El primer discurso / Eduardo Torres Alonso

Hay discursos que dan esperanza. Que después de la tormenta, las tribulaciones y la decepción, hacen que quien los escucha recobre, así sea un poco, la confianza en el futuro. Pronunciar este tipo de piezas de oratoria genera un compromiso con la audiencia y consigo mismo. La palabra debe honrarse.

Una vez rendida la protesta constitucional ante la representación del pueblo chiapaneco, Eduardo Ramírez Aguilar se dirigió a Chiapas. Los ojos y oídos estuvieron listos para escuchar lo que tenía que decir. Las condiciones en las que él recibe el estado están lejos de ser las mejores; por el contrario, había una especia de impaciencia porque el nuevo gobierno entrara en funciones.

En el mensaje de inauguración reconoció el problema más sentido en la actualidad: la inseguridad. Esto ya es, en sí mismo, un cambio sustantivo en la forma de abordar los temas y problemas de la entidad. Ante el evidente secuestro de la tranquilidad de la ciudadanía, resultaría irresponsable, por decir lo menos, ver hacia otro lado o decir que las cosas están bien. Por ello, que el gobernador constitucional haya expresado que “[l]a paz va a volver a reinar en nuestros caminos” es reconocer que el problema se ha extendido por toda la geografía y se requiere una acción enérgica y planeada de los tres niveles de gobierno para su atención y solución.

No puede haber desarrollo y prosperidad si los levantones, cobros de piso, retenes, enfrentamientos, interrupción de comunicaciones, tráfico de estupefacientes y de humanos, en fin, cualquier actividad ilícita se desarrolla en Chiapas. Y para enfrentar al crimen se requiere una policía profesional.

Los elementos policiacos son los más olvidados en el combate al crimen, aunque sean ellos quienes se interponen entre la delincuencia y la ciudadanía; por ello, su dignificación es fundamental. Ser policía debe ser motivo de orgullo para quien lo es y de respeto para la ciudadanía. Como sociedad no podemos aceptar que en México un policía sea asesinado, en promedio, cada día, tal como lo informa la organización Causa en Común, A. C.

La política de mejoramiento salarial, capacitación, equipamiento y bienestar social para las policías es algo que, de tener éxito, impactará en la moral de las corporaciones en la materia y en su desempeño. Son el eslabón más frágil y el más importante.

No hay desarrollo sin comunicación. Al respecto, los proyectos de infraestructura carretera, como la vía Palenque-San Cristóbal, deben realizarse con el concurso de las comunidades. No se trata de imponer, sino de una cooperar. Ningún proyecto tendrá éxito sin la participación activa de los habitantes en donde se planean realizar aquellos y sin la escucha atenta de los servidores del pueblo, nueva denominación al funcionariado público dada por el gobernador Ramírez.

El mensaje del domingo 8 de diciembre abordó la crisis migratoria, la posición geopolítica de Chiapas, la historia y legado de los pueblos originarios, la necesaria política medioambiental, el analfabetismo, el racismo. Se refirió a la rebelión indígena de Cancuc. Recordó al obispo Samuel Ruiz, al movimiento zapatista y al movimiento sufragista que hizo que tres décadas antes que a nivel nacional el derecho de las mujeres al voto les fuera reconocido en estas tierras.

El discurso del gobernador generó interés por la claridad de las ideas expuestas. Ese habrá sido uno de los más significativos de su carrera política. Está en el cargo para el que se preparó toda su vida, de acuerdo a lo que ha dicho. El contexto en que ha tomado posesión no es halagüeño y eso me hace recordar el mensaje que pronunció el presidente José López Portillo el 1 de diciembre de 1976 al rendir la protesta constitucional.

El licenciado López Portillo tomó entre sus manos un país quebrado, con una inflación galopante e ingobernabilidad en todo el territorio. Su mensaje buscó la unidad nacional y recuperar la fe en el futuro. Él mismo dijo, en un video testimonial, que había confeccionado su discurso con el mayor cuidado. Lo logró. Habló con cuidado, mesura y responsabilidad. Se le dio el voto de confianza que pidió.

Probablemente, ese es uno de los discursos de toma de protesta más importantes que un Presidente de la República haya pronunciado por el momento que vivía la nación. Era salir a flote o ir al acantilado. Sabemos cómo terminó ese fatídico sexenio. La desmesura, la megalomanía y la egolatría hicieron que más mexicanos se sumieran en la pobreza a pesar de tener los recursos y medios para abandonar la postración.

El gobernador Ramírez Aguilar inicia su sexenio con la mano extendida de una buena parte de la población chiapaneca. Por su historia de vida, experiencia administrativa y trayectoria parlamentaria, el final de su gobierno no se parecerá al de López Portillo. Su palabra está empeñada. A trabajar.

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