Maltrato animal, la antesala de otras violencias humanas
Bastó solo una semana para que las denuncias sobre maltrato de animales domésticos en Chiapas se multiplicaran en las redes sociales, demostrando que lo sucedido con «Canela», la perrita localizada colgada de una ventana el pasado 5 de abril en Tuxtla Gutiérrez, es mucho más común y normalizado de lo que se pensaba.
Las imágenes de perros prácticamente colgados de sus correas bajo las altas temperaturas, muchos de ellos hasta morir, y el envenenamiento de otros tantos en Frontera Comalapa terminó por sacudir a una ciudadanía que se ha topado de frente con un problema de inhumanidad que ha estado ahí desde hace décadas, pero que hasta ahora ha tomado sus dimensiones reales en este rincón de México.
El asunto tiene relevancia mucho más allá de sus efectos en la salud pública, con la proliferación de perros o gatos en condición de calle. Durante años se ha catalogado como un tema de simple riesgo sanitario o control de «fauna urbana», afrontando la situación con campañas de captura y exterminio, sin atacar el fondo como un problema de origen humano.
Y es que, los perros o gatos en condición de calle no se generan o propagan de la nada. En todos los casos tienen su origen en la irresponsabilidad humana. Son animales o descendientes de animales que en algún momento fueron adquiridos por personas, para luego desentenderse de ellos y echarlos a la calle, propiciando una larga descendencia de fauna urbana callejera.
Se trata pues de un comportamiento, culturalmente arraigado en México, de indiferencia o normalización al maltrato a los animales domésticos que afortunadamente con el paso de las generaciones ha ido cambiando, pero que sigue muy presente en expresiones de crueldad desconcertante, que sigue ocurriendo, sin el mayor remordimiento o castigo.
Lamentablemente México no sólo se ha convertido en un referente mundial en lo que respecta al maltrato y violación hacia los derechos humanos, sino también de los animales domésticos. El maltrato, el abandono, la tortura o la muerte de animales es una historia recurrente en la vida de nuestro país.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), México es el tercer país en el mundo con mayor número de registros de animales maltratados. Año con año mueren más de 60,000 animales por maltrato.
Aunque parezca increíble y poco se diga al respecto, los casos más recurrentes de crueldad animal en nuestro país tienen que ver con violación, abuso sexual, tortura, lesiones, abandono y muerte. Anualmente, la SEMARNAT recibe más de 4 mil 200 animales de los cuales la mayoría han sufrido alguna especie de maltrato; el 64% son perros (de los cuales 25% de la raza pitbull), 18% son gatos y el restante otro tipo de animales como vacas, caballos, cerdos, etc.
México tiene alrededor de 18 millones de perros de los cuales sólo el 30% tiene dueño y el restante se encuentra desamparado en las calles. Del total de esta población, siete de cada diez perros son víctimas del maltrato de acuerdo con datos del Centro de Adopción y Rescate Animal. De los daños hechos, más del 50% son intencionales por parte de sus dueños u otras personas.
El maltrato animal no solamente superficial pues tiene una estrecha relación con la violencia familiar. De acuerdo con un estudio realizado por la organización Human Society, la mayoría de las personas que maltratan animales tienen también antecedentes de agredir violentamente a un integrante de su familia. En Estados Unidos se reportaron 2 millones 168 mil mujeres y hombres agredidos por su pareja, de los cuales el 71% denunció también abuso o maltrato a sus mascotas con antelación. Lamentablemente en México, por la falta de leyes penales regulatorias esta comparativa es inexistente.
Este domingo, decenas de personas salieron a las calles de Tuxtla Gutiérrez para exigir la creación de leyes que castiguen el maltrato de la fauna doméstica en la entidad. Que aborden en tema en el código penal como un asunto de comportamiento humano castigable, para poder fin a una práctica de irresponsabilidad, pero sobre todo de inhumanidad que podría advertir otro tipo de trastornos psicosociales de alto riesgo… así las cosas.