En la Mira / Hector Estrada

Entre informes huecos y clubs de aplaudidores

En medio de un fuerte cerco de seguridad, temerosas secrecías y un evento que se convirtió en un verdadero show privado «entre amigos», finalmente, este domingo el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, presentó su cuarto informe de gobierno en el que la gravosa realidad que hoy enfrenta la entidad chiapaneca fue la principal ausente.
Para nadie es un secreto que el cuarto año de gobierno de Manuel Velasco ha sido el más complicado, no sólo como gobernador, sino como joven participante de la política mexicana. El 2016 significó para el primer gobernador del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) el desplome final de su administración estatal y sus aspiraciones nacionales.
Y todo fue evidente este domingo durante su presencia en el Congreso de Chiapas. Manuel Velasco lucía incómodo, nervioso y nada contento. Fue un informe que, sin duda, hubiese preferido no entregar de manera pública. Por eso el aplazamiento persistente de la fecha y la exagerada discrecionalidad para revelar la hora exacta del evento.
Realmente no era para menos. El gobernador de Chiapas enfrenta ahora su peor momento en popularidad, aprobación social y evaluación sobre el desempeño. La vox populi ya lo etiqueta como el peor gobernador de la entidad chiapaneca; aun faltándole todavía dos años de gestión gubernamental y con antecesores tan controversiales como el propio Juan Sabines Guerrero.
Su discurso no sorprendió en nada. Como se esperaba, estuvo plagado de acciones (las pocas existentes) que ya habían sido expuestas y «cacaraqueadas» en informes pasados. Realmente no había mucho positivo qué informar, porque el resumen de los hechos relevantes acontecidos el año pasado está cargado de saldos poco halagadores para su desempeño como responsable de la gobernabilidad, el desarrollo y la estabilidad social en Chiapas.
Porque si realmente se tratara de informar sobre el estado que guarda la entidad el discurso hubiese cambiado mucho de todo y sentido. Velasco Coello hubiese tenido que hablar de episodios tan vergonzosos como los asesinatos en San Juan Chamula, la represión magisterial, el incumplimiento a empresarios locales, la persecución contra ambientalistas y/o defensores de derechos humanos.
Y qué decir de los feminicidios, la violación sistemática a los derechos de las minorías, el enriquecimiento ilícito de conocidos personajes políticos cercanos a él, la falta de obra pública, el desempleo, el cierre de establecimientos comerciales, la crisis hospitalaria, la debacle empresarial y, ahora, los miles de trabajadores despedidos injustificadamente para quienes sí se dirigió mediante un mensaje triunfalista de recorte a la nómina estatal.
Resulta inaguantable que temas como la reubicación de la planta de Pemex en Tapachula, las bajas cifras de inseguridad que Chiapas ha tenido durante décadas y la eliminación de una tenencia vehicular que él mismo regresó y volvió a eliminar continúen siendo los temas coyunturales de sus informes de gobierno. Ahora adornados en demasía por el nacionalismo de moda ante las acciones de Donald Trump.
El ridículo show privado de aplausos cómplices o bajo conveniencia de este domingo habla sin duda de los Chiapas que se viven aquí; uno, de ficción, de burbujas imperialistas y realidades de cúpula que sólo disfrutan las clases poderosas y gobernantes donde los problemas de la población no importan mientras se compartan las riquezas entre «amigos; y otra, de realidades lastimosas, autoritarismo, falta de oportunidades y descontento social que no necesitan de mucha explicación cuando se trata de una realidad mayoritaria. Así las cosas.

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