Tubo de ensayo / Rene Delios

Ayer fue el día Internacional de la Alfabetización, un tema que fue tomando auge en la última década, y que formó parte de los objetivos del milenio.
La cosa es que desde hace más de 40 años, la UNESCO oficializó la fecha para recordar que la alfabetización es un derecho humano y constituye la base de todo aprendizaje, solo que fue hasta 2001 en que la campaña mundial arrancó en serio.
Desde luego que en México la estrategia es más vieja: data desde 1990, en que con el método de la Palabra Generadora del brasileño Paulo Freire, se buscó reducir el enorme analfabetismo nacional que se encontró con población monolingüe, y hubo de diseñarse una estrategia que permitiera la enseñanza de la lectoescritura a éste sector de la población que en aquel entonces no resultó tan bajo.
Además del rechazo, porque lo hubo.
Desde luego que la demagogía y los triunfalismos no se hicieron esperar, y las cifras de pronto, para dos mil, señalaban que en ese lapso de una década, se había alfabetizado tres veces la meta cuando, en los hechos, la realidad era que el avance no llegó ni al 25 por ciento del objetivo, a un gasto estratosférico, como en todos los programas de gobierno en materia educativa, que fue encontrando de todo: escuelas no construidas reportadas como completas, carentes de baños o de canchas desde luego autorizadas, y cosas como esas que se quedaron en la impunidad, y que hoy se solventan más con las aportaciones de las cuotas voluntarias que con los presupuestos que no alcanzan.
No se descubrió el hilo negro cuando se afirmó que la alfabetización era el eje mismo de la educación para todos, porque es obvio. Además –y he aquí lo interesante- resulta esencial para erradicar la pobreza, reducir la mortalidad infantil, frenar el crecimiento demográfico, lograr la igualdad de género, garantizar el desarrollo sostenible, la tranquilidad social y desde luego la democracia.
Es decir a alguien que sabe leer, no lo engañan las autoridades, no lo manipulan.
Ya lo dijo Fernando Savater alguna vez: «la educación es igualadora».
Me subo al tema porque resulta que sin alfabetización no va a dejar de haber pobres, y que por arte de magia en el presente régimen se dejó de hablar de ese y del otro tema de carácter mundial, como son los ocho objetivos del milenio que, deberían estar alcanzados para éste año que se consume.
¿Recuerdan cómo se cacaraqueó ese huevo en el sexenio de Calderón?
Aparecieron expresiones como «Desarrollo Humano», de la misma manera que un sexenio antes, con Fox, se empezó a utilizar el llamado «Desarrollo sustentable», que no son más que maquillajes a la miseria y la ausencia institucional.
Digo.
Han sido muchos los temas que han utilizado para conmemorar o celebrar o explotar el llamado Día Internacional de la Alfabetización. En 2012 fue «La alfabetización y la paz».
La neta que desde esa fecha debió quedarse, y aunque no me clavé en buscar los slogan de cada año, sin ver no ha habido uno que indique «La Alfabetización y la Corrupción», porque es evidente que los Estados no le han invertido el 8 por ciento del PIB que cada cual acordó en una asamblea de las tantas que ha tenido la ONU, y en dónde se llegó a esa firma de marras.
Es más, quien ha oído hablar del Decenio de las Naciones Unidas de la Alfabetización, porque como muchas otras cosas relacionadas, nadie sabe nada en concreto sobre cifras internacionales o nacionales o regionales, y eso incluye a Chiapas, una entidad que en 1980 era de las más altas en alfabetismo en el país.
¿Ya no?
Porque aún hay muchas cosas de esas fechas que son lastres sociales vigentes.

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