, son respuestas cabales y directas con planes, estrategias y acciones claras y contundentes de una problemática que es agenda abierta y sabida de todos.
Hay aspirantes que tratan de soportar ese torrente de agresiones en que se ha degradado el concepto, pero no pueden. Imposible a veces no caer en la tentación, en el garlito. Dejar hacer o dejar pasar, podría tomarse como conceder y entonces…
Sea como sea, el objetivo debe ser evitar que todo se traduzca como una falta de respeto a la inteligencia y atención de los eventuales electores.
Porque lo que debería ser una exposición y discusión de las propuestas de gobierno de cada cual en las variadas temáticas, termina inevitablemente por volverse una farsa, una simulación o una ópera bufa, en la que se exhiben únicamente escandalosas y agresivas descalificaciones personales.
Triunfa el mal humor y el malhumor, el encono pone como escenario la disputa en un pozo de lodo, donde las propuestas se disuelven o se pierden en la vorágine descalificadora.
Del latín debattuĕre ‘batir, sacudir’, ‘batirse’, debatir se entiende como un intercambio organizado y argumentado de ideas y/o puntos de vista. Puede darse entre dos o más personas, de manera oral o, en ocasiones, escrita.
Aun así, o pese a ello, debatir se convierte en un show superficial y hueco, donde no se quiere convencer sino vencer, ante el verdugo implacable del cronómetro de concurso de aficionados; un reality de tv, en horario estelar, donde solamente desfilan chismes y expresiones vulgares.
Lo que los ciudadanos pensantes quisiéramos ver, son respuestas con un respaldo documentado y correspondiente a cada interrogante planteada. No una muestra obligada por el formato de egos sobredimensionados, aprisionada en un esquema torpe y ajeno al fin que debiera animarla. Las y los candidatos debieran rechazarlo, será para la próxima…
Pero estos pretendidos debates, eluden fondo y sobrenadan en formas vacías, carentes de seriedad. A ese paso, han logrado un propósito que es despropósito: Terminar convirtiéndose en una mala copia de «100 mexicanos dijeron,», eso en el mejor de los casos…
Afortunadamente, hay excepciones que confirman esta inaceptable regla inventada por el INE.
En Chiapas, un candidato que tiene el respaldo histórico de más de 8 partidos y cuenta con una ventaja proyectada en las encuestas serias como seguro ganador, se toma las cosas muy en serio.
Con respeto a la audiencia, en el entendido de que no hay enemigos políticos sino adversarios, realiza una campaña intensa y extensa, como si estuviera en desventaja. Caballero de las formas, le interesa convencer, consensar y debatir limpiamente, porque sabe que gobernará para todas y todos.
Respeta, escucha y expone. No cae en argumentos ad hominem o se rebaja a descalificaciones personales. Incluso, ha presentado un adelanto de su proyecto de Gobierno, inspirado en nuestros grandes hechos y enseñanzas históricas.
Eso no extraña en Eduardo Ramírez, le es connatural a su esencia política y su progenie ciudadana.
Proviene de la misma tierra donde Rosario Castellanos habló de la pobreza y marginación de los pueblos indios de Chiapas; su ombligo está en el solar donde nació Belisario Domínguez, médico y boticario del pueblo, defensor de la libertad de expresión y del fértil y civilizado debate de las ideas.
Esa es la ruta de la auténtica democracia. Y lo sabemos bien los ciudadanos. Cualquier otra cosa, es una pérdida de tiempo. Una mala jugada. Un agarrón en la banqueta. Un duelo absurdo y casi inútil…
A todo esto, se perfila victoriosa la propuesta de MORENA aquí, allá y acullá. Como bien dijo Claudia Sheinbaum, al concluir su mensaje en el escenario del último debate presidencial, después de aguantar las embestidas: “Gobernaré para todos”.
Esta rúbrica la comparte en Chiapas un político comiteco que ha dirigido el mayor de sus esfuerzos para probar que se debe y puede hacer un buen gobierno, donde todos caben, sin menoscabo de sus ideas políticas o pensamientos divergentes.
En las próximas contiendas, lo que los ciudadanos queremos de los debates es que sean lo que define su esencia. Que no obliguen a los contendientes a distraer sus reflexiones y los encierren en momentáneas e irrefrenables emociones.
La política es un arte de fondo y no a flor de piel, donde sus oficiantes deben actuar como finos ejecutantes en pos del bien y objetivo mayor que los ha puesto frente a frente: Decir a la ciudadanía cómo es que podemos ser un mejor país. Así de claro. (fin de texto).

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