Una revolución tecnológica que mata un arte

Foto: Domestika

Desde los Altos de Chiapas, artesanas alzan la voz ante un desafío que atenta contra su propia cultura. Las maquinas de coser computarizadas las están desplazando, pese a que las piezas que ellas producen son únicas e irremplazables

Aquínoticias Staff

En los Altos de Chiapas, el ancestral oficio de las artesanas indígenas enfrenta un desafío significativo: la competencia desleal de las máquinas de coser computarizadas. La comunidad artesanal, históricamente conocida por sus bordados a mano y en telar de cintura, está sufriendo las consecuencias económicas y sociales de un mercado cada vez más impulsado por la tecnología.

Rosa Bonifaz Díaz Ruíz Pérez, una joven artesana de 29 años originaria de la comunidad