La IA en la educación / Eduardo Torres Alonso

El uso de equipos de cómputo portátiles, dispositivos inteligentes y conexión a Internet es común en la educación. En los niveles medio superior y superior esto es más que evidente, pero en la primaria y secundaria tampoco es extraño que se empleen para como recurso de apoyo. La tecnología tiene una presencia relevante en los ciclos de formación, ya sea como instrumento para almacenar y procesar información como para la obtención de datos. La veracidad de estos o la calidad en los análisis que se deriven de los programas informáticos es otra discusión.

Si esto ya es un hecho y hoy se ve normal, aunque al inicio aparecieron como elementos disruptivos, en la actualidad la discusión sobre Inteligencia Artificial (IA), –un avance que, de suyo, es significativo en el desarrollo de tecnología–, tiene ecos de cuando apareció el Internet: unos dijeron que era una nueva etapa en la humanidad haciéndola más “inteligente” (aunque acceso a mayor cantidad de información no signifique eso), mientras que otros expresaron su pesar al considerar que un repositorio de esas dimensiones (entre otras funciones), significaría el fin de creaciones tan fantásticas, como el libro. Ni una ni otra cosa han pasado. La sociedad no incrementó su inteligencia, aunque con la red sí posee más información en tiempo real; ni los libros ni las bibliotecas desaparecieron, por el contrario, hay una convivencia sana entre libros impresos y electrónicos.

En cuanto la IA, esta ha generado un debate profundo sobre sus implicaciones y consecuencias para múltiples áreas de la vida colectiva. La incalculable cantidad de información que a diario recopila la IA pone en peligro la privacidad de las personas y su propia identidad, además de que un mal uso de aquella puede “confundir” la verdad; es decir, hacer pasar como verdadero algo que ella misma creó. En sentido opuesto, se ha alegado que la IA puede hacer más fácil y saludable la vida de las personas, al tener asistentes que realicen tareas cotidianas y dispositivos que monitoreen signos vitales.

Con todo, la discusión sobre su uso en la educación ya llegó y las instituciones dedicadas a la enseñanza están tomando provisiones. Algo es un hecho: no se puede detener que la comunidad estudiantil y docente no haga uso de ella, pero sí se puede utilizar de forma reflexiva, responsable y crítica.

La UNESCO ha considerado que el vínculo entre educación e IA aparece como algo que no será transitorio; por el contrario, es fuerte, por lo que considera que dicho vínculo debe integrar una triada: aprender con la IA (uso de la IA en los salones), aprender sobre la IA (sus tecnologías y técnicas, así como elementos éticos) y prepararse para la IA (socialización crítica de los impactos en la vida diaria).

No es una tarea sencilla, pero la labor de educación sobre inteligencia artificial resulta imprescindible para que sea una herramienta en beneficio del mayor número de las personas.

La puerta para cometer actos con ausencia de integridad académica está ahí, es grande y fácil de pasar. El uso responsable de esta tecnología es lo que hará diferencia entre un futuro mejor para todos o uno de abusivos, cínicos y aprovechados.

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