INE: estocada final a la credibilidad pública / Miguel Ángel Reyes Ballinas

«Lo superfluo, la brevedad, la pequeñez –intelectual y espiritual– es el signo de nuestros tiempos. Lo contrario significa aceptar riesgos innecesarios. «Poner un libro en manos de un ignorante es tan peligroso como poner una espada en manos de un niño». Esta sentencia de San Anselmo, aquel que pretendía y argumentaba ontológicamente probar la existencia de Dios, puntualiza sobre la prudencia de divulgar el conocimiento y preservarlo. Quiero continuar creyendo en esa oralidad divina que llena vacíos; aunque en momentos trágicos, turbulentos, de ayuno conceptual y «petrificación espiritual», me asalte y perturbe la propuesta de Cioram: «Atrás de la palabra acecha el abismo». Oscar Wong, discurso de aceptación del Premio Chiapas 2016.

[dropcap]I[/dropcap]ndependientemente del falso teatro montado para justificar una mediocre decisión política –que no jurídica—el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) le dio a la credibilidad pública de la autoridad técnica, la estocada final, adornada con un debate legaloide que los dejó en el mismo sitio de siempre: en el terreno de la desconfianza pura.

Dos Argumentos

Sólidos, probados, determinados por el «encuadre» jurídico, la razones que se esgrimieron y se detallaron en esa sesión del CG del INE, del viernes 19 de febrero pasado, reflejaron bien los hechos sobre los cuales se discernía la decisión a tomar: botarlos a todos o botar a unos cuántos de los Consejeros Electorales del Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC). Y ahí cometieron el primer error, porque todos tuvieron «culpa parcial» de cada momento donde «torpedearon» la voluntad popular.
Engañaron a los chiapanecos y nos impusieron a un diputado local migrante ganador que, viciado de origen, se prestó a la manipulación del padrón de chiapanecos en el extranjero, robaron identidades y pretendieron «camuflar» sus rastros de forma burda, porque una leve investigación dejó al descubierto la trama tan sosa como la decisión final.
Pero también se pasaron por alto una determinación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TFPJF) para hacer efectiva la paridad electoral, vertical y horizontal y, diez días antes, tuvieron que enderezar el entuerto y simular que nada pasaba, para llegar a unas elecciones dónde, el PVEM se impuso como partido oficial, incluso, en bastiones dónde históricamente el PRI había sido supremacía política y partidista desde siempre.

Argumentación y Burla

Toda la argumentación de cada caso, estuvo intensamente explicada por los consejeros electorales y los representantes de los partidos políticos que configuran el acceso al poder en México: era más que una decisión legal, jurídica, en el marco de la ley, una determinación política, pública, de credibilidad y restauración del respeto, no sólo por las cinco horas de debates y las tres rondas de argumentación legaloide (Sí, legaloide, porque fue una farsa, no sirvió más que para completar la trama), sino porque se trataba de demostrar autoridad sobre un OPLE viciado por la intervención del poder estatal, que pretendió una burla a los chiapanecos y no hubo el mínimo castigo por ello.
Castigo que significaba la remoción (destitución, separación, despido, como fuera) para recuperar un poco la credibilidad, para resarcir el agravio público de la burla de un puñado de «expertos» en materia electoral que todavía se dan el lujo de defenderse en bloque, como en bloque actuaron cuando permitieron y construyeron el fraude en las elecciones y, en bloque, debieron irse.

Dignidad y Vergüenza

Hay algo que resalta de este episodio nacional con relevancia estatal: la falta total de vergüenza de los imputados que, cargados de razón, se atrevieron a «retar» a la autoridad nacional, sabedores que los tentáculos del poder los iban a proteger por ese servicio prestado a la causa, a costillas del descredito y el señalamiento, llevándose entre las patas a una de las pocas instituciones que quedaban –sí, que quedaban, porque ahora en Chiapas ya no se les cree— en cuanto a confianza y prestigio.
Es más: el poder que los sostuvo en sus posiciones simplemente se reacomodó, echó a la calle a quienes resultaban incomodos para la conformación de una mayoría en el Consejo General del IEPC, «futureando»en las elecciones del 2018, donde podrán hacer lo que les plazca.

2018: ¿Cuál Credibilidad?.

Y así llegaremos a la elección chiapaneca del 2018, con una autoridad con cero credibilidad pública, impuesta y sostenida a capricho del poder en turno; eso sí, con mejores argumentaciones legaloides y con harto discurso que ofrecer.

¿Sobre qué bases vamos a confiar en esta autoridad electoral, corrupta y fraudulenta, cuando organicen y califiquen la elección de gobernador en 2018?, ¿Cómo le vamos a creer que los alcaldes que se reelijan en el siguiente periodo ganaron con imparcialidad, limpieza y dentro de la legalidad?, ¿Cómo se va a construir la mayoría legislativa del próximo Congreso: desde cuentas IP ficticias, desde padrones manipulados, desde simulaciones electrónicas del voto?.
Le pegaron al último resquicio de credibilidad, en la exacta dimensión que comprende Chiapas y, sobre este tema, estaremos discutiendo una agenda electoral en las postrimerías del relevo político que ha comenzado con un mal paso, un pésimo y gravísimo antecedente.

Morales Urbina: Aguantar Callada

Y es la consejera presidenta la representación más clara de este episodio de vergüenza, porque demuestra que no tiene una moral a la cual asirse en estos momentos dónde no sólo pierde su credibilidad profesional, sino que se somete, acepta y cree, que ha hecho lo correcto, cuando toda las pruebas dicen lo contrario: que lideró una banda de delincuente electorales aferrados al poder, que se burlaron de los chiapanecos (y en sus narices), pero que en este país del no pasa nada, el tiempo lo supera todo.
Hay que darle una estrellita de pegatina en la frente: aguantó callada su aportación al entramado (el guión se sale ya de la conspiración y entra en el terreno de la pudrición total) y entregó su férrea disciplina al trabajo a un silencio sepulcral que la va a estigmatizar a partir de ahora, con desvergüenza y deshonra pública, pero ahí parece estar cómoda y más se parece a su objetivo final trazado.
A ese destino fatal es al que no debemos acostumbrarnos y al que debemos pasar, del asombro y la indignación, a la acción y la condena; y debieran existir principios personales que orienten la función pública, pero de eso ya no nos queda nada. Se llama ética pública y está perdida en el limbo de nuestra historia reciente.

Los que Vendrán

Aceptando la responsabilidad del dicho y, conociendo este terrible y pésimo antecedente del INE, es importante que se abra la convocatoria para renovar a esos tres consejeros, con mejores versiones de los que se fueron (si se le busca hay buenos chiapanecos, de formación, probidad y profesionalismo), pero deberían agregar todo un historial de decisiones probadas –y comprobadas—de que no caerán en esa maldita tentación de ver al ciudadano como meros números y no seres pensantes.

¿Y la Sanción?

Bueno, botaron del Consejo General a tres miembros y, supongo, Morales Urbina seguirá de Presidenta y ya con su mayoría a modo, impondrá nuevamente en la Secretaría Ejecutivo a Jesús Moscoso Loranca para cuadrar el equipo. La pregunta final es: ¿Qué sanción les toca a esos tres despedidos?, echarlos a la calle y no ejemplificar con su pésima actuación, sería tan igual como castigar a un ladrón, poniéndole un negocio de cerrajería…a domicilio.

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