Galimatías / Ernesto Gómez Pananá

Leer

El veintitrés de abril de 1988, la UNESCO instauró el Día Internacional del Libro, la fecha no es casual, coincide con el día en que fallecieron dos titanes de las letras universales, William Shakespeare y Miguel De Cervantes.

Sobre el mismo tema, libros, lecturas y escritores esta semana el INEGI publicó también los resultados del llamado MOLEC 2023, un ejercicio estadístico anual que mide los hábitos lectores de población mayor de edad en nuestro país. A propósito de estos dos hechos, comparto algunas reflexiones.

Históricamente se ha afirmado que la población mexicana leemos poco. Las cifras hablaban en algunos años -escandalizando consciencias- de alrededor de medio libro al año.

Este es tema es reiterativo de la dominical columna que tiene usted en sus manos-pantalla, aunque este columnista-confeso-atesorador-de-libros no se espanta ni escandaliza. Lo que es es y nuestros niveles de lectura corresponden a lo que somos como país, un país con carencias, con largos trechos por recorrer en educación, en comunicaciones, en justicia o salud (ahí estamos ya cerca de Dinamarca ciertamente). No obstante ello, los resultados 2023 arrojan algunos otros datos más interesantes:

Para el ejercicio actual, el INEGI valora la lectura de “nuevos materiales”: ya no solo se consideran libros, revistas o periódicos, ahora se consideran historietas pero también publicaciones digitales, páginas de internet, blogs o foros, es decir, se contabiliza el tiempo que los encuestados (y proyectada la población total) destinan a lectura de materiales digitales. Esto podríamos suponer que tiene un impacto positivo en los indicadores, es decir, leemos más. Si, aunque relativamente. Explico: De la mano de la oferta de lectura, hoy día, desde años muy recientes, por ahí del 2011 con la llegada de Netflix a México, vivimos una transformación de los hábitos de consumo digital -en este caso de la televisión-, hoy día cualquier teléfono conectado a internet se convierte en una consola para consumir una abrumadora, colosal, cuasi infinita inmensidad de productos disponibles a la hora y en el sitio que el “neotelevidente” desee, entiéndase el sillón de su sala, la cama, el baño, el transporte público, el taxi, el patio de la escuela, el horario de la comida en el trabajo o incluso la junta aburrida o las horas de insomnio. Muchas de esas horas dedicadas al consumo de materiales audiovisuales son en “detrimento” del tiempo que se podría dedicar a la lectura. La lectura “tradicional” es un hábito que ya cambió, las nuevas generaciones leen menos de la forma tradicional, y en general, leen menos y “ven” más. Es urgente y fundamental adecuar las formas de enseñanza a esta nueva realidad. Las escuelas compiten no únicamente contra YouTube y TikTok. Compiten con formas de aprehensión de conocimiento nuevo a dosis cortas, intensas, intensivas e inmediatas. Swipe up.

Oximoronas 1. Nada se compara con el asombro de descubrir una lectura nueva. Gracias por los obsequios cumpleañeros.

Oximoronas 2. Una nueva caravana parte de Tapachula rumbo “al norte”. Tres mil migrantes caminando rumbo a un futuro sin esperanza. Siempre preferibles millares caminando, mediáticamente acompañados y políticamente visibles que extorsionados, ocultos y a merced de la delincuencia organizada y la irresponsabilidad de “vigilantes-subrogados-que-no-encuentran-la-llave”. Buen camino peregrinos.

Oximoronas 3. Nuevas oficinas de enlace legislativo en Tuxtla. Visitas al mercado para echar pozol y taquitos. Tan ortodoxos. Tan badocos. Tan fársicos.

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