La Esquina Rota / Francisco Félix Durán

Monstruo: ¿Se puede tener un cerebro de cerdo en el cuerpo de un hombre? 

En tanto la antropología estudia los hechos, el periodismo estudia la verdad a partir de un hecho, pero ¿la verdad según quién? Hago esta pregunta porque un suceso cuenta con varias percepciones y todo depende del ángulo en que se mire o el papel que se viva durante el acontecimiento. Existen víctimas, héroes y espectadores, según quién atestiguó y como se difunda la información, este ejemplo lo podemos encontrar en la película “Monstruo”, del director japonés Hirokazu Koreeda.

El filme se centra en Minato, un niño de quinto grado que comienza a cambiar radicalmente su comportamiento y presenta alertas de abuso, situación que es vista desde diferentes perspectivas durante toda la película, como su madre que supone violencia por parte de su profesor, mismo que trata de salvar su carrera tras las acusaciones del niño y la directora de la escuela que solo le interesa el honor de su institución, existiendo muchas versiones de lo que en realidad sucedió por parte del alumnado.

En ese contexto, nos encontramos con Yori, un amigo de Minato que comienza a desenredar el rompecabezas del largometraje y quién asegura tener el cerebro de un cerdo, por lo tanto, supone ser un monstruo y está situación pone en tela de juicio lo que le enseñamos a nuestros hijos cuando pretendemos que vayan contra su naturaleza.

Si bien es cierto que hay personas que se atreven a decir que las y los niños son malos, lo cierto es que lo bueno, lo malo y los valores morales los aprenden de sus padres, pero los problemas surgen cuando la naturaleza del niño o niña va contra la moralidad de la familia o sociedad en la que nace, entonces tratan de modificar al infante y cambiarle el cerebro de cerdo por el de un humano normal, pero en realidad quién es el anormal.

No me gustaría seguir escribiendo sobre la trama de “Monstruo”, ya que es un filme que nos mantiene atentos a cada una de las versiones de los personajes y no es mi intención generar spoilers, pero en cierta medida me recordó al libro “El Golem”, del escritor austríaco Gustav Meyrink.

De acuerdo con lo anterior hay una frase en esta novela que me llama la atención: “No debemos confundir crear con criar: quien crea inventa; quien cría, mantiene”. Al igual que el Golem, los niños son creados y se intenta criarlos de acuerdo con las normas de la sociedad, pero con una educación definida en el hogar y cuando las reglas de una u otra son asignadas en contra de la voluntad y naturaleza del sujeto, los desenlaces no suelen ser alentadores.

Aquí mi invitación a reconocer y tolerar las decisiones, así como la naturaleza de los demás, aprendiendo a observar y comprender se pueden identificar los verdaderos males que afectan a nuestros seres queridos, en donde el hogar es el punto de partida para su desarrollo y aceptación.

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