Tubo de ensayo / Rene Delios

Como bien se dijo, la Reforma Educativa es una ley constitucional sin discusión; la legislatura secundaria que deriva de ella, si está sujeta a modificaciones, pero aun con eso queda claro que la llamada evaluación educativa es una necesidad, para establecer lo necesario para incrementar la calidad de la enseñanza en educación básica en el país.
La CNTE, ya sin el apoyo popular y ganado a pulso por su ala recalcitrante, no quiere reconocerla imperiosa necesidad de dicha evaluación, pero tampoco las autoridades educativas, muestran ánimo para reconocer los equívocos propios de una dependencia lerda y llena de corrupción.
Por sexenios en la SEP se actuó unilateralmente, ante la aprobación de un sindicato sumiso; la advertencia de tanta corrupción debió surgir del SNTE y no fue así: cientos de escuelas por todo el país, fueron «entregadas» sin estar terminadas, y en el colmo, ni siquiera se hicieron pero se adscribió personal a éstas.
Nadie escuchó a esos maestros que también por sexenios, acusaron y denunciaron esas anomalías de fraude a la SEP, y obvio es que en los gobiernos municipales y estatales, no encontraron resonancia.
Con el solo hecho de que fueran de la discidencia de Chiapas u Oaxaca, era suficiente para descalificarlos e ignorarlos. Hoy, también, cientos de escuelas son «subidas» a las redes sociales mostrando en video y fotos, las pésimas condiciones incluso de seguridad, para los alumnos y no hay reacción.
La venta de que la CNTE es revoltosa y está anegada de bandálicos, desliza en los medios las condiciones paupérrimas en que están miles de escuelas en éste país, sin que se evalué –en serio- esa situación.
Esa situación sin culpables, de sexenios y sexenios atrás, debe ser atendida: si bien la evaluación magisterial debe ser constante, permanente, como bien señala el secretario de educación de Chiapas, Ricardo Aguilar Gordillo –que conoce tanto el sindicalismo como el institucionalismo- y sabe de calidad de la política, se hace necesario establecer una nueva relación con el magisterio si bien progresista –tiene que serlo, no hay otra-, para que sea el evaluador de las condiciones de la infraestructura escolar en el país.
Porque si vienen de la SEP, es la misma cosa: unilateralidad.
Las instituciones federales de siempre han pecado de suficiencia; sus diseños centrales no siempre cuadran en las entidades a que son destinadas, y menos cuando se trata de programas cuadrados que no pueden tener variación.
El gran problema en conjunto es el centralismo, la mera de no permitir el trabajo programático desde los estados, y en éstos, desde sus propias dependencias. Porque también el poder ejecutivo estatal con mucho peca de lo mismo que la federación con sus dependencias, a las que solo instruye y no escucha.
No va a ser un asunto fácil e inmediato esto de resolver el rezago educativo, aun con la evaluación en proceso: ésta se tiene que interpretar y desde luego, a partir de ahí establecer la ingeniería para resolver de acuerdo a cada entidad, lo que sea necesario, sin imposiciones centralistas, porque se iría al fracaso.

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