En su artículo Lo personal es político: feminismo y antiespecismo, Catia Faria desarrolla que tanto el especismo como el sexismo forman parte de una lógica de opresión y jerarquización
Diana Hernández Gómez / Cimac Noticias
El feminismo ha ampliado sus raíces en diferentes lugares alrededor del mundo, pero también en diferentes corrientes del pensamiento. Así, por ejemplo, nos encontramos con el feminismo decolonial, los afrofeminismos y el anarquismo feminista. Pero en esta vastedad también hallamos un tipo de feminismo que extiende nuestra lucha de manera radical: el feminismo antiespecista.
¿Cómo podemos definirlo? Para hacerlo, lo primero que debemos comprender es que el antiespecismo tiene más conexiones de las que pensamos con el movimiento feminista en general.
En primer lugar, hay que tener presente que dicho movimiento intenta derribar los ejes que rigen el sistema social actual: el capitalismo. Esta estructura cimenta sus raíces en el patriarcado, el cual –como explica Marcela Lagarde y de los Ríos– posee tres características esenciales:
- Un antagonismo que sirve para mantener las relaciones de dominación
- La división entre los mismos individuos dominados
- El machismo
Estas características fueron pensadas por Lagarde para describir exclusivamente la opresión hacia las mujeres. Sin embargo, Catia Faria –filósofa y feminista portuguesa defensora de los derechos de los animales– retoma por lo menos dos de ellas y las desmenuza para exponer cómo las estructuras de dominación patriarcales y capitalistas también se exitenden hacia otros seres vivos no humanos.
Las raíces compartidas de la opresión
En su artículo Lo personal es político: feminismo y antiespecismo, Catia Faria desarrolla que tanto el especismo como el sexismo (un modo de discriminación contra la mujer y las disidencias genéricas y sexuales) forman parte de una lógica de opresión y jerarquización. Al hablar de especismo, no existe el antagonismo hombre-mujer, pero sí la falsa dualidad de animales pensantes-animales “inferiores”.
Por otro lado –agrega Faria–, esta dicotomía cosifica a los animales al alegar que no tienen intereses propios y que, aunque se les respete en ocasiones, esa acción parte de verlos como seres inferiores. Por el contrario, cuando no se les respeta en absoluto, se les pone en una situación de subordinación y abuso donde el individuo dominante es quien sale beneficiado (parece familiar, ¿no?).
Al respecto, Lidia Guerra –feminista vegana y directora del Observatorio contra el Acoso Callejero Guatemala– retoma el concepto “sintiencia” en su ensayo El feminismo antiespecista nos viene a incomodar. De acuerdo con Guerra, la sintiencia es la capacidad de sufrir pero también de disfrutar, algo que todos los animales y humanos compartimos y que nos hace moralmente iguales. Con esta línea de pensamiento, ¿de dónde surgen las ideas para establecer jerarquías entre especies?
En su caracterización del especismo, Catia Faria añade el componente del machismo como una de las múltiples respuestas. Pensemos por un momento, por ejemplo, en la tauromaquia, la caza, las peleas de perros o de gallos, los jaripeos, los mataderos… ¿Qué suelen tener en común, además de la violencia contra los animales? La filósofa contesta tajantemente: la presencia de hombres que buscan demostrar su masculinidad.
Lidia Guerra también nos hace recordar que también existe la explotación sexual de animalescon la finalidad de reproducirlos para beneficio de la especie actualmente dominante. Por su parte, Faria destaca la erotización de los animales a través del cuerpo de las mujeres con disfraces de “gatitas” y otra variedad de especies entre las que también destacan las hembras de zorros y perros.
Y por si hacen falta cifras, Catia Faria agrega que cada año, 160 mil millones de animales son criados, capturados y asesinados para convertirse en alimentos y otros productos en beneficio de la humanidad. La mayoría de las veces, estos animales permanecen en un confinamiento sumamente cruel y desolador.
Abrumador, ¿no? Pero si algo nos han enseñado los feminismos, es que no tenemos por qué dejar que el miedo y la tristeza nos paralicen: podemos luchar.
El feminismo antiespecista: una lucha con amplias responsabilidades
Sobre el tema, hay que abordar un punto muy importante: el feminismo antiespecista no solo aboga por aquellos animales domesticados para compañía o consumo humano. Esta resistencia va más allá.
Tal como explica Faria, es necesario voltear la mirada a los animales en estado salvaje, cuyos ecosistemas son descuidados frente a catástrofes naturales, hambrunas o condiciones climáticas extremas.
¿Qué hacer ante todos estos problemas? La respuesta de Catia Faria y Lidia Guerra apunta a la famosa frase de la feminista estadounidense Carol Hanisch: “Lo personal es político”. Comencemos por tomar decisiones en el ámbito individual de nuestras posibilidades, cambiemos de hábitos con prácticas como el veganismo o la responsabilidad en los productos que adquirimos.
También podemos pensar en otras formas de luchar colectivamente por condiciones que igualen la dignidad de los animales con la nuestra. En este sentido –asegura Guerra–, el movimiento feminista es experto como un creador de nuevas realidades sociales.
La apuesta de Catia Faria en este ámbito es, por ejemplo, pugnar por modos de intervenir en la naturaleza que partan del respeto hacia las maneras de existir de las otras especies. Para poner en práctica esta y otras iniciativas, es necesario cuestionarnos radicalmente qué es realmente “lo propio” de humanas y humanos.
Si ya hemos hecho esto para identificarnos como sujetas que no merecen discriminación, entonces, resulta pertinente preguntarnos: ¿Por qué no hacerlo para dejar de ser nosotras mismas quienes violentan a otras especies?