Se acabó / Claudia Corichi

Hace tres semanas escribí en este espacio sobre el éxito del Mundial Femenino de Futbol celebrado en Australia y Nueva Zelanda; analicé la enorme brecha salarial y la disparidad en el monto de los premios entre las competidoras del certamen y los que participaron en el Mundial de Qatar. El 20 de agosto en Sídney, la selección femenil de España logró coronarse por vez primera como campeona del mundo ante un pletórico estadio. Luego vendría la premiación, desafortunadamente empañada por una imagen que marcará la historia de los torneos mundialistas.

Para colgarles las preseas y felicitar a las campeonas se ubicaron en el estrado la reina Letizia Ortiz junto al presidente de la Real Federación Española de Futbol, Luis Rubiales. Luego vendría la escena del “piquito” como calificó Rubiales al beso que dio en la boca a la futbolista Jennifer Hermoso, en una muestra de dominación y flagrante acoso sexual.

Observamos en tiempo real la erupción del machismo puro y duro del dirigente de un deporte sumamente masculinizado (como casi todos) que se rehúsa a dejar espacio y protagonismo al talento y las habilidades de las mujeres en cualquier torneo, ¿si hubiera sido hombre, Rubiales le habría besado por euforia? Claro que no.

Una semana después de la conmoción que provocó el dislate, cientos de mujeres salieron a protestar en Madrid para solidarizarse con Hermoso y exigir la renuncia de Rubiales. Una de ellas portaba un cartel en el que se leía “No todos los hombres, pero demasiados” en clara alusión al sistema patriarcal, misógino y machista que prevalece no solo en el deporte sino en amplios espacios de la vida social y en los atributos construidos socialmente de la mujer y el hombre.

En un perturbador mensaje pronunciado ante sus dirigentes, Rubiales se negó a dimitir y minimizó aquel gesto afirmando que “fue un beso espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”. Una “explicación” en clave machista que culpa a la propia víctima cuando ocurren casos de violencia, agresión u hostigamiento sexual.

La querida España vive un golpe de realidad social y cultural tras un hito deportivo que se ha visto opacado por un episodio anticlimático, sin embargo, no dudo que ante la crisis vendrá la toma de conciencia y el cambio. Esa nación ha impulsado una de las legislaciones más progresistas en materia de género y cuenta con un vigoroso movimiento feminista.

El caso Rubiales es indignante y ofensivo, pero desafortunadamente tuvo que ocurrir para clarificar el largo camino que aún debemos recorrer en materia de igualdad y protocolos de acoso y hostigamiento sexual. Cualquier desenlace tendrá como resultado un cambio de paradigma y la adopción de nuevos códigos de conducta en los dirigentes del futbol y de otras disciplinas.

El poder económico de la millonaria liga española ha sido determinante para que dueños, directivos y futbolistas evitaran condenar el comportamiento de su máximo dirigente al que la FIFA ha suspendido por noventa días y a quien la Fiscalía de ese país ha abierto una investigación.

Ese acto no consentido contra Jenni que fue visto por millones de personas no tuvo pronto castigo ni fue motivo suficiente para la renuncia inmediata del agresor a su cargo. Eso explica las razones por las que las mujeres en muchas ocasiones no denuncian hechos de este tipo y por qué el cambio cultural es una aspiración por la cual luchar.

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