La otra primera linea que enfrenta el COVID-19

Se ha hablado del personal médico que tratan a pacientes positivos, pero existe un sector laboral que pocas veces se toma en cuenta, se trata de los que dan servicio al cliente en las farmacias, los que desconocen si quien está frente a ellos es portador del virus

Lucero Natarén / Aquínoticias

En Tonalá, Chiapas, al igual que en otras partes del país desde el inicio de la pandemia los establecimientos farmacéuticos tuvieron que adaptarse a las medidas de prevención contra COVID-19 al ser esenciales. Dentro del nuevo protocolo está el ponerse equipo de protección como cubrebocas y guantes. Algunos dueños por cuidar de sus empleados ejercieron medidas más drásticas.

Sarai de Lucio labora en una farmacia que se encuentra ubicada cerca del Hospital General «Juan C. Corzo» de Tonalá. Ella narra que desde que se dio el primer caso de coronavirus en el municipio, sus jefes decidieron bajar las cortinas de acero, y evitar que las personas ingresaran al local, por lo que optaron por atenderlos a distancia y en confinamiento.

«Hay clientes que se han molestado porque atendemos a puertas cerradas, pero lo que no entienden es que lo hacemos para cuidarnos y también protegerlos a ellos», reflexiona Sarai.

El local donde Sarai trabaja brinda servicios las 24 horas, por eso ella y sus demás compañeras corren riesgos continuos al desconocer si el siguiente cliente vendrá o no enfermo de COVID-19. Como equipo de protección a ellas les otorgan guantes, cubrebocas, caretas, batas, gel antibacterial, alcohol e incluso cloro, para desinfectarse cada vez que entran en contacto con un cliente.

«Mi celular al igual que el de mis compañeras ya no reconoce la huella digital de tan desgastada que está», bromea Sarai.

La preocupación de sus jefes por mantener a salvo a sus trabajadoras ha ido más allá de lo externo. No dudaron en desparasitar y vitaminar a sus empleadas ante cualquier eventualidad.

Pese a que sus manos se ven resecas e incluso irritadas por tanto cloro y desinfectantes, las empleadas dicen sentir menos miedo de contagiarse. Su rutina diaria de prevención incluye tés y el consumo constante de vitamina C.

Sarai lleva más de dos meses atendiendo «tras las rejas», pero sus jefes le comentaron que aun cuando las cosas regresen a la «normalidad», ellos seguirán atendiendo así, pues prefieren seguir previniéndose, -un claro ejemplo de la nueva normalidad-.

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