Nuestra insana adiccin a las encuestas / Frank Bruni

¿Recuerdan la encuesta de la semana pasada donde Bernie Sanders estaba tres puntos por delante de Hillary Clinton en New Hampshire?
No, estarán pensando. Yo estoy mal. Sanders aumentó en 27 puntos.
Eso es cierto si estuviéramos hablando acerca de los resultados que CNN y WMUR publicaron el martes. Pero me refiero de los resultados que Gravis Marketing y One America News Network publicaron el miércoles.
En dos días de la semana pasada hubo tres encuestas realizadas a los votantes de New Hampshire, según el archivo realizado por el Real Clear Politics. Solamente el jueves hubo tres encuestas de los electores de Iowa. Una encuesta tenía a Clinton 8 puntos arriba, mientras que otra tenía a Sanders por ese mismo margen a la cabeza. Una encuesta tenía a Donald Trump por 11 puntos. Otra tenía a Ted Cruz por dos.
Durante un mes, periodo que incluía la Navidad y las vacaciones de Año Nuevo, y que termina este jueves, hubo 11 encuestas publicadas en Iowa, 10 en New Hampshire y nueve a nivel nacional. Además se dieron a conocer encuestas que se centraron en 10 estados diferentes.
Y sus resultados fueron tratados a menudo como noticias sin aliento. El miércoles por la tarde visité la página principal del sitio web «Político» – estoy usando ese nombre como un ejemplo- y vi cuatro historias que eran esencialmente sobre resultados de las encuestas.
Mi televisión está encendida: el presentador de CNN, Erin Burnett, comenzó su programa con un informe sobre la última encuesta.
Yo opino que estamos en un periodo de inflación de encuestas, pero la palabra inflar es muy débil para este caso. Ante las encuestas y la atención que éstas generan en los medios, y nosotros mismos absorbemos, vamos hacia un estado de obesidad mórbida.
«Nunca había visto nada como esto», dice Ralph Reed, un estratega republicano que desde hace un tiempo pensaba que las cosas iban mal por los años 2008 y 2012; pero ahora se da cuenta que esos días eran de templanza e inocencia y que tal vez nunca vuelva a saborearlos de nuevo.
Pero no es la loca generosidad de las encuestas que a él (y a mí) fascina más. Es otra cosa.
«Parece que hay una relación inversa entre el predominio de las encuestas y la fiabilidad de las mismas», dijo Reed al plantear una de las dinámicas más ilógicas y paradójicas hechas hasta la fecha sobre estas elecciones presidenciales.
Más que nunca nos estamos apoyando en las encuestas, precisamente cuando comienzan a tener menor sentido. Estamos revolcándonos en las encuestas, incluso cuando llegan a resultados muy diferentes, cuando en realidad nos deberían hacer reflexionar seriamente.
Las buenas encuestas son, sin duda, más difíciles de hacer; más adelante entraré en eso. Y es que a partir de 2012 han habido claros ejemplos de lo mal que pueden ser las encuestas para predecir resultados. Las encuestas se equivocaron con las últimas elecciones parlamentarias de Gran Bretaña e Israel. Se equivocaron en las parciales de 2014 en Estados Unidos, calculando groseramente mal los márgenes en diversas elecciones del Congreso y de Gobernadores.
El año pasado, señala Reed, el promedio de Real Clear Politics para las encuestas en las elecciones de Gobernador de Kentucky, tenía al demócrata Jack Conway por delante del republicano Matt Bevin por cinco puntos.
Bevin ganó por nueve puntos de diferencia.
«Catorce puntos de diferencia» se maravilla Reed, «Pero a todo el mundo no le importa y aun así siguen adelante por la carretera».
Hay explicaciones para ese desinterés, que hablan de las peculiaridades y defectos de un periodismo político acelerado en el mundo conectado.
Hay consecuencias también. La obsesión por las encuestas y la rapidez de tener artículos en torno a ellas refuerzan a ciertos candidatos y perjudican a otros, y así esto podría afectar el resultado de esta elección presidencial.
