La mujer que meti a todo el pueblo al Teatro

La actriz, dramaturga, directora y productora de teatro Dolores Montoya Galguera falleció este sábado 02 de abril en Tuxtla Gutiérrez

Sandra de los Santos / Aquínoticias

Las y los estudiantes de teatro de Dolores Montoya Galguera que estaban desperdigados, como decía ella, este sábado 02 de abril al enterarse de su fallecimiento en Tuxtla Gutiérrez, salieron de nuevo para recordarla, mediante mensajes en las redes sociales recordaron lo que significó en su vida la maestra de teatro.

Dolores Montaya Galguera fue actriz, dramaturga, directora y productora de teatro en Tuxtla Gutiérrez. Inició a la edad de los 15 años con el grupo «Debutantes 15» de Gustavo Acuña, y desde ese tiempo hasta los 74 años de edad, que falleció, siguió entregando su vida a este arte.

Hay mucho que reconocerle a la maestra Lola: su tenacidad; la formación de cientos de niños y jóvenes, que encontraron en sus clases una forma de comunicarse y relacionarse con las y los demás; la formación de otras personas que ahora siguen haciendo teatro; sus obras. Pero,  tal vez nunca se ha dimensionado su contribución para que todo el pueblo entrara a los teatros para ver puestas en escena como «Bienvenido conde Drácula», «Don Juan Tenorio Chiapaneco» o «la marimba arrecha». Las y los Tuxtlecos se reconocían con lo que veían, el teatro no es ajeno a muchas personas en la ciudad gracias a ella.

Cuando se presentaban sus obras eran llenos totales. Las butacas del Teatro Emilio Rabasa eran insuficientes. Por igual llegaban al recinto: políticos, trabajadores, amas de casa y estudiantes. Lo que la maestra hacía en escena conectaba con el público.

Pero, Dolores Montoya no solo fue «profeta en su propia tierra», estaba muy orgullosa que una de las obras que había escrito «la caperucita feroz» hubiera estado en el Teatro Blanquita en la Ciudad de México con éxito durante seis meses.

En noviembre del 2021, Tania Broissin, directora del Teatro de la Ciudad Emilio Rabasa me comentó que la maestra Lola Montoya estaba delicada de salud. Me dijo que había platicado con ella y que la notaba, como nunca, decaída. Me era difícil imaginar a Lola de otra manera que no fuera caminando por el Teatro o el Centro Cultural Jaime Sabines. Hubo un tiempo en que nos encontrábamos de manera frecuente en los pasillos.

Hace cuatro años, precisamente por estas fechas, me la encontré en el patio del Centro Cultural Jaime Sabines. Platicamos de que hacía cuatro meses, que no les pagaban la pensión a las y los Premio Chiapas.

-Hicieran algo, maestra. Le dije refiriéndome a una manifestación simbólica o algo así.

– Ve, Sandrita, la otra vez estaba pensando si tomamos la caseta de San Cristóbal, pero fácil antes que lleguemos ya se nos murieron dos, y ni bien hemos cobrado la cuota del primer carro y ya a uno se le subió la presión, a otro se le bajó la azúcar, otro ya le empezó a chingar la próstata. -Me respondió con su tono peculiar de hablar-.

Cuando me dijo eso, solté la carcajada porque no solo eran las ocurrencias que decía, sino la forma misma en la que nos las entregaba a sus interlocutores. Recordé la primera vez que oí hablar sobre ella. Fue a Susana Solís Esquinca, estábamos por estrenar un programa y habíamos pensado que la maestra fuera nuestra primera invitada. Susi nos contó una anécdota tras de otra sobre Lola «se nos va a ir el tiempo» nos dijo, y así fue.

Un amigo me comentó ayer por la noche sobre su fallecimiento. Mientras leía todas las condolencias en redes sociales para su familia, las anécdotas con ella…el taxista que me regresaba a casa como que si supiera lo que leía en el celular me dijo: «que murió la maestra Lola, la del Conde Drácula». Me comentó que él y su familia jamás la trataron, pero que un par de veces fueron al teatro a ver sus obras, y que salían cansados de tanta risa.

Comparto dos textos de los tantos que leí en redes sobre Lola Montoya. El primero es de la periodista Susana Solis, y el segundo de Rocío Leos Pimentel, una de sus alumnas. Creo que ambos retratan quién era la maestra y lo que influyó en el teatro en Chiapas y también lo que significó en la vida de las y los Tuxtlecos.

