Temor in situ / Alberto Arriaga Lpez

¿Sabes qué es el temor?

Caminaba una noche saliendo del hospital y reflexionaba sobre lo que hemos vivido desde principios de año. Recibo la llamada de un buen amigo mientras llego a mi destino. Intercambiamos experiencias recientes y algunas anécdotas. – ¿Y tú cómo estás? Me preguntó. En ese instante sentí la necesidad de contestarle con otra pregunta. – ¿Sabes qué es el temor? expresé. Guardó silencio unos segundos y respondió: ¿Verdad qué no soy el único que se siente así?

Y es que desde hace días me he sentido temeroso. El temor es esa sensación arcana que se aferra a tu ser y te advierte que algo dañino puede ocurrir. Soy profesional de la salud y me pregunto ¿Es normal sentir miedo? En este momento no lo sé.

Existe un temor dentro mí, justo en el sitio donde el ser humano se fragmenta, justo en ese sitio. Arraigado a mi pecho y a mi corazón. Circula por mis arterias y consume mi sentir.

Tengo temor por la situación que vive el país, temor por la devastación mundial con la que nos recibió el 2020. Tengo miedo de esta pandemia, miedo a que no la podamos controlar. Le temo al pico de la curva, pues ha sido controversial entre los expertos. Le temo a un nuevo brote y al saldo rojo que dejaría.

Le tengo temor al virus. Un enemigo silencioso, desconocido, letal. Temo que siga mutando y no encontremos esperanzas. Temo que se vuelva más potente y todos perdamos la batalla. Siento miedo de tenerlo y no darme cuenta. Miedo de propagarlo por doquier, a ti, a ellos, a todos.

Tengo temor a la «paradoja de la curva». Si nos quedamos en casa, habrá menos contagios y el aplanamiento de la curva será más largo, pero eso implica que estaremos más tiempo confinados. Por lo tanto, mayor tensión y ansiedad. Si salimos, probablemente el pico y descenso de la curva sean más rápidos, pero el costo serían más contagios y muchos muertos. Soberbio miedo vivir con esa irresolución.

Tengo temor de estar en el hospital. Temo contagiarme, temo salir y contagiar a mi familia, a mis amigos. Tengo miedo de morir, de que mis hijos no me vuelvan a ver, miedo de no volver a abrazar a mis seres queridos.

Me da temor ver que a diario hay colegas que abandonan este mundo terrenal, víctimas de esta enfermedad. Ver a los pacientes deteriorarse y morir. Me da temor que uno de ellos pueda ser mi padre o mi madre. Temo por mis demás colegas en pie de lucha. Temo enfermar y quedarme solo en una sala de cuidados intensivos. Temo que el cielo no me escuche.

Temo por la humanidad y temo por el planeta. Temo que nos esté cobrando la factura por haberle contaminado tanto, por lacerar ríos y mares, por extinguir a sus especies. Miedo a que nos esté advirtiendo que solo somos sus habitantes temporales.

Tengo temor de la sociedad, de su ignorancia, de la gente cruel. Miedo de su desobediencia e incredulidad. Si no nos destruye la enfermedad nos destruirá la sociedad, vivimos entre dos guerras. Tengo miedo de los desmanes, de los motines, de salir de casa y no volver jamás.

Miedo de morir. Víctima de la enfermedad o de la infamia comunal. Ese es el temor que está ahí, dentro de mí, justo en el sitio donde el ser humano se fragmenta, se desvanece, se quiebra. Justo donde el corazón y el alma se abrazan en un último suspiro, justo en ese sitio.

Le temo a un sistema de salud inestable y efímero. Temor a que en algún momento existan autoridades irresponsables que nos dejen solos, que no cuiden a sus guerreros. Le temo a los políticos de hoy, quienes lucran con las necesidades y carencias del sector salud. Tengo temor hasta del Presidente, quien en un arranque de ineptitud pueda perjudicarnos o contrarrestar nuestra labor. Tengo miedo de que las estadísticas nos estén dando datos falsos.

Entonces ¿Es normal sentir miedo? Por supuesto que es normal, porque soy ser humano. Me preocupa que este temor se vuelva invasor. Que se extienda a los que me rodean. Aunque ya lo dijo aquel amigo, no somos los únicos.

Existe otro temor indisoluble en mí. Soy temeroso de Dios, de la vida, del universo. Por eso mis esperanzas siguen firmes, solo que todo esto es una realidad y sentir miedo es inevitable.

La pandemia nos hizo ajustar sentimientos y pensamientos. Temo que no me alcance la vida para dejarlos fluir. El temor estará ahí y quizá aprendamos a vivir con él.

Tengo temor de tener temor. Ese temor dentro de mí, justo en el sitio donde el ser humano se fragmenta, justo en su sitio. Temor in situ.

El autor es especialista en Ginecología y Obstetricia por la Universidad Nacional Autónoma de México, egresado de la Unidad Médica de Alta Especialidad en Ginecología y Obstetricia No. 4 «Luis Castelazo Ayala», Ciudad de México. Estancia formativa en Ultrasonido Diagnóstico Prenatal, por Fundación Universitaria Sanitas, Bogotá Colombia. Presidente de Fundación Hermanos Asociación Civil, ONG impulsora de grupos vulnerables e indígenas del Estado de Chiapas. Actualmente Residente de Medicina Materno Fetal en el Instituto Nacional de Perinatología, Ciudad de México.

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