Público y Privado / Édgar Hernandez

CNTE, «bloqueo» político

El movimiento magisterial está en una encrucijada. Más de cien días de una protesta que ha podido desestabilizar una parte del país y que ha logrado contener la imposición a rajatabla de una de las reformas más importantes del gobierno de Enrique Peña Nieto, puede valorarse sin duda como una victoria política. Sin embargo, en el ámbito educativo si esas ganancias no se saben capitalizar a tiempo, pueden escurrirse como arena entre las manos. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación planteó el conflicto con una duración de mediano plazo, del 15 de mayo a los límites del inicio del ciclo escolar a fines de agosto. Se propuso como principal objetivo, lograr la abrogación de la llamada Reforma Educativa y sobre esa demanda se articuló la protesta que puso en jaque a varios estados, incluida la Ciudad de México, con plantones, marchas, bloqueos carreteros, toma de edificios públicos, centros comerciales y gasolinerías, y cierre de pasos a aeropuertos.
En Chiapas, no obstante, esa estrategia ya se agotó. Y se agotó porque las protestas perdieron legitimidad. Hubo un periodo del movimiento en que la sociedad apoyó al magisterio; le dio respaldo moral, económico y en especie, toleró las molestas consecuencias de los bloqueos e incluso fue clave para que, luego de varios enfrentamientos con docentes, la Policía Federal se replegara. Pero los tiempos políticos y la paciencia ciudadana, tienen fecha de caducidad. Ante el regreso a clases, la amenaza de radicalización de protestas y frente a una nebulosa perspectiva de los logros que aún quiere alcanzar la CNTE, los padres optaron por defender el retorno a las aulas. Era una postura previsible pues es obvio que lo que menos quieren los papás es que sus hijos se queden sin educación, que pierdan un año escolar. Muchos maestros entendían que llegar a este límite sería muy riesgoso para la viabilidad del movimiento y lo que más convenía era ceder un poco en la negociación con el gobierno federal. Sin embargo, en las asambleas esa postura fue acallada por los grupos más radicales del magisterio, provocando los primeros signos de división al interior de la Coordinadora.
El ala moderada del magisterio federal se encuentra en minoría dentro del sindicato, pero en las actuales circunstancias sus argumentos parecen los más acertados. Varios de sus integrantes advirtieron que no iniciar clases podría generar una disminución importante del respaldo social en el sector de la población cuyos apoyos gubernamentales están asociados con la asistencia a las aulas o el rendimiento escolar. Y los acontecimientos le están dando la razón.
La lógica del conflicto indicaba que la variable tiempo era clave y la dirección del respaldo ciudadano un factor fundamental. Y quien mejor ha sabido entender y usar esos elementos, es el gobierno. Éste ha orientado a su favor el hartazgo de la población hacia los bloqueos magisteriales y rentabilizado la necesidad educativa. Bajo estas circunstancias, desde antes de que iniciara el ciclo escolar, emprendió una operación mediática para responsabilizar a la CNTE de la prolongación del conflicto y de que no empezaran las clases, lo cual parece estarle dando buenos resultados pues no ha podido ser contrarrestada.
Por la mala lectura de los acontecimientos y su intransigencia, la dirigencia está siendo rebasada por la realidad y llevándola a una encrucijada. Sin mancharse las manos, el gobierno puede –alentando a los padres inconformes—recuperar las escuelas y paulatinamente normalizar las clases, mientras que el movimiento va perdiendo adeptos dentro de las mismas filas sindicales.
Dicho de otra forma, si no acepta las victorias graduales que tiene a la mano, la CNTE políticamente puede salir derrotada pues más temprano que tarde tendrá que volver a las aulas en una situación debilitada. Por lo visto, el magisterio quedó entrampado en sus exigencias maximalistas, del todo o nada. Lo lamentable es que en su retirada pueda dejar secuelas violentas que enrarezcan más el problema educativo. Y por el lado del gobierno, preocupante sería que no atendiera las demandas de una educación democrática y de calidad en un estado tan necesitado de superar la ignorancia y la marginación.

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