Tubo de ensayo / Rene Delios

Sin menoscabo de los validos motivos del magisterio para protestar en contra de la llamada evaluación magisterial –a la que le han acomodado toda una serie de adjetivos, cuando solo es una evaluación a secas-, la versión que dio el magisterio de los hechos estuvo imprecisa y fue la que se extendió irresponsablemente por las redes sociales, mientras la autoridad sopesaba datos y actuaba para verificar los hechos.
Es decir que ya aprendieron a hacer lo mismo que critican: manipular la información.
Como sabemos un maestro murió arrollado y otros dos resultaron lesionados cuando por enésima vez en éste país, policías e integrantes de las secciones –en éste caso- 7 y 40 se enfrentaron ayer en las inmediaciones de la sede para la evaluación, la Escuela Nacional de Protección Civil, en Ocozocoautla, en el crucero de acceso al inservible de siempre aeropuerto Llano San Juan, un millonario «elefante blanco» cuya construcción equívoca nunca fue aclarada, pero esa es otra vaina.
La que nos ocupa que en efecto magisterio y procuraduría confirmaron que el docente muerto se llamaba David Gemayel Ruiz Estudillo, que como Celso Wenceslao López Días, asesinado a balazos durante el régimen de Absalón Castellanos Domínguez también durante una manifestación –aquella vez por oponerse el magisterio a la descentralización educativa-, se convierte en bandera de lucha, como lo es ya el profesor Claudio Castillo Peña, muerto por traumatismo craneal, tras el choque entre la Policía Federal y miembros de la Ceteg, en febrero pasado en el puerto de Acapulco.
Aquella vez también el magisterio guerrerense buscaba bloquear el acceso al Bulevar de las Naciones, en la zona Diamante –la de paga-, muy cerca del aeropuerto de Acapulco, impidiendo llegar a esa terminal.
Ciertamente al maestro Castillo de 65 años de edad, lo golpearon a culatazos inmisericordes unos policías asesinos, pero acá no fue así, pues varios de sus compañeros de su delegación se apoderaron de un autobús, el que pusieron en marcha con el objetivo de atropellar a un grupo de policías, pero algo salió mal y arrollaron a sus propios compañeros perdiendo la vida Ruiz Estudillo.
Esa es la verdad.
No la que dio el vocero de la Sección 7, Hugo Alvarado Domínguez, quien señaló que el maestro murió arrollado «por un vehículo particular y dos más resultaron lesionados, cuando mantenían un bloqueo carretero en el crucero hacia Llano San Juan, sin que fuera detenido el agresor».
De ese tamaño: ¿ya aprendieron a mentir igual que el gobierno?
Si bien el gobierno estatal o federal no gozan de toda la credibilidad ante la opinión pública, tampoco el magisterio. Su movimiento solo ellos lo creen popular y que es acogido por la sociedad cuando es todo lo contrario, no solo por no compartir la interrupción de clases, sino porque tiene sus años que no respetan en busca de sus derechos, el de terceros, ante la impotencia de los ciudadanos que tienen que soportar –ese es el terminó- sus excesos.
Esta situación ha sido tan distorsionada que los mentores agreden a los ciudadanos que no conculcan con su posición, mostrando intolerancia a los que piensan diferente, a los que catalogan de «agachados» al gobierno o de plano vendidos, como llaman a los periodistas, a los que agreden o roban o destruyen sus implementos de trabajo, como ha pasado incontables veces –sin importar sexo-, siendo la ultima la que vivió Mario Castillo, al que quisieron despojar de su cámara fotográfica.
O sea se sienten los portadores de la verdad, aunque en ésta ocasión la suya, fue una mentira mortal: el maestro Ruiz Estudillo murió por la propia prepotencia de sus compañeros.

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