Entre la incomprensión y la burla / Eduardo Torres Alonso

El 19 de noviembre se conmemoró el Día Internacional del Hombre. No deja de ser irrisorio nombrar así a un día cuando el sujeto “hombre” (no como sinónimo de humanidad, sino de varón) se encuentra presente en toda la sociedad y durante todo el tiempo, como ya bien lo han explicado autoras y autores desde los feminismos y las masculinidades. Pero, ¿de qué va este día?

No tiene nada qué ver con las auto-felicitaciones o los memes que hacían mofa del día, expresando que nadie, en particular las mujeres, no enviaban congratulaciones o regalos. Hay un meme que, por su difusión, merece una referencia: está una persona sola, con la mano sobre su cabeza, impulsándola hacia un pastel, representando la mordida festiva del cumpleaños. Hay que hacer un alto para manifestar que estas imágenes poco ayudan a comprender el papel de los hombres en la comunidad y el limitado momento de reflexión de la masculinidad. Pareciera como si no se quiera estar frente al espejo.

Ese meme, por otro lado, es por demás elocuente al mostrar al hombre en soledad. No es que esté abandonado, sino que está alejado del resto. Podría decirse que, en una especie de autosuficiencia, desdeña la compañía de los demás, pero aún así necesita de ceremonias o rituales colectivos, como es el del pastel.

Se puede construir una forma distinta, alternativa, diferente, tal vez, mejor, de ser hombre: identificando y frenando prácticas y comportamientos violentos y machistas, cuidando la salud física, emocional, espiritual, y permitiéndose ser vulnerables, porque nada hace más humano al humano que advertir su dimensión de fragilidad. Quebrarse y rearmarse es lo común. Seguro que permanecer siempre estoico (como sinónimo de inflexibilidad) provoca infartos.

La noción clásica de masculinidad está cambiando, ya no hay que ser fuerte, grande y rudo, como menciona Andrea García, en su nota de El País del 24 de noviembre pasado. Ella recoge datos de la Fundación Fad Juventud: 41 por ciento de los hombres entre 15 y 29 años no se identifican con los modelos tradicionales de la masculinidad, mismos que son vistos como perjudiciales para el sujeto y para quienes viven en la comunidad. Esto no quiere decir que ese 41 por ciento haya dejado de “ser hombre” (lo que eso quiera significar) o que su orientación sexual se haya modificado (a estas alturas, nadie debería ocultar sus elecciones), sino que cuestionan una forma de estar en el mundo que los constriñe: no llorar, arrebatar, competir, no sentir, nunca perder.

No hay una forma de ser hombre que sea normal y universal. Se impuso una camisa de fuerza cultural (se ve en la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 la manera en que los hombres monopolizan el espacio público) cuyas consecuencias se registran con facilidad: tasas elevadas de suicidio masculino, problemas sicológicos y desórdenes de salud física. Afortunadamente, hay muchas formas de ser hombres.

El Día Internacional del Hombre no es una jornada de festejo. Es un momento para pensar qué se ha hecho y qué se va a hacer con la identidad y cuerpo de hombre. Ni pastel ni velitas; ideas y reflexión.

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