Salvar vidas a pesar del miedo, voces desde el «bunker» COVID-19

Dulce Angélica Espinosa Méndez es la única mujer neumóloga en la clínica COVID-19 en Tuxtla Gutiérrez

Sandra de los Santos / Aquínoticias

Son casi las 11:0 de la noche. Dulce Angélica Espinosa Méndez la única mujer neumóloga en la clínica COVID-19, que fue instalada de manera emergente en el Polyforum de Tuxtla Gutiérrez, acaba de terminar su jornada. Se encuentra en el departamento al que se tuvo que mudar cuando empezó la pandemia para evitar contagiar a sus familiares en caso de contraer la enfermedad.

A pesar de haber tenido una larga jornada, este día en particular está contenta porque una paciente se le quitó la intubación y ha respondido bien. Además tiene un par de días que ella y sus compañeros del «bunker» recibieron la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus, lo cual le da esperanzas de que pronto la situación va a mejorar.

Dulce Angélica Espinosa Méndez la única mujer neumóloga en la clínica COVID-19, que fue instalada de manera emergente en el Polyforum de Tuxtla Gutiérrez.

Dulce tiene 38 años de edad y tiene siete años siendo especialista en neumología. Antes de la pandemia vivía con sus padres, pero cuando fue asignada a la clínica COVID decidió irse a un departamento para evitar contagiarlos. Solo los ve de lejos y no ha podido abrazarlos.

«Yo les digo que ellos han aguantado como campeones porque sé que están preocupados por mí, pero respetan mucho mi trabajo y ellos se cuidan mucho, no salen, hacen bien la cuarentena porque saben que ellos son mi principal preocupación y mientras ellos estén bien yo voy a poder seguir concentrada en mi trabajo».

Desde que empezó la pandemia sabía que en cualquier momento le iba a tocar atender a personas con COVID-19, pero jamás se imaginó vivir lo que ha pasado estos últimos 10 meses.

Cuando le propusieron ofrecer sus servicios en la clínica COVID-19 no lo dudo ni por un momento. «Yo acepté ser neumóloga, desafortunadamente nos viene esta pandemia que está vinculada a mi especialidad, y pues mi profesión es mi pasión, mi forma de vivir, eso es lo que yo elegí para mi vida y no puedo decir que no, no puedo quitarme, no veo la manera de decir que no cuando hay algo respiratorio que atender» dice la médica.

Su voz es apacible, se llega a parecer hasta su propio nombre «Dulce». Su trato es tranquilo, aunque dice que ha tenido ratos de gran angustia y desesperación, es difícil imaginársela fuera de su centro aún en los momentos más desquiciantes.

Dulce recibiendo la primera dosis de la vacuna contra COVID-19.

Hasta ahora no se ha contagiado de COVID-19. Se ha sometido a por lo menos cinco pruebas y todas ellas han salido negativas. Reconoce que a veces es difícil distinguir entre el cansancio extremo por las jornadas tan extenuantes a los síntomas propios de la enfermedad. Además de que el miedo está siempre presente. «No sabemos si nos va a dar leve o todo se puede empeorar, he visto ponerse mal a compañeros médicos que estaban atendiendo y da miedo».

El traje de protección que tiene que usar a diario le causó ulceraciones en las piernas, que se le infectaron. Fueron de los días más molestos que tuvo que pasar porque sabía que había que regresar rápido, pero ponerse de nuevo el traje no ayudaba a su recuperación.

Una hora y media antes de ingresar al búnker no toma agua para evitar ir al baño. Ponerse el traje de protección le lleva media hora y quitárselo otra media hora. Así que en las ochos horas que está en el polyforum nada de agua o alimentos. «No es que nos lo prohíban, claro que podemos ir al baño, pero lo evitamos porque es perder una hora, una hora en la que podemos estar atendiendo, allá adentro el tiempo se va muy rápido» cuenta la neumóloga.

Todo el personal que se encuentra en el búnker, cuenta la médica, se ha logrado conectar mucho estos meses a pesar que algunos llegaron a conocerse ahí. Allá adentro comparten temores, angustias, pero también alegrías y esperanza.

«Hoy todos sabíamos de la señora que estaba reaccionando bien después de haberla extubado y todos andábamos bien contentos por eso».

Si algo le ha dejado a Angélica estos meses es saber lo indispensable que es trabajar en equipo. Lo necesario que es el trabajo de todas las personas que están atendiendo la emergencia: enfermería, especialistas, médicos generales, trabajo social, psicología, camilleros, personal de limpieza.

En esta pandemia todas las personas que están dentro del búnker saben que hay un enemigo común y que contra él están luchando que como dice el poema de John Donne «ninguna persona es una isla; la muerte de cualquier me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad». Saben que de la única forma que se podrá salir de esta pandemia es remando todos y todas hacía el mismo lado.

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