Mesianismo / José Antonio Molina Farro

Es antinomiano. Puede pecar todo lo que quiera y, aun así, ser salvado. La fe lo llena todo, es lo único necesario. Se cree, se siente depositario de la verdad absoluta. Es una teología del poder, fundamentalista y fanática. «Tengo la razón y te la impongo por tu propio bien». Trata los asuntos del Estado como si fueran suyos. Habla en nombre del «pueblo» para terminar suplantándolo. No cabe duda, hay una deformación patológica, una cabeza ejecutiva hipertrofiada que aplasta a todos los poderes y órganos formalmente autónomos. Es una regresión autoritaria disfrazada de vanguardismo. AMLO gobierna con vocación aislacionista, encapsulado en un juego autista. No escucha, vive ensimismado en sus creencias. Un caudillismo postmoderno, una expresión de antipolítica hostil a la arquitectura institucional. Hay quienes dicen que a un gobernante hay que darle el beneficio de cuando menos un año de gobierno para emitir juicios cercanos a la objetividad. Sobre ello, AMLO ha tomado decisiones en tan sólo cinco meses que ya lo desnudaron en su talante autoritario y su desprecio a las instituciones. A fuer de ser repetitivo, menciono algunas de ellas, la construcción de la Refinería de dos Bocas, la cancelación del AICM, la cancelación de las Zonas Económicas Especiales antes de su construcción; asignar obras multimillonarias sin licitación. Decisiones inhumanas como cancelar los Centros de Atención para Niños y Mujeres Víctimas de Violencia Familiar, la supresión de las Estancias Infantiles y el consecuente perjuicio para las madres trabajadoras; dejar en el desamparo a millones de mexicanos pobres por los drásticos recortes a los servicios de salud, los despidos injustificados de los trabajadores al servicio del Estado, etc. Su olímpico menosprecio a la ley lo define, lo revela…y no lo oculta. Si a su juicio una ley no es legítima no debe de cumplirse. En esto último ha sido consistente, todos recordamos cuando hace décadas espetó «¡Al diablo con sus instituciones!» Para muchos lo anima un genuino impulso justiciero, para muchos más es una abominación.
Ha demostrado gobernar con ocurrencias y desde el prisma de una ignorancia supina en los asuntos del Estado. Día tras día, tanto en sus mañaneras como en sus absurdas decisiones, lo definen sus obsesiones y su vocación de pontífice, con incondicionales dispuestos a decir amén. AMLO pregona su causa con pasión flamígera e inquisitorial. Asesina el pasado. Es un sacerdote de la destrucción. De las cenizas de la nada surgirá el Nuevo Orden. Es el mesianismo primitivista del que pregona que lo que empieza desde cero comienza desde el cielo. No puede entender que las estructuras institucionales son
instrumentos, no dogmas; se modelan con el tiempo y exigen una mentalidad mucho más pragmática que teológica, pues de lo que se trata es de lograr un hogar funcional para la convivencia común. Un intento de comprender el fenómeno AMLO debería recurrir mas que a la historia de las ideas políticas, a una historia de las pasiones y emociones colectivas, a una teoría de las imágenes políticas absolutas que han conducido la lucha por la conquista de las masas. Estas imágenes expresan instintos que se encienden artificialmente en el corazón de la gente. Hoy, como ayer, AMLO toma decisiones dentro de los parámetros del más rancio populismo. Polariza, es rupturista y maniqueo. Su terrorismo verbal convirtió en bandera el sectarismo. ¿Pero qué dice nuestra clase política en Chiapas?, que dicen las organizaciones sociales, los empresarios, los sindicatos, los columnistas, etc. Por fortuna, muchas voces han denunciado lo que consideran decisiones equivocadas del gobierno federal y también del estatal, pero otras más han callado hasta la abyección. Siendo un convencido de las bondades económicas y sociales de las Zona Económicas Especiales pregunté a un empresario de Tapachula sobre el particular. Su respuesta, lo confieso, no dejó de sorprenderme. Coincidió en su importancia para la región, ¿y por qué no han levantado la voz? Respuesta: «No tengo explicación». Aquél Soconusco exigente y respetado por los diferentes gobiernos, quedó en el olvido, lo mismo que oportunidades de miles de empleos para la región. ¿Y los representantes populares? Aunque son los menos, hay diputadas y diputados muy íntegros, honorables y proactivos. Quisieran hacer más, pero el contexto político no les favorece. Conozco a algunos de ellos, los he seguido en tribuna y he sostenido algunas pláticas informales. Sus limitaciones obedecen a líneas y disciplinas partidistas. No los justifico. Don Daniel Cossío Villegas escribió hace décadas: {{El juicio sobre el Congreso no puede ser otro que el de la condenación más vehemente y absoluta. Ante los ojos de la opinión nacional nada hay tan despreciable como un diputado o senador. Han llegado a ser la medida de la miseria humana. Muy diferentes a las legislaturas del 56 al 76 }}.

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