Tubo de ensayo / Rene Delios

Hoy inicia el ciclo escolar 2015-2016, con el regreso oficial de un poco más de millón 810 mil alumnos en el estado de Chiapas.
Esto es que se supone que 83 mil 785 docentes de los 20 mil 195 centros escolares en el estado deberán acudir hoy a las escuelas, para presentar honores a la bandera y posteriormente ingresar a sus salones.
¿Pero así será en todos los planteles?
Ya mucho se ha hablado en torno a esta situación de los paros injustificados, de las razones del magisterio para ello –por que las tienen, aunque no todas sostenibles-, pero todos los argumentos o justificaciones chocan de frente ante la realidad de que hay mala calidad educativa en un importante porcentaje de materias en el país, y que se debe a la impartición.
Desde luego que la SEP no rebela qué porcentajes de alumnos de –por ejemplo- quinto grado de primaria, aun deletrean, es decir no saben leer en voz alta, y otros presentan serias deficiencias en tablas de multiplicar del siete al nueve.
Pero esa mala calidad en –que no de- la educación ¿es solo responsabilidad del magisterio?
La SEP y sus homologas estatales tiene una largo historial de contubernio con el SNTE; primero con Jongitud Barrios, luego con Elba Esther Gordillo. Otrora al charro sindicato le permitieron de todo incluyendo venta de plazas a personas no idóneas o aptas para estar frente a aula, y una corrupción administrativa dio origen a uno de los costos más altos que ha padecido éste país: la venta de plazas y su secuela es un bajo rendimiento.
Esa cuestión no la forjó la disidencia, nacida en Tuxtla Gutiérrez allá por 1972, sino el stablisment mismo de entonces, cuyo corporativismo permitió un sindicalismo corrupto adherido –obvio- a la pasmosa CTM, una confederación que dejaba ser a los dirigentes de sus sindicatos –cuyas secuelas la observamos aun en el petrolero-, con tal de que respondieran a la hora del llamado del tricolor.
Así nacieron los dirigentes para siempre, hasta llegar al vitalicio de Gordillo Morales, un ejemplo de que en éste país no hay democracia y si autocrática, ese fenómeno negado por las autoridades educativas en todos sus niveles, y que fue el que influyó para permitir que ese sindicalismo oficial hiciera a través de sus dirigentes seccionales y delegacionales negocios oscuros, sin medir las consecuencias tremendas que ocasionaría a la educación, que es lo que vemos ahora, incluyendo por otro lado la germinación de un magisterio disidente, altamente politizado, no equivocado en todo, pero si cerrado al hecho de que también muchos de sus cuadros de campo, compraron sus plazas y que no son aptos para estar frente a aula.
La evaluación es necesaria para atender el problema. Pero está el detalle de que esas evaluaciones no traen folio, registro de barras. La disidencia sospecha de que sin esos registros obligados las evaluaciones se pueden manipular, afectar directamente a sus cuadros dirigentes desde la comunidad hasta las ciudades; el aparato de Estado es especial para esas cosas: la sabe hacer –desaparece hasta gente-, y de ser cierto terminaría con la única disidencia que le pone sabor a disidencia en éste país.
Ya veremos cuantos de 26 millones de alumnos que deben ingresar a clases hoy en el país, realmente lo hacen con el llamado a dos días de suspensión de clases por parte de la CNTE, CETEG, XVIII, 22 y SITET -Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Tabasco-, para evitar los tres que justificarían los despidos, según fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para protestar en contra de la Ley de educación.
Estas cosas me recuerdan a aquella descentralización educativa; la misma cosa: «atenta en contra del magisterio democrático y sus derechos» decían desgarrándose las vestiduras.
La SEP analizó por momentos echar para atrás ese avance, ante la falta de determinación de los gobernadores en aplicarle ley y descuentos a una disidencia que se siente con el derecho de estar por encima de la constitución, cuando sumados –SNTE y CNTE- no llegan a dos millones de ciudadanos de los 106 millones que somos en éste México de preocupantes rezagos sociales.

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