Galimatias / Ernesto Gmez Panana

Evolución: Testigos y protagonistas

La semana pasada compartí una suerte de resumen de los sucesos que la humanidad entera vivió durante el 2020, con la pandemia como columna vertebral. Fue un año complicado y trágico. Doloroso sin duda. Pero de la mano de toda esta parte trágica vienen también un enorme aprendizaje y algunas cuestiones positivas. Enlisto.

Hoy, cubrimos la mitad de nuestro rostro, nuestras palabras ya no se ven, ya no se ven las sonrisas ni las caras serias. Es necesario un esfuerzo mayor para escuchar. Hoy, leemos un rostro o interpretamos actitudes del otro mirando sus ojos y mirando tal vez sus manos. Aprendemos.

Estamos aprendiendo todos como especie. Lo que se gesta aquí es un acontecimiento evolutivo tangible y de la mayor trascendencia. Somos testigos y actores de la historia de nuestra especie.

De la misma forma hoy, y desde marzo del 2020, los besos, los abrazos, incluso los saludos de mano son diferentes o simplemente no son. Nos saludamos con puño o antebrazo y los abrazos los damos cruzando nuestras manos en el pecho mientras hacemos una ligera reverencia. Hoy, nos abrazamos -nos tocamos- de la forma tradicional, solamente y tal vez, con aquellos cercanos con quienes vivimos y convivimos bajo el mismo techo. Estamos aprendiendo a manifestar nuestro afecto de otros modos.

El largo confinamiento que intermitentemente hemos vivido -semáforos con enorme gama de naranjas y rojos- ha permitido valorar también el tiempo de maneras distintas. Hay familias que llevan 10 meses confinadas y conviviendo únicamente entre ellos. Conozco casos de padres e hijos que de no haber sido por este encierro forzado, no habrían podido convivir ni conocerse como han podido hacerlo gracias a la pandemia. Cientos de historias de familias, parejas, nietos y abuelos que han podido convivir más que nunca antes.

La pandemia nos obligó a frenar, y no obstante -o además de- la angustia y el miedo, hemos podido experimentar alegría a través de las primeras palabras de una hija, los avances culinarios de un sobrino adolescente o el aprendizaje telemático de abuelas y abuelos.

Estos meses han permitido también replantear muchos modos de trabajo: presencia diaria en oficinas, reuniones, exposiciones. Todo presencial. Hoy pareciera que mucho de aquello podemos hacerlo a distancia y con mayor eficacia. Estamos evolucionando.

Durante meses hemos escuchado el concepto nueva normalidad. Anhelamos la normalidad vieja aunque en el fondo sabemos que ésta no volverá. La realidad es otra, la cotidianidad nunca será la que fue:

El COVID-19 es nuestra nuestra Era del Hielo, nuestro meteorito, nuestra Cruzada, nuestra Primera o Segunda Guerra Mundial. Estamos viviendo la historia y toca asimilar como especie, aceptando las tragedias, reconociendo errores y responsabilidades colectivas, aprendiendo y encontrando el flanco del crecimiento y entendiendo que es parte de ese inmenso proceso llamado Evolución. Estamos lejos de ser el centro del universo. Solamente somos un grano de arena en este enorme océano.

Oximoronas. Más allá de defender su inocencia o su culpabilidad, el caso del General Cienfuegos deja clara una cosa. Gobernar es caminar en un sendero que no va siempre en línea recta.

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