Tubo de ensayo / Rene Delios

La intolerancia a las personas gay ha generado discriminación y desplazamiento social, incluyendo eventos sangrientos como el de Orlando, Florida, en que un psicópata ingresó a un bar gay a matar a cincuenta personas.
El rechazo a la diversidad sexual de éstas personas hay las veces que las promueven los menos indicados como el clero mexicano, y su poca credibilidad ante la gente pensante, que no anda con el Jesus en la boca y con los golpes de pecho por Dios delante, y menos ante éstos eventos salvajes ejecutados por adversos a los gay.
¿O van a salir ahora los señores de Dios con eso de que la vida es sagrada cuando se oponen a la individualidad de las personas que la portan? Digo, porque Dios se las dio para libre albedrío; que desde Pedro y el resto hayan colocado normas terrenas es otra historia, algunas también sangrientas como la Inquisición.
Brinco así porque el clero mexicano, en busca de recuperar imagen perdida a fuerza de la pederastía y el elitismo de los purpurados -que criticó y cuestionó el mismo Francisco en su pasada visita a México-, buscan ocupar las de primera en los impresos y a cuadro el los telediarios con eso de que se oponen al matrimonio igualitario.
La verdad que se opongan, no es problema; pero algo tendrán que hacer con sus pudriciones internas en que prelados de su grey, violan niños y niñas, cuando no gustan de «corretear» con muchachos en las casas parroquiales, en múltiples y muy descritas historias por todo el país.
O sea que esos hombres santos se persignan de lo mismo que pecan, y se encubren tras sus sotanas envidiando a los que sí se liberan y salen de los closet para ser, completamente felices.
Se aclara que, nadie incluye al clero en los matrimonios igualitarios: no hacen falta; no son los concesionarios de Dios, ni tampoco sus voceros.
Nadie en éste planeta es el portador de la verdad, por eso las hay en que me rio de políticos y predicadores y su egocentrismo.
La verdad es –les guste o no a terceros- todo lo que existe; la oposición radical a la evidencia se llama intolerancia y lo más retrógrado ante esas cosas terrenas son los cultos y sus vicios ocultos.
Porque en todos, sin excepción siempre tienen algo oculto y funcionan con varo; ante este ente terreno se inclinan, como aquellos compas fariseos que se desgarraban las vestiduras.
Las parejas gay, muy aparte de sus pasiones y amores, son cuidadanos mexicanos, protegidos por la ley, no por la biblia: en esto ese libro hebreo es lo de menos: no rige a México. A México lo deberían de regir sus leyes que si se aplicaran, no habría tantos gobiernos lerdos e ineptos, y ni se tomarían en cuenta otros preceptos moralinos que no fueran como la letra constitucional dice, y ni estaríamos enfrentados como ahora pueblo y gobierno.
Desde luego que tarde, Peña Nieto lanza eso de aceptar el matrimonio igualitario, y se proyecta él, no su gobierno corruptísimo –y no dicho por éste escribidor de bodrios- que es de acuerdo a las estadísticas mundiales que analizan esos «fenómenos», y desde luego por un buen de ciudadanos que padecemos a diarios los referendos, efectos, consecuencias de la corrupción en éste país.
Bueno, pues ya tiene el clero juguete nuevo para aparecer en el escenario, para lucrar en los medios, para usufructuar de su inconformidad, en vez de ponerse a hacer su trabajo, pues como se los dijo el Papa, andan perdiendo terreno ante el protestantismo y los ateos, cada vez más numerosos, porque sus «ilustrísimas» ya se olvidaron de que hay que andar en burro, predicando, comprometidos con la palabra que profesan.
Digo, se predica con el ejemplo.
Los matrimonios igualitarios, aceptados o no –entre hombres y entre mujeres-, tienen milenios de estar vigentes en el secreto más fino, que a finales del pasado y presente siglo se abrieron.
Y si se hacen de ley, se les hará justicia y derecho a esos mexicanos.

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