Tubo de ensayo / Rene Delios

No hay porqué desgarrarse las vestiduras, pues una de las grandes justificaciones de apertura es porque en la gran mayoría de los países democráticos existe la obligación del Estado de garantizar condiciones competitivas a los partidos, y es por eso que se espera que ni el marco legal ni el dinero determine al ganador y que no haya un solo partido que arrase con todos los puestos en disputa, y de ahí que se propusiera el equilibrio. Por ello se justifica el financiamiento público y se fiscalizan los recursos. Ésta es también la razón por la que en México se ha garantizado que todos los partidos y candidatos tengan acceso, de manera gratuita, a la radio y a la televisión, y que esa participación o volumen no dependa del número de votos anterior a la homologa; todos iguales, en competencia equilibrada.
Pero nuevamente el abuso: cómo garantizar un arranque parejo, si desde ahora dirigentes de algunos partidos –pero a la vez son claros aspirantes- se montan sobre los horarios oficiales para con su voz promocionar a su partido, pero a la vez proyectar su imagen personal ante la opinión pública a través de la radio y la televisión.
¿No es pecar de lo mismo de que se persignan cuestionando los abusos electoreros del priismo?
Y así tenemos campañas políticas que a manera de un ring hay confrontación y no debate, hechas para romper el equilibrio y alterar las preferencias de los votantes, porque como somos de pobre preparación, a frases broncas y refranes populistas, podemos «mover» a una entidad e incluso al país para votar incluso por quien no debe, pero la promoción es tan alta y constante que convenció.
Ahí está Duarte de Ochoa, en campaña un cae bien, un «¡Un compromiso entre jarocho!» jovial, experimentado, «tú eres del equipo», entre otras atractivas para el oído y a la vista -lamentablemente- de nuestro pueblo.
Así entre esas referencias y otros críos de la equidad política, apareció la paridad, y ya no se trató de solo definir tiempos ordinarios, inicio del tiempo electoral, precampañas, intercampañas y campañas y desde luego impugnaciones por violar topes de campaña, urnas, en fin, sino de la cuestión de género ¿el equilibrio verdadero?, que no se ha dado, porque debería iniciar en las posiciones de partido, en las responsabilidades de gobierno entro otros muchos puntos a discusión, todavía.
Tenemos un problema ya dicho y analizado mucho: hay sanciones económicas y hasta suspensión de la elección, pero no sanción directa el candidato por engañar a los electores. Esto es que hay prohibiciones y sanciones a las siglas pero no castigamos a los actores.
¿Por qué?
Acaso esos millones de electores son parte de un juego perverso por parte de los actores en el poder, que no lo hacen a modo personal aun sus abusos, errores e irresponsabilidades repercutan terriblemente en la vida de cientos de miles de chiapanecos y millones de mexicanos.
¿De qué estamos hablando con éstas elecciones falsificadas, violadas, manipuladas y maquilladas, en dónde no hay culpables de ello en la cárcel?
¿O sea que si se anula la elección de Coahuila, como puede pasar, nadie se va a ir a la cárcel por haber jugado con la confianza y acción cívica de millones de coahuilense?
Bueno estaría que se contemplara esa corrupción política de los partidos dentro del combate a la corrupción que como vemos no solo ha contaminado al gobierno, sino también a la democracia, de la cual se supone derivan nuestros gobernantes, en un claro mal de origen que por ahí vemos, todos los días con esos adelantamientos de posibles a través de fundaciones y de asociaciones civiles cínicas, como plataformas de proyección de los que buscan la gubernatura chiapaneca y que, aun reconociendo el buen manipuleo de la laguna en la ley, se están adelantando, difundiendo políticamente su imagen y pensamiento con fines electorales, y de esta manera prostituyendo a la democracia.
¿Es honesto eso como para hablar bien de la integridad política de alguien?
Y lo peor es que ellos dicen que sí, y hasta se sienten los idóneos.

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