Galimatías / Ernesto Gómez Pananá

Cuatro demócratas. Cuatro (primera parte)

Para la colaboración de esta semana, se agolpan los temas a abordar, aunque todos convergen en uno solo: la democracia, o para esta más a tono con los actuales modos semánticos habría que decir más bien “las democracias”.

Miguel
La semana antepasada su nombre volvió a los noticieros de todo el mundo, aunque sus contribuciones para el actual mapa político lo habían puesto ya en la escena internacional desde finales de los ochentas del siglo pasado. Paradoja es que su éxito internacional no hubiese sido intencional -o no al menos del todo-. Me refiero a Mijaíl Gorbachov, último mandatario de la Unión Soviética.

Gorbachov fue sin duda un visionario que entendió su tiempo y comprendió la necesidad de reformar para corregir y transparentar para despresurizar. Su intención era dar continuidad al comunismo aunque con cimientes de democracia y alas de libertad para sus ciudadanos. Inició el proceso pero la presión social ya era de tal dimensión que al poco tiempo los procesos -la Glásnost y la Perestroika- salieron de su control y derivaron en el desmembramiento de aquello llamado U.R.S.S., la caída en cascada de todo el bloque comunista, la reconfiguración de Europa y el fin de aquella Guerra Fría. La causa de articular un sistema de gobierno con mayor libertad para sus ciudadanos y limitar los excesos de sus gobernantes lo convierte en un demócrata.

Isabel
También hace apenas unos días el mundo occidental supo de la muerte de Elizabeth II, monarca del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y de sus otros Reinos y Territorios, jefa de la Mancomunidad de Naciones, defensora de la Fe y abuela de las hijas de la prestigiada intelectual Martha Debayle.

Isabel Segunda fue coronada reina en 1952, al poco tiempo de concluida la Segunda Guerra Mundial, cuando el primer ministro británico era Wiston Churchill, otro estadista inigualable. En adelante le tocó acompañar las tareas de catorce ministros más, incluidos Margaret Tatcher, Tony Blair o el desastroso -y bailador- Boris Johnson.

Durante los largos 72 años de reinado, el Reino Unido ciertamente procuró sus intereses y acompañó en infinidad de ocasiones a los norteamericanos en misiones imperialistas vergonzosas, aunque siempre desde el protocolo y las formas británicas. Ni la reina ni el gobierno ni la nación en si misma se entrometieron en otros países. O al menos no con las formas rústicas con las que los Estados Unidos pudieron haberlo hecho en nuestro continente en numerosas ocasiones.

Isabel Segunda -y ahora Carlos III- tuvo como papel principal ser una especie de supervisor plenipotenciario para salvaguardar la monarquía parlamentaria que rige a la Gran Bretaña y vaya que con todo y sus asegunes, funciona: Los ingreses votan laborista o conservador para el parlamento -para elegir a sus legisladores-, con los resultados de conforman las bancadas y de entre los legisladores se elige al primer ministro, quien a través de un protocolo de la monarquía es designado al cargo por la reina, pero que en los hechos está obligado permanentemente al consenso entre sus pares de partido y más aún con los legisladores del bando contrario. Cuando deja de haber consenso se abre la puerta a la necesidad de nombrar un nuevo Primer Ministro. La monarquía británica, encabezada por Isabel II fue adaptándose a los tiempos para seguir siendo la potencia mundial que son -aún con Brexit y a pesar de las fiestas de Boris Johnson-. Sobria y seria. Sabedora de la colosal responsabilidad con su país, se condujo desde los 23 años a la altura: puede cuestionarse la obsolescencia de las monarquías pero no pueden cerrarse los ojos a modelos de monarquía parlamentaria -como ésta- que hacen palidecer a castas revolucionarias que de boca promulgan democracia, pero que en los hechos terminan siendo poco menos que dictadores.

Próxima semana la 2a parte de esta entrega.

Oximoronas 1. El presidente colombiano Gustavo Petro expresó que con la victoria del “No a una nueva Constitución en Chile”, Pinochet regresaba al poder.

Aceptar eso sería como aceptar que al llegar Petro al poder, llegó el comunismo-comeniños: lamentable desliz verbal. La democracia es sagrada cuando se gana. También cuando se pierde.

Oximoronas 2. Va un abrazo a los camaradas Mexiquense, Coiteco y Huixtleco. Mejor reencuentro ni el de Menudo. Lo mejor está por venir.

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