Los caminos de la maternidad / Laura Ramn

Ilustración de Mathilde Aubier.

¿Realmente, existe la libre elección de ser madre?  ¿Somos libres de elegir lo que la sociedad quiere que elijamos?

Existe la creencia social que todas las mujeres nacemos con el fin de procrear  y tomar el rol de madres, esto se basa en parte en una estrecha correlación entre las mujeres y el cuerpo humano, donde se identifica a las mujeres dado a su cuerpo fértil. En consecuencia, su cuerpo se juzga de acuerdo a la cuestión si es apto o no para concebir, ya que la capacidad de las mujeres para dar a luz se ve como lo más esencial de su vida y la justificación de su existencia.

Cuando hablamos de la maternidad es necesario conocer que este concepto viene ligado  a  un conjunto de creencias influidas por factores sociales y culturales. Siendo la maternidad entonces un constructo social el cual asocia el ser mujer con la maternidad, aún si en ellas no existe tal deseo.

Vislumbrar los diversos caminos que han llevado a las mujeres a ser madres conlleva  abordar las expectativas sociales  generalizadas en las sociedades occidentales natalistas. Dichas expectativas se pueden expresar en dos discursos: En primer lugar encontramos el «discurso de la naturaleza», el cual dicta que todas las mujeres deben ser madres sin remedio alguno, pues ese es al parecer su destino biológico. A las mujeres se les considera «madres de toda vida», y ante esta valoración las mujeres se encuentran atrapadas en las redes de la naturaleza, dado el supuesto que el potencial reproductor de la anatomía femenina las obliga a ser madres, dejándolas sin opción. En otras palabras, los conceptos históricos y culturales atrapan a las mujeres en el mito de la «ausencia de elección» por su sexo biológico, puesto que la sociedad se vale del «lenguaje de la naturaleza» para inducirlas a concebir y parir, a menudo hasta el punto de la tiranía biológica.  (Donath , 2017)

En segundo lugar se encuentra el discurso de la modernidad según el cual todas las mujeres de hoy en día tiene a su alcance un abanico de posibilidades,  por lo tanto el hecho de que tantas mujeres se conviertan en madres demuestra probablemente que todas ellas lo han hecho por voluntad propia.

Este discurso es opuesto al primero, ya que según  todas y cada una de las mujeres optan libremente por la maternidad, de manera activa, juiciosa, racional, actuando con absoluta libertad. Mientras que el primer discurso nos habla de una ausencia de elección ante la maternidad que está arraigada en antiguos términos de un determinismo biológico; pensar que se acaba teniendo hijos como resultado de una  voluntad interior es parte de la modernidad, el capitalismo y las políticas neoliberales, que reconocen cada vez a la mujer como dueñas de su cuerpo, sus decisiones y su destino. Hoy en día  más mujeres disponen de un mayor acceso a la educación y el empleo remunerado, de una mayor capacidad para decidir si tener o no una relación sentimental y con quién, cada vez hay más mujeres que son consideradas como individuos que escriben su propia historia de manera independiente, con derecho a numerosas opciones, entre las cuales pueden elegir con libertad, como consumidores conscientes.

Sin embargo, en este discurso se olvida que aunque la «libre elección» se presenta envuelta en principios de libertad, autonomía, democracia y responsabilidad personal, ese concepto resulta ilusorio cuando se pasa por alto las desigualdades, las coacciones, las ideologías, el control social y las relaciones de poder. Se dice que las mujeres deben interpretar su historia personal como producto de una elección personal, como si fueran las propietarias exclusivas de los derechos de autor. Así pues, se nos dice eso, pero al mismo tiempo se camuflan normas estrictas, conjuntos de conocimientos  morales, discriminaciones y poderosas fuerzas sociales que nos afectan profundamente tanto a las mujeres como a las decisiones que tomamos.

Entonces, ¿Somos realmente libres? ¿Somos libres de elegir lo que la sociedad quiere que elijamos? Parece que mientras optemos por una decisión acorde a la voluntad de la sociedad, las prioridades y los roles que se nos asignan – como ser madres,  mujeres sexualmente liberadas y cuidadosas en una relación sentimental heterosexual-, las mujeres ganamos estatus social como individuos libres, independientes y autónomos que tienen deseos y la capacidad de hacerlos realidad.

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