Para mí y mi familia no ha sido una simple enfermedad. Mi esposo y mi hijo tenían un resfriado tremendo, al menos eso creímos, en realidad se trataba de Covid. Dos días después estaba yo con una enorme gripe, dolor en los pulmones y zumbido en el oído. Las pruebas fueron cayendo una tras otra. Soy positiva pensé, un escalofrío vino a mi cuerpo y entonces lo único que me tranquilizó era saber que contaba con mi doble dosis de vacunas.
Hoy después de varios días, sigo con las palpitaciones como una taquicardia, una exacerbada sensación de frío en la espalda, tos y una ligera gripe que no cede. Necesité de nebulizaciones por el antecedente de tosferina. También soy positiva en general, pero el profundo nivel de estrés durante los primeros días fue brutal.
La pandemia nos ha dejado secuelas en diversos ámbitos. La mitad de la vida escolar de mi hija ha sido en línea. Mi hijo entró a una escuela nueva hace año y medio a la que nunca ha ido y tiene miedo de salir. Facebook ha vuelto a ser un obituario, incluidos amigos y queridos familiares. No estuve sola física y emocionalmente pero el nivel de estrés y tensión colectivo era grande; la incertidumbre de todos, sobre todas las cosas, la culpa de haber infectado a un par de seres queridos y el miedo de ser hospitalizados o incluso de morir es algo que no puedes evitar. La prueba de antígenos no debe sólo realizarla uno antes de volar a otro país sino inmediatamente al regresar antes de ver a otras personas, pero esto lo aprendí después de equivocarnos. Cada uno tiene su propia reacción, así como su propia historia. Soy afortunada de tener un amigo e infectólogo que me atendió, el Dr. Javier Ortiz; ha sido una tranquilidad contar con alguien profesional en momentos difíciles de salud. Las señales han estado ahí hace muchos meses, la salud es primero. En promedio, el mundo invierte 6% del PIB en salud y 2% del PIB mundial en ciencia. No es suficiente pero los cambios no deben estar solamente ahí. También en la preservación del medio ambiente, en un nuevo modelo de desarrollo, en instituciones sólidas y políticas públicas oportunas y eficaces, en el auto cuidado y en una actitud empática con los demás. En medio de estos días de convalecencia, he seguido el caso del tenista serbio Djokovic. Desde su encierro en un hotel de Australia (país con más del 90% de adultos vacunados) hasta la nueva prohibición a que participe en el torneo en Roland Garros, Francia, su negativa a vacunarse ha tenido enormes costos en su carrera profesional. Me parece justo que quien decide no vacunarse no pueda circular por el mundo cerca de otros. Las figuras públicas deben asumir que sus comportamientos marcan tendencia en miles o millones de personas jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo, porque las decisiones individuales afectan a la colectividad en medio de la más grande pandemia que ha tenido la humanidad en los últimos cien años. ¡Debe haber cambios!