Tubo de ensayo / Rene Delios

O no los entendemos o les tenemos mala fe.
El asunto es que cuando la opinión pública empieza a cuestionar las imprecisiones de sus gobiernos, enseguida aparecen los eruditos y conocedores profundos de todos los temas, y nulifican el sentir de la gente, como si la masa fuera descerebrada.
Cada tema de interés que atañe a la federación, sea que toque la presidente o a personajes de su primer cuadro, enseguida es protegido por una embarrada de tinta en los impresos y voces en el espacio radioeléctrico, aun las cosas sigan igual, como el mal cálculo en los precios de los hidrocarburos, la fuga de El Chapo, la devaluación; no hay responsables: son cosas de la vida oficial.
¿Así nada más?
¿Cuándo tendrá razón el conglomerado social que ha padecido los errores sistemáticos de los gobiernos indistintas siglas, en la federación y entidades del país?
¿Toda una nación se equivoca en sus cuestionamientos ante lo evidente?
Ahí tenemos ejemplos tremendos de entidades como Guerrero y Veracruz y sus altos índices delictivos, pero sus gobernadores no tienen nada qué decir, esto es, responsabilidad y ¿entonces de quién es?
En la entidad, algunas obras dilataron de más, y se perdieron cientos de micronegocios, afectando a muchas familias que se quedaron en la quiebra ¿y luego?
La más reciente es el tema de la devaluación del peso, explicada como una depreciación –o sea, sucio y mugroso no es lo mismo-, y que nada tiene que ver con un retroceso económico, mientras se disparan los productos de la canasta básica –que de eso ya no tiene nada, pues la oficial ya es de lujo- y entendemos que se deprecia solo el salario, y a ver qué explicación elemental le encuentran a eso de que el salario mínimo de hace dos meses no es el mismo que el de hoy, aun suene a metáfora eso de que la «depreciación» está haciendo más atractivo a México.
¿Atractivo para quienes? ¿El sector turístico? ¿Los inversionistas?
Ese tipo de dinero no se refleja en el incremento al salario mínimo, porque los precios no descienden y el salario se aumenta hasta el año que entra; la carestía así se queda, y puede que de seguir la «depreciación» sigan esos productos como el huevo, las tortillas, el chile, los frijoles –por hablar de la comida de la miseria- a la alza.
¿De qué México hablan esos especialistas a favor de lo que sucede?
Solo ellos lo saben, o no los entendemos, de plano.
Así que lejos de los llamados números macroeconómicos y de la comodidad del escritorio federal, la realidad para los ciudadanos resulta desastrosa con la devaluación de marras.
Soy de los fisurados que dijo que «sólo los que viajan al extranjero lo padecen», y advertí que los que permanentemente en México ya estamos padeciendo las consecuencias del dólar cotizándose sobre los 17 pesos.
Dependemos mucho del vecino del norte y su moneda es el dólar, si sube, impacta directamente en la economía nacional ¿A quién van a engañar de lo contrario?
Hay menos divisas éste año por la baja de los petroprecios, y esa realidad económica mundial nos da con todo en los ingresos de la federación y desde luego, en la cobertura de los presupuestos.
¿Cómo explicar qué no?
Pero aparecen los eruditos, les decía, pintando un promisorio horizonte de colores, como siempre ha sido, justificando lo injustificable, ante una realidad de carestía de la vida más allá de la capacidad del salario.
Así que eso de que atraerá inversiones cuyos beneficios se verán después, son palabras, párrafos escuchados y leídos desde los setentas del pasado siglo, en que se empezó a depreciar la capacidad adquisitiva del salario.

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