Gobernar por politicas / Eduardo Torres Alonso

«Vamos a tener más policías», «Disminuiremos el desempleo», «Habrá agua todos los días», «Multiplicaremos en cinco el número total de luminarias», «Brindaremos un apoyo económico mensual a las mujeres», «Incrementaremos el salario de los trabajadores». Las anteriores son las expresiones cotidianas de cualquier persona que esté en campaña. Al parecer, en los periodos electorales, se puede prometer todo a todos sin decir cómo se cumplirán esas promesas. El qué ya se sabe, pero no el cómo. Y gobernar es una conjunción virtuosa del qué hacer con el cómo hacer, además de dónde, cuándo, con cuánto y con quiénes hacerlo.

Más policías, más empleo o mejores servicios de agua potable y alcantarillado son, indudablemente, una necesidad en los 2,469 municipios de México; sin embargo, pocos –muy pocos– tienen los recursos humanos, técnicos y financieros para mejorar las condiciones reales. Entonces, de la campaña y el vacío discursivo que impera en ellas, se debe pasar a la gobernación sustantiva. No resultan, pues, suficientes las declaraciones seductoras o estruendosas o las frases reiterativas.

Gobernar implica decidir. Decidir qué se va a atender. Porque existe una realidad: aun con una adecuada administración y gestión del erario, los recursos son finitos. Existe un impedimento casi imposible de sortear: no hay dinero que alcance. Frente a esto, identificar lo que se hará viene a ser la manera de gobernar. Gobernar por políticas, dicen los clásicos de las políticas públicas. En efecto, eso es lo que hay que hacer: identificar problemas y atenderlos con precisión, considerando sus especificidades y las de la población inmersa en ellos, en lugar de acciones que homologuen a la ciudadanía, haciendo abstracción de las diferencias existentes. Las políticas públicas no son para todos, todo el tiempo. Responden a problemas específicos.

Las políticas públicas son aproximaciones constantes a lo que se quiere lograr o solucionar, y tienen pasos: problematización, diagnóstico, formulación, ejecución y evaluación. Estas etapas, propias de un ciclo, permiten a quienes gobiernan tener la mejor opción para intervenir. El aspecto más importante es la problematización porque no toda inquietud, disgusto o inconformidad de la ciudadanía es un problema y menos un problema público que deba entrar en la agenda gubernamental. En la primera etapa se identifican los problemas que tienen impactos negativos en capas sociales y cuya aceptación es tal que se reclama que se tomen medidas. Pero los problemas no existen como tales en el espacio público: se construyen socialmente a partir de creencias, valores e intereses, y hay evidencia empírica que demuestra los impactos negativos. Sin datos, cifras, hechos, ¿cómo?

La etapa de diagnóstico permite conocer las causas del problema y presentar una alternativa de solución. Aquí se tienen que conocer los efectos directos e indirectos del problema, su evolución (si es estable o exponencial) y su tipo (económico, político, sanitario, etc.). A partir de esto se define un mínimo aceptable como propuesta de solución. Algunos problemas públicos son tan complicados de solucionar que muchas veces sólo puede atenderse una parte. Ejemplo de ello es la pobreza. Ningún gobernante municipal, estatal o federal terminará con ella en un periodo de gobierno, ni en dos o tres, mas se puede ir disminuyendo algún tipo de pobreza (alimentaria, material u otra). ¿Soluciona el problema por completo? No; ¿es una aproximación realista? Sí; ¿es suficiente? No.

La formulación representa el momento en que se le da contenido a la política pública: qué y cómo se hará. Esto, sin embargo, no puede ser una determinación individual. Una vez que se tiene la propuesta de actuación es necesario recabar las opiniones de grupos y sectores. Gobernar no sólo es la relación virtuosa que mencionamos al inicio o la acción de decidir sino también implica convencer. Si la propuesta de política pública no genera buenas reacciones en ciertos actores, en particular cuando la problemática es muy compleja, podría existir un rechazo y se tendrá que tomar una opción distinta. Esto no significa políticas públicas a modo y dejar contentos a todos.

El momento de ejecutar la decisión llegó. Para ello se requiere una efectiva coordinación en el gobierno, ya que distintas áreas tienen relación con el problema. Ningún problema es sólo político, o económico, son transversales y, por ello, se requiere el concurso de distintos actores para su solución.

Finalmente, evaluar la acción implementada o ejecutada es fundamental para conocer los impactos, registrar los errores y corregir los desatinos. La evaluación permite saber si la política sigue siendo necesaria o requiere alguna modificación. Evaluar tiene una importancia política. No hacerlo también.

Pasadas las elecciones y dirimidas las impugnaciones ante la justicia electoral, las personas triunfantes deberán quitarse la camiseta de campaña y empezar a gobernar. Ciertamente, las declaraciones, frases e ideas (básicas) del periodo electoral cumplieron su propósito, pero no son sustancia para dirigir. Apenas demuestran líneas de acción. El qué ya lo dijeron y lo repitieron, se necesita más a la hora de ser cabeza de la administración pública.

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