Decía Lola que se dedicaría al teatro «hasta que yo falte…hasta que yo les haga falta». Ya nos haces falta, Lola. Estoy segura que descansas en un cajón de viva porque de muerta jamás te hallarías.

Con Lola Montoya se va una parte de la historia del teatro en Chiapas

Tenía quizá unos seis años cuando Lola llegaba a ensayar en mi casa de la segunda norte. Iba Ramón, su hijo, casi contemporáneo conmigo. Le atizaba a mi papá que hacíamos buena pareja y era por supuesto para hacerlo enojar y lo conseguía. Éramos unos niños divertidos, espectadores de nuestros padres que lo mismo ensayaban una obra de Carballido, Shakespeare o Salvador Novo. Nuestra infancia se nutría de cultura y ocasión.

En la segunda norte nació el conde Drácula gracias a la increíble ocurrencia de otro gran actor como fue Gustavo Acuña. Él fue el artífice de muchos parlamentos que obran en las grandiosas puestas en escena de Lola. Gustavo Acuña fue el inspirador y maestro que -ahora si- le daba cuerda a mi padre, Chelis Solís, y juntos armaban la historia.

Lola tuvo la virtud de recoger ese bagaje y convertirlo en textos, en puestas en escena que le valieron muchos reconocimientos. Esos chistes que hacían Gustavo Acuña, seguido por Chelis Solís, quedaron inmortalizados en el Conde Drácula.

Aún recuerdo el sepelio de mi padre, Chelis Solís, ese grupo de teatristas, encabezados por Lola hicieron todos los chistes y bromas que vivieron con mi padre. Un sepelio contrastante, con llantos y risas, y más risas, porque la muerte es tan solo un instante cuando tus hechos quedan en el recuerdo de muchos.

Con Lola se va una época del teatro en Chiapas. Todavía nos queda Socorro Cancino y Joaquín Gutiérrez, que quizá para algunos de los historiadores culturales deberían recurrir para hacer un buen trabajo de investigación sobre la época dorada del teatro, donde Chiapas brillo con todo su esplendor.

Descanse en paz mi querida Lola Montoya, quien siempre se dirigió a mi como Susanita, y no era para menos, el diminutivo prevalece cuando media el afecto. Sé que hoy, está con sus amigos, Gustavo y Chelis, quienes seguramente le están dándole la bienvenida con guitarra en mano y por supuesto, muchos chistes.

Lola, descansa y diviértete en paz, ya dejaste tu legado.

 Conocer el Teatro por medio de Lola

Hace muchos, muchos años, yo era una niña pequeña y mi mamá nos llevó a mi hermana y a mí al auditorio del Domo del ISSSTECH a ver una obra de teatro, «Bienvenido Conde Drácula», era muy pequeña y sólo tengo un recuerdo de esa obra que se presentó en la penumbra del escenario: un espanto indígena cubierto con una sábana blanca gritando «soy un gran muro» mientras daba un salto, recuerdo que salimos muy contentas comentando la obra.

A partir de ese evento, la familia Leos Pimentel se volvió fiel seguidora del trabajo de Lola, fuimos a ver una obra llamada «Ahí viene la plaga» y salí enamorada del rock and roll y mucho más del teatro.

Y si es pequeño el mundo y Tuxtla Gutiérrez es un pañuelo la vida nos juntó. En el COBACH 13 tomé mi clase paraescolar de rock and roll con Julio Velasco y mi hermana me llevó al Calmécac, allí la conocí, cuando me la presentó mi hermana se me cayó mi calzón de la emoción, no sé cuánto tiempo lo anduve presumiendo.

Ella me inspiró a escribir guiones, a desear ser directora escénica y todos los sueños (en mi caso) guajiros que decidí no realizar por miedo.

Parte de mis sueños se realizaron gracias a ella, no me dejó participar como actriz en ninguna de sus obras por ser muy joven y por ser muy blanca pero si me dejó participar en la comparsa del «Tenorio Chiapaneco» y de extra y backstage.

Me quedé con las ganas de volverla a ver y de volver a audicionar para estar en el frente del escenario.

La caguama de esta noche es en su memoria maestra Lola, ¡salud!

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