Si Donald Trump gana la candidatura republicana – o Dios no lo quiera llega a la Casa Blanca– será en parte porque los medios han justificado la saturación de cobertura sobre él por los resultados de las encuestas, que a su vez han legitimado una fijación sobre Trump como prueba de que está a la altura: él deber ser porque mucha gente se identifica con su imagen.
«Trump acaricia sus números de encuestas» dice David Axelrod, uno de los principales diseñadores de las campañas presidenciales de Obama en 2008 y 2012, y agrega que la primera orden que da Trump cuando se acerca a un micrófono es «pásenme unos resultados de encuestas.» Es como un Lotario relatando sus hazañas cada vez que inicia un discurso.
Si la candidatura de Jeb Bush fracasa, sus números en las encuestas son decepcionantes – y la forma que se utilizó para sacarlo por su bajo rendimiento – habrán sido un factor. Y si Clinton no logra ganar la candidatura demócrata, será por ciertas encuestas que han generado disturbios en constante cambio a través de los medios de comunicación y han jugado, por lo menos, un pequeño papel.
«Si ella está tres puntos por detrás en New Hamprshire, será una carrera muy reñida», dice Axelrod. Pero si ella está 27 puntos por detrás, su campaña estará en las ruinas. Esa es una historia más atractiva para el que la pública. Se convierte en un meme. Se convierte en el prisma por el que pasan todos los filtros de su cobertura. Se sesga cómo la gente ve todo lo que hace su candidato ¿Es la condena o la desesperación?
La desesperación hace que una historia sea mejor. Así que los medios de comunicación se enfocan en las proyecciones más pesimistas, asegurando que las encuestas les den forma sin importar que tan fuera de la realidad estén.
Las encuestas determinaron cuáles candidatos republicanos participaron en los debates, aunque sólo por un par de puntos porcentuales – el margen de error en realidad – separó algunos debatientes entre el horario estelar del horario matutino.
Algunas de estas encuestas fueron las nacionales, que tienen una relevancia mínima para las elecciones decisivas, como en los procesos que se han dado en Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur.
«Una encuesta nacional carece de sentido», dijo Stuart Stevens, el principal estratega de la campaña de Romney en 2012. «Uno de cada nueve estadounidenses vive en California. Así que uno de cada nueve votantes en esa encuesta va a ser de California.
¿Cuándo fue la última vez que alguien leyó un artículo sobre las primarias republicanas en California? »
Si usted se adentra en la superficie de estas encuestas nacionales – o en las encuestas de los estados con las primeras votaciones – encontrará un detalle crucial que los medios de comunicación pasamos por alto despreocupadamente: muchos, si no la mayoría, de los votantes no han tomado una decisión. En las encuestas de CNN/WMUR hechas a los votantes de New Hampshire en la semana pasada, por ejemplo, aproximadamente uno de cada tres republicanos dijeron que habían decidido definitivamente sobre un candidato.
Parte de lo que me parece tan discordante sobre el apetito insaciable de los medios de comunicación por las encuestas en este momento, es que desafía las resoluciones anteriores para ponerse a dieta desesperadamente. En mis 30 años como periodista he escuchado a reporteros, editores y productores que se quejan de la «Cobertura de la carrera de caballos» de las campañas y se recomiendan mutuamente a ser mejores para las siguientes elecciones y concentrarse en los temas, las biografías de los candidatos, en los discursos y en la sustancia.
De repente las disculpas y exhortaciones se han ido. Estamos peor. Cada candidato es como un caballo pura sangre, todos los días es el Derby de Kentucky y casi todos los artículos en muchos sitios de noticias y noticiarios son una evaluación de sus probabilidades. Estamos resignados a tratar las campañas electorales como un deporte. Esto representa el camino más seguro a una gran audiencia suficiente para mantener una asediada industria económicamente viable.
