Tubo de ensayo / Rene Delios

Los niveles de zozobra son altos en los puertos de Veracruz y Acapulco, en dónde la delincuencia hace lo que quiere y parece ganarle a la autoridad en el resguardo de la tranquilidad social.
No hay semana sin noticias de arteros asesinatos, muertos desmembrados, levantones, secuestros, robos, mientras sus gobiernos municipales hacen lo necesario para minimizar los eventos que, en verdad son reflejo del nivel artero de la descomposición social que se vive en esos puertos.
Ramón Poo Gil, el alcalde de Veracruz, es empresario, esto es nunca había sido un político activo al cien, pero sí militante del PRI en un municipio en dónde tiene mucha presencia el PAN, que parece lo va a recuperar luego de que la inseguridad es latente en ese puerto.
Jesús Evodio Velázquez Aguirre es el presidente municipal de Acapulco. Militante del PRD ganó con esas siglas en 2015, y no ha podido cumplir su promesa de retornar la seguridad a ese puerto, considerada la ciudad más peligrosa de México, por la alta incidencia delictiva en todos los órdenes, a grado tal que la federación ha pretendido apoyar pero, Evodio no muestra mucha apertura para ello, pues certificaría que su gobierno no puede con el compromiso.
En ambos puertos las células del crimen organizado realizan todo tipo de actividades delictivas, pero incluye la extorción a negocios con cuotas mensuales.
Entre la jerga popular en Acapulco le llaman «la maña» a los extorsionadores en tanto en Veracruz, «la mano».
Los que por alguna causa se retrasan en esos pagos, reciben su castigo que puede llegar al asesinato como escarmiento para otros; no han sido pocos los negocios sobre todo pequeños, que han preferido cerrar, pues dicen, trabajan solo para la «cuota».
Sobre el particular no se sabe si eso se registra de alguna manera en Chiapas, entidad que se presume con altos niveles de seguridad, ambiente no libre de problemas delictivos que podríamos considerar normal aun la resonancia de algunos hechos como el de Chiapilla, municipio en el que lincharon recién a unos ladrones de autos, hasta matarlos, y de cuyas pesquisas no se sabe nada, aun la barbarie ejercida a mano propia por una turba que, debe pagar por su crimen, pues finalmente cayeron en peor delito que un ladrón de autos, y son más de temer de lo que lo eran los difuntos mismos.
Son unos asesinos.
Pero salvo esos eventos repito, de mucha resonancia mediática, no se conoce de altos niveles delictivos, ni de pleitos entre criminales por el control de zonas, que no sea abusos ciudadanos como el bloqueo de caminos o la toma de edificios públicos, más derivados de la inconformidad social a falta de apoyos paternalistas a los que estaban acostumbrados, y que reclaman ahora a sabiendas de que no hay varo suficiente en el gobierno del estado, al que ya le urge que se liberen las partidas para respirar con algo, en éste lapso de la cuesta de enero que acaba hasta marzo, y pueda que comprenda abril, en lo que ya es más de un año a bajo perfil por la caída en los precios de los hidrocarburos, lo que impacta en una entidad que, de paso, no genera valor agregado.
La verdad aun con los despidos masivos e ingratos por parte del gobierno estatal que, no contempló años de trabajo, justificando que eran trabajadores de confianza con quioenes acabó la relación laboral, muestra que el gobierno estatal como empleador es igual o peor que la iniciativa privada en esto de deslizar los derechos laborales dentro de la tan cacareada reforma de referencia impulsada por Peña, y ofrece una verdadera miseria de liquidaciones.
He ahí una muestra pequeña de una injusticia laboral, que puede continuar en la estrategia de adelgazar una nómina inflada en otro momento, a nombre del populismo practicado en sexenios anteriores, pero que se viene a integrar a los disgustos populares que hay en contra de la administración pública estatal.

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