Galimatias / Ernesto Gmez Panana

Estampas olímpicas

Eso que llamamos sabiduría popular dice que los peores momentos suelen mostrar lo mejor -o lo peor- de cada persona. En un incendio, una inundación, un sismo, las personas solemos reaccionar con solidaridad y empatía extraordinarias. Pruebas en México tenemos en abundancia.

Los Juegos Olímpicos que concluyeron ayer, se efectuaron en medio de la peor emergencia mundial en los últimos 60 años. Antes de la pandemia por COVID, lo peor que nos sucedió fue acaso la Segunda Guerra Mundial. De ese tamaño. La mezcla de enaltecimiento humano y olimpiadas en medio de la pandemia COVID nos dejó estampas memorables.

Uno. El Tulipán etíope

Siffan Hassan representó a Países Bajos en 1,500, 5,000 y 10,000 metros,

Se corrían los 1,500, poco menos de 4 vueltas a la pista, el pelotón de doce finalistas avanza con esas enormes zancadas. Hassan, cuyo plan es ganar tres metales dorados en Tokio aguarda la última vuelta para apretar y tomar la delantera, esa es la estrategia.

De pronto, fuera de programa -accidentalmente pues- un par de corredoras tropieza provocando la caída de Hassan. Segundos vitales en los que el resto de las corredoras adelanta zancadas. La holandesa de origen africano queda atrás mientras el pelotón se aleja.

Hassan rueda pero de inmediato se levanta, mantiene el objetivo y remonta: penúltimo, octavo, séptimo, sexto. Están en la recta de los últimos cien metros y Hassan pasa al lugar cinco, al cuatro. Alcanza el bronce, pasa a plata y en los últimos metros atrapa el oro. Épico.

Dos. Renuncia de altura y oro

Es la final del salto de altura varonil, después de avanzar y eliminar al resto, los mejores son Gianmarco Tamberi, italiano y Mutaz Essa Barshim, qatarí. La final ha durado poco más de tres horas. Dos metros con veinticuatro. Dos metros treinta. Dos treinta y cinco y ambos avanzan ya casi en solitario. Alcanzan los dos metros con treinta y siete. Empate.

El siguiente salto fue para librar 2.39 metros, y los dos fracasaron. El juez se acerca y conversa con ellos; les explica que pueden desempatar o que si ambos renuncian a intentarlo, la regla marca que ambos comparten el oro. La generosidad multiplica: en el podium se premian el uno al otro y se abrazan felices.

Tres. Nobleza acuática

Caeleb Dressel fue el mejor en la piscina de Tokio no únicamente por su extraordinario rendimiento sino también por su honorabilidad deportiva.

Es la primera sesión en la alberca y en los relevos masculinos, Caeleb no es convocado para la eliminatoria. Los entrenadores deciden reservarlo solo para la final y su lugar lo ocupa el nadador Brooks Curry.

En la prueba final, Dressel y sus otros tres compañeros se alzan con el oro con una enorme ventaja. Minutos después suben al podio, las sonrisas -invisibles por debajo del cubrebocas-, las fotos. Caminan hacia los vestidores mientras sus compañeros aplauden en las tribunas. Caeleb se detiene un momento, desde la televisión solo se ve que se quita la medalla del cuello y se la lanza amistosamente a Brooks hasta la tribuna. Él es quien realmente la merece, expresa el tritón de Florida. En los días posteriores ganará cuatro oros más. Su generosidad le da más.

Cuatro. Black Power arcoiris

Raven Saunders es mujer y es afroamericana, pero además es gay. Hostigamiento y discriminación en todos los frentes y suficientes razones para protestar contra el mundo. Lo hizo en el podium, al recibir su medalla de plata en lanzamiento de bala. Medalla al cuello, gesto adusto y brazos en cruz alzándose sobre su cabeza en lo que ella denomina «Intersección Reivindicativa». Raven levanta la voz, dice, para que el mundo voltee a ver a su raza y su preferencia sexual, además de exponer sus diagnósticos de depresión, ansiedad y estrés postraumático. Sus causas se han escuchado fuerte.

Cinco. Underdog tunecino

Final de los cuatrocientos metros libre varoniles en natación. Ocho nadadores, predominan los australianos y los norteamericanos. Ocupan los carriles centrales y pintan favoritos. Son cuatro recorridos ida y vuelta a la piscina, poco menos de cuatro minutos.

Ahmed Hafnaoui ocupa el carril ocho, en la orilla. Nadie -acaso él mismo y su entrenador- apuestan por él. La prueba avanza y el discretamente se mantiene cercano a los punteros, agazapado, discreto  durante más de la mitad del recorrido. En los últimos cincuenta metros, como un órice del desierto tunecino ataca y arrebata el oro. Un campeón de 18 años que llena de alegría a una nación africana nunca antes ganadora en la piscina.

Oximoronas. Datos para mis tres lectores: «Underdog» es un término que en inglés describe al participante por el que nadie apuesta y que termina venciendo a los favoritos evidentes.

El Órice es una clase de antílope africano de enormes cuernos. Habitante del desierto norafricano, este mamífero es capaz de correr grandes distancias a velocidades sostenidas, así como Ahmed.

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