La lealtad como virtud política / Mauricio Sosa

“Los genios conciben y estructuran una gran causa y la realizan, pero no se sirven ni se aprovechan de ella para sí. La gran satisfacción está en haber interpretado con fidelidad y lealtad los anhelos y las esperanzas del pueblo”

– Hipólito Yrigoyen

En la construcción de una narrativa trascendente, son las hazañas o decisiones las que dan sentido a las grandes epopeyas o leyendas patrióticas que ciñen la historia política de un país; sobre esas acciones, crece una especie de aura de valores morales que supera el espacio y el tiempo, manteniendo viva la llama de aquellos referentes que a través de los años seguimos conmemorando.

Hace unas semanas, volvimos a ser testigos de un momento icónico para las y los chiapanecos, el protagonista fue uno de los nuestros. Y es que, si bien es cierto, renunciar a nuestros objetivos es difícil, renunciar a lo que más anhelamos puede ser muy complicado, por lo que una decisión de tal magnitud requiere sabiduría y carácter, y eso solo te lo da la experiencia que a la postre se traduce en madurez política y altura de miras.

Gobernar nuestro estado es el sueño más preciado para aquellos políticos con amor a su origen; entender que nuestro principio es nuestro destino, habla de un sentido de arraigo por aportar nuestro granito de arena y retribuir lo que tanto nos ha dado Chiapas, y ese fue el caso de Zoé Robledo. Los conocedores dicen que en política es virtud comprender los tiempos, pero él no solo dimensionó su momento, sino que sacrificó la oportunidad inmediata por cumplir el sueño y antepuso su papel nacional por seguir construyendo y fortaleciendo un sistema de salud que, a su vez, será un legado para las próximas generaciones, y ese magnífico gesto de lealtad lo tiene muy presente nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador.

Durante la mañanera del pasado 25 de agosto en el estado de Guerrero, lugar donde nació la Revolución de Ayutla en 1854, Zoé fue contundente, “la patria es primero, acompañar al presidente López Obrador es como acompañar al presidente Juárez y su gobierno”; a partir de eso, podemos entender la profunda lealtad, no solo al hombre, sino también al proyecto encaminado a cambiar la realidad de millones de mexicanas y mexicanos que claman justicia social y progreso.

Juárez a su vez, también contó con hombres probos, que lucharon hombro con hombro por un mejor México, y aunque las condiciones eran totalmente adversas a las que vivimos hoy, son esos grandes gestos o decisiones que nos persiguen hasta nuestros días para decirnos que los principios, las convicciones y los valores hacen al político moderno.

Melchor Ocampo junto a Juárez, fue un fiel impulsor de las reformas para separar el poder de la iglesia con el Estado, lo distinguía una personalidad sobresaliente y una visión de un México integral que defendiera su soberanía con dignidad y orgullo ante el embate de intereses internacionales, solo la muerte lo separó del proyecto liberal, lo recordamos por su honorable frase “Me quiebro, pero no me doblo”. Otra gran figura fue la de Santos Degollado, que ante la precariedad económica que azotaba al gobierno de Juárez y que impactaba a un ejército desvalido con constantes complicaciones en su articulación por la pobreza y el hambre en sus filas, siendo general, él mismo costuraba y zurcía el uniforme de su tropa, demostrando un gran ejemplo de humildad y amor en la defensa de la nación. No podemos olvidarnos del gran Guillermo Prieto, abogado de profesión, quien, siendo ministro de Hacienda en 1858, mientras el presidente Juárez había sido detenido en el Palacio de Gobierno de Jalisco víctima de una traición y a punto de ser fusilado, se interpuso entre las armas del pelotón cubriendo el cuerpo del presidente gritando a los traidores “¡Levanten las armas, los valientes no asesinan!”, salvando con esto no solo su vida si no manteniendo viva la resistencia de la República como gobierno legítimo.

A partir de lo anterior, me permito evocar a otro grande, y es que Justo Sierra decía, “Sin los Ocampo, las revoluciones no son posibles; sin los Juárez, no se hacen”, adaptado a nuestros tiempos históricos yo diría, sin personas con la integridad política de Zoé Robledo, las revoluciones no son posibles, pero sin los López Obrador, simplemente no se conciben, y precisamente ahí radica la importancia de resaltar los actos de congruencia en esta 4ta Transformación; son brújula para las nuevas generaciones políticas, donde la lección es clara, antes que lo personal está el interés colectivo, y lo principal en este caso fue un mensaje de lealtad al presidente y al proyecto de nación de la 4ta Transformación que versa con claridad, “antes que sea gobernador de Chiapas terminaré la obra, dotar a 66 millones de mexicanas y mexicanos de un sistema de salud eficiente y de calidad”, un reto histórico pero a la altura de las posibilidades de aquellos que aspiran, con la lealtad y congruencia, pasar a la historia como referencias patrióticas.

 

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