Informe y Glosa: formatos superados / Miguel Ángel Reyes Ballinas

Diseñado para un tiempo donde la máxima figura política del país debía cada año «rendir cuentas al pueblo», el formato del informe de gobierno presidencial derivó en una compartición del foco del poder extendido al gabinete: que todos pasen al centro de la atención, más como un acto solemne de vanidad, que como un ejercicio republicano de rendición de cuentas.
Salvo contadas excepciones, la legislatura chiapaneca actual no ha demostrado nivel suficiente para entender la diversidad de temas –y de problemas– que cada miembro del gabinete legal y ampliado del gobierno del estado ha llevado hasta su soberanía: en muchos casos no conocen del tema y, en la mayoría de ellos, no les interesa.
Este formato de glosa del III Informe de Gobierno está contenido en la Ley Orgánica del poder Ejecutivo de Chiapas y desde su autoobligatoriedad, subordina al Legislativo a escuchar un «parte de novedades» de la idealidad en la que gravitan los funcionarios del gabinete estatal: avances, logros, metas alcanzadas, indicadores superados, cifras alegres, «cuentas y cuentos» que cayeron en oído sordos que no se tomaron –ni se tomarán– la molestia de reflexionar, analizar, discutir y cuestionar.
Dos que tres diputados cuestionaron a los comparecientes –cuando no les llevaron armadas las preguntas a modo– y «pusieron en jaque» el panorama irreal que presentaron los titulares de las dependencias, más que como un acto de rigor profesional, espontáneo, como un «despiste» ante la urgencia de hacerse notar y de decir que estaban ahí, aunque sea de cuerpo presente.
Y también hubieron excepciones en cuanto a los comparecientes: preparados en su tema, conocedores a fondo de cada dato expuesto, seguros en lo que estaban diciendo, preparados para cuestionamientos «duros» que nunca llegaron. Eso también es preciso y justo decirlo.

Origen, diagnóstico y propuesta

Todo inicia porque el informe de gobierno correspondiente al 2015 fue modificado, vía reforma de ley, para presentarse hasta Enero, cuando siempre había sido en Diciembre, para cerrar el año, rendir cuenta y comenzar de nuevo.
Pero la esencia misma del formato del informe no se modificó: leer ante el pleno del Congreso un discurso que diera «cuentas alegres» del estado de arte que guarda la administración pública de Chiapas, salir entre vítores, y arrancar una campaña mediática de autopromoción en todos los medios de comunicación con el propósito de lucir a nivel nacional con otros fines «futuristas».
Y le siguió una glosa del informe de puro trámite, con la varios funcionarios encargados de despacho, entregando pormenores que nunca tuvieron pies ni cabeza: pesca, transporte, hacienda, pueblos indios, mujeres y desarrollo social, entre otros, llegaron como se fueron, sin mayor relevancia que su mortal presencia en la sede del Congreso.
Pero la dinámica parlamentaria permitiría ampliar y profundizar más este ejercicio de transparencia (primera obligación de origen), para realmente conocer cuáles son las situaciones críticas de cada sector: que se presenten diagnósticos reales, precisos, metodológicos, que expongan una realidad lo más exacta posible, que no se aparente, que no se «maquille» sólo con logros y cifras, que se diga la verdad: que sepamos en dónde estamos y hacia dónde podríamos ir, qué tenemos que cambiar y cómo podríamos hacerlo.
La idea sería que fuera un ejercicio de apertura verdadera, de autoexploración, medición y mejora continua por tema, que se suelte no sólo la rigidez del formato (del parlamentarismo de mediados del siglo pasado) si no de las ataduras políticas al interior: que cada diputado pueda cuestionar con libertad, sin el temor de herir susceptibilidades, de despertar el rencor del funcionario, que pregunte, cuestione, como lo haría un ciudadano común interesado en traducir ese lenguaje que utilizan los tecnopolíticos, para que exista obligación en ambos bandos, unos preparados para cuestionar y otros para responder.
Se trata de que la democracia no solamente sea efectiva, sino real, que la representación legislativa chiapaneca, eleve su nivel de participación en la vida pública: necesitamos políticos profesionales de ambos lados, unos haciendo políticas públicas efectivas desde el gobierno y otros, representando a los chiapanecos con mayor y mejor nivel.
Se trata de construir historia de gran significado para el presente y futuro, no de pasar «sin pena ni gloria» por este momento de la vida de Chiapas que nos exige a todos, lo mejor de nosotros mismos.

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