Hoja de apuntes / Enrique Alfaro

La incertidumbre insana

En los procesos electorales siempre se ha considerado de manera positiva la incertidumbre de saberse quién será el triunfador pero en Chiapas la intromisión del gobierno en la vida interna de los partidos políticos ha llevado la falta de certeza a etapas previas: está en duda el procesamiento legítimo de las candidaturas a la gubernatura.
Fuera de la seguridad de su deseo de contender, los aspirantes no tienen ninguna seguridad de lograr figurar en la boleta electoral y menos de porqué partido o partidos podría darse su postulación porque el control de las candidaturas está en manos de palacio.
En medio de la anormalidad democrática se ha llegado a la condición ridícula de que las militancias de los principales partidos políticos no tienen la mínima certeza de incidir en la designación de sus candidatos, ni en las alianzas que se construirán.
Recapitulemos
Tras la derrota del Partido Revolucionario Institucional en la elección presidencial del año 2000, el país finalmente llegó a la «sana incertidumbre» democrática: Independientemente de las encuestas, ya no se tiene la certeza de qué candidato ganará la próxima contienda.
A su vez, tras el triunfo panista en la primera magistratura de la nación se aceleró la alternancia en las entidades federativas. En el mismo año 2000, en Chiapas por primera vez ganaron la gubernatura partidos distintos al PRI.
Sin embargo, la alternancia en la entidad no significó la democratización del quehacer público: Los gobernadores, indistintamente del partido de origen, siguen siendo virreyes que mantienen bajo su control los poderes Legislativo y Ejecutivo y, más allá, sostienen una intromisión burda en la totalidad de partidos políticos.
Pero en Chiapas se ha llegado bastante lejos al grado de convertir la «sana incertidumbre» en una «incertidumbre insana» donde todo puede ocurrir.
La injerencia del gobernador Manuel Velasco en los institutos políticos ha llegado a tal grado que tiene raptada la decisión de quienes serán sus candidatos a la gubernatura.
Ninguno de los actuales aspirantes sabe con certeza por qué partido va contender. Todo puede suceder, en todos los partidos, porque la determinación de su principal candidatura en el estado no la tomarán ellos sino el poder.
Ni Eduardo Ramírez, ni Fernando Castellanos, ni Zoé Robledo, ni Paco Rojas, por ejemplo, tienen la certeza de que serán candidatos de sus propios partidos. Algunos porque el poder busca impedirles sus aspiraciones y otros porque esperan a que les instruyan por qué institutos contenderán finalmente. Nadie tiene la certeza de nada, ni de su propia militancia de cara a la próxima elección, aunque digan lo contrario.
Las dirigencias
Desde su postulación a la gubernatura, Manuel Velasco se entrometió en la vida interna de los partidos políticos.
En el Partido de la Revolución Democrática la intervención fue más que evidente. Los actuales funcionarios perredistas de su gabinete operaron dentro de su partido a favor de la campaña velasquista y en contra de la pasada candidatura del sol azteca. Los hermanos Morales Vázquez, Rutilio Escandón y el ahora dirigente estatal, entre otros, operaron abiertamente a favor de Velasco.
De entonces a la fecha se ha operado lo necesario para tener el control de los partidos en Chiapas. Las dirigencias en funciones no se deben a su militancia sino al poder que los apoyó para llegar a ella.
Cesar Espinosa, del Partido de la Revolución Democrática y Janette Ovando, del Partido Acción Nacional, son el mejor ejemplo de liderazgos partidistas al servicio del gobernador en turno.
Por su parte, en Morena reina el caos y el pragmatismo de su único líder nacional puede dar paso a una candidatura local externa que le sume votos en su aspiración presidencial.
Los gobierno de coalición
Todos los avances que se dan en la legislación federal, motivo de una sana discusión política e intelectual, se pervierten en los estados.
Por ejemplo, la legislación de las candidaturas independientes en las entidades federativas ha sido motivo de un grosero manoseo por parte de las legislaturas locales.
En el caso de las coaliciones partidistas, en las próximas elecciones locales podremos ver el triste espectáculo de ver las alianzas más extrañas, más antinaturales, por la misma decisión del poder.
Además de esta «novedad», veremos el paso de «gobiernos plurales» a «gobiernos de coalición» —tema de moda— aunque en ellos no esté representada la diversidad política e ideológica de la sociedad chiapaneca.
Como no puede evitar estar presente en los temas de boga, Velasco querrá conducir la conformación de la próxima administración a una condición de «gobierno de coalición», aunque sólo sea en el discurso y apariencia, para que todo siga igual.
En Chiapas los gobernantes han pervertido a la mayor parte de la clase política que retoza feliz compartiendo las migajas de poder. Por supuesto, hay pocas excepciones.
El alquimismo del poder chiapaneco está convirtiendo la política en achigual.

Las condiciones de Veracruz y Chiapas

Javier Duarte es joven. Era, hasta hace unas semanas, un joven gobernante en medio de una clase política vieja. Surgió de un partido que se ha distinguido por su alta corrupción. Duarte creció dentro del poder, sin conocer de ética, honestidad y límites. Insensible, caprichoso, rodeado de ambiciosos, todo lo conseguía. También odiaba rendir cuentas… Da miedo extrapolar las condiciones de Veracruz a Chiapas.

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