En la Mira / Hector Estrada

El Chiapas de las protestas permanentes

Las calles se han convertido en el foro recurrente para el hartazgo y la indignación social que vive Chiapas, así quedó demostrado el pasado fin de semana cuando las principales calles de Tuxtla se llenaron nuevamente de protestas multitudinarias; el viernes por la educación, el domingo contra le violencia de género, hoy sería el sector transportista y mañana lo que se supondría sería una marcha de la mismísima burocracia estatal.
Y es que, la inconformidad expresa en las manifestaciones, huelgas, enfrentamientos violentos y tomas de edificios públicos se ha convertido prácticamente en «el pan nuestro de cada día» para quienes habitamos este pedazo del México convulsionado llamado Chiapas.
Con el paso de los meses en la desafortunada actual administración pública estatal el hartazgo social ha sumado rostros, consignas y protagonistas de la disidencia sexenal. Así han sido los pueblos indígenas, los empresarios, los transportistas, los agricultores, las mujeres, la población LGBTI, los docentes o el electorado agraviado quienes se han turnado las calles para gritar su indignación.
En eso se ha convertido Chiapas. Una entidad que si bien nunca ha disfrutado de esa prolongada «paz inmortal» que tanto alude en su himno, desde hace mucho no padecía una situación de tanta crispación y hartazgo social a consecuencia de las administraciones estatal y federal, cortadas con la misma tijera y por lo tanto con las mismas anomalías de manufactura.
La manifestación del magisterio el día viernes fue histórica por razones que van más allá del movimiento magisterial mismo. Fue la participación ciudadana y la suma de voluntades lo que agregó valor a un movimiento que parecía herido de muerte.
Con todo y la minimización de las cifras a manos de los mismos medios tradicionales, acostumbrados a hacer de la información un asunto de estricto negocio, la marcha del viernes le dejó en claro a las autoridades de los tres niveles de gobierno que la indignación sí puede generar aún mareas amenazantes que, incluso, hicieron cambiar de opinión a los poderosos a la hora de pensar en el uso de la fuerza pública.
Pero la manifestación del domingo no fue menor. Si bien en número no se equiparó a la movilización magisterial, el reclamo pareció resonar con mayor fuerza. «La violencia machista contra las mujeres debe detenerse ya». Ni una más debe ser víctima de esa violencia tan arraigada, pero también solapada por quienes deberían prevenirla y combatirla.
El problema se ha querido minimizar o ignorar a conveniencia porque la sangre de las víctimas ha estorbado a muchos políticos en su afán de ufanarse con las medallas de la ficticia paz y seguridad social. La omisión gubernamental nos las está matando y las cosas no pueden seguir así. Por eso la importancia de una movilización nacional como la del domingo.
Así, aunque las protestas de hoy y mañana parecen haberse suspendido por mesas de negociación, la responsabilidad gubernamental en la inconformidad e indignación social resulta innegable. La falta de oficio político y voluntad para abordar problemáticas han convertido a Chiapas en un polvorín de estallidos constantes con una factura que podría hacerse efectiva para el 2018.

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