En la Mira / Hector Estrada

Cobró la naturaleza otra factura a Tuxtla

La irresponsabilidad gubernamental y ciudadana en torno a la cultura de la prevención y el desarrollo urbano irregular cobraron costosas facturas este viernes en la capital chiapaneca cuando la naturaleza reclamó sus espacios entre el concreto de las calles y los arroyos embovedados que terminaron colapsado ante la intensidad de las corrientes pluviales.
En estricto apego a la honestidad, se sebe reconocer que lo sucedido este fin de semana en Tuxtla Gutiérrez no puede atribuirse a un sólo responsable. La responsabilidad de semejante tragedia tiene muchos más protagonistas y años de antigüedad, donde la ciudadanía también debe admitir su importante participación.
En 2008 un grupo de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) advirtió que la pésima planeación y crecimiento urbano de la capital chiapaneca la hacía una ciudad altamente susceptible a deslizamientos, escurrimientos de alto riesgo, inundaciones y hundimientos debido a la gran cantidad de arroyos sepultados bajo la mancha urbana.
La misma advertencia fue hecha una y otra vez por organizaciones civiles como los «Amigos de la Cuenca del Río Sabinal» quienes documentaron el alarmante deterioro de los viejos embovedados que se extienden a través de gran parte de las colonias y barrios céntricos de Tuxtla Gutiérrez. Y esa no era la primera vez que se advertía semejante situación.
El crecimiento descontrolado y arbitrario de la capital chiapaneca está plagado de errores, omisiones e irresponsabilidades que seguirán teniendo consecuencias. Por décadas, administraciones municipales y estatales autorizaros yo legalizaron el desarrollo de colonias sobre laderas e inmediaciones de afluentes donde era ilegal su establecimiento formal.
Pero también la ciudadanía tiene su cuota de responsabilidad y negarlo sería deshonesto. A conciencia muchas familias edificaron sus viviendas a orillas de arroyos o, peor aún, sobre afluentes embovedados que atraviesan los cimientos de sus viviendas. Y así viven hoy decenas en Tuxtla, sabiendo que habitan encima de verdaderas bombas de tiempo sobre las que sus padres, abuelos o ellos mismos decidieron vivir.
Ahí está el claro ejemplo del hundimiento de este viernes en el barrio San Francisco donde una vivienda construida a escasos dos metros por encima de uno de los embovedados terminó colapsando. Sin olvidar a las decenas de colonias formadas mediante «invasiones violentas» que ya padecen las consecuencias de habitar sobre zonas de alto riesgo, en laderas ahora cubiertas por concreto que endurecen los escurrimientos hacia las partes bajas de la ciudad.
Como muchas otras urbes del país y el estado, Tuxtla Gutiérrez es una ciudad mal desarrollada, y de planeación urbana mejor ni hablar. La capital chiapaneca requiere de megaproyectos millonarios que van más allá de trienios municipales o administraciones sexenales para poder ofrecer una solución real al problema de escurrimientos, hundimiento e inundaciones.
Por eso no debemos sorprendernos, indignarnos o desentendernos cuando los desastres a consecuencia de las lluvias se hagan presentes. Porque la responsabilidad es compartida y tiene su origen en decisiones tan riesgosas como las construcción de viviendas sobre arroyos, hasta simples actos cotidianos como el tapizar los sistemas de drenaje con basura arrojada irresponsablemente a la vía pública. Así de simple.

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