Algunos despachos están abiertos en su dependencia hacia las encuestas, otros no tanto, el uso de encuestas como las instrucciones o el contexto para los debates de la campaña impulsan o estancan las nuevas estrategias de campaña. ElTimes es culpable. Soy culpable. Las encuestas son el argot aparentemente irresistible de la cobertura política; purgarlos de su vocabulario es hablar en una lengua irreconocible.
Además de esto, necesitamos el contenido. En un mundo de rápido metabolismo de constante monitoreo de los celulares inteligentes y navegadores constantemente actualizados, los organizadores de noticias están bajo mucha presión para producir nuevos contenidos informativos, incluso si disminuyen sus presupuestos y recursos para informar.
Por lo que fácilmente analizamos y anunciamos las encuestas, una práctica que incluso ha dado origen y circulación a toda una variedad de noticias que se basan en las encuestas, con profesionales que se adentran cada vez más a los números.
«Usted tiene una gran cantidad de personas que no van a las campañas electorales y, de hecho, entrevistará los votantes», dijo Stevens. «Ahora llamamos a esos periodistas de datos. Ellos ya no tienen que reportar. Es una categoría maravillosa».
Nuestra demanda de encuestas garantiza un robusto suministro de ellas: Estas encuestas son una gran publicidad garantizada para las organizaciones de noticias, compañías de investigación e instituciones académicas. ¿Cuántos estadunidenses conocen la Universidad de Quinnipiac en Hamden, Connectitut, o la Universidad de Monmouth en West Long Branch, N.J. sólo porque su comisión pone sus sellos en las encuestas?
Pero no todas las encuestas que citan los medios de comunicación son iguales. Gary Langer, fundador de Langer Research Associates y ex director del sondeo de Noticias ABC, comparó la calidad variable de las encuestas a la calidad variable de una comida. «Las que están bien diseñadas, son deliciosas comidas» dice «Luego está la comida rápida. Y luego está la listeria»
La Listeria es común. La dependencia de la gente hacia los teléfonos móviles ha complicado las encuestas: la ley federal prohíbe las llamadas automáticas a este tipo de teléfonos, así que los encuestadores deben soportar los considerables gastos de marcar a mano o alternativamente, tener que prescindir de ellos, lo que puede conducir a resultados imperfectos.
Más allá de eso, está la cuestión de que el tipo de personas que contestan las encuestas son verdaderas veletas.
«Toda esta industria se basa en la idea de que la gente que contesta las encuestas son representativas de las personas que no participan» dice Jon Cohen, que supervisó el sondeo de The Washington Post entre los años 2006 y 2013 y ahora es el vicepresidente de investigación de la encuesta «Survey Monkey». «Creo que es una premisa muy importante y lo tomo en cuenta cada vez que diseño una encuesta».
«Los personas encuestadas no disfrutan, ni siquiera toleran esas conversaciones como solían hacerlo», agregó. «Tomar una encuesta en un acto de participación, y diferentes tipo de personas participan en diferentes cosas».
¿Podemos extrapolar a partir de los tipos de personas que profesan adoración por Trump – o Sanders – en nombre de la población en general? Aparte de eso, ¿podemos confiar en la constancia de sus preferencias? ¿Van a emitir votos realmente?
Durante las próximas semanas lo averiguaremos, y les prometo esto: habrán algunas sorpresas. Si son lo suficientemente significativas, las encuestas podrían ser tan perdedoras como un candidato de las primarias. Y nosotros en los medios de comunicación nos veremos obligados a pedir disculpas nuevamente por nuestro loco comportamiento ante los sondeos. Por desgracia, eso no quiere decir que iremos a cambiar.

Fuente:
THE NY TIMES.Our Insane Addiction to Polls. 23 de enero de 2016.[Última consulta: 25 de enero de 2016] Disponible en:
http://www.nytimes.com/2016/01/24/opinion/campaign-stops/our-insane-addiction-to-polls.html?_r=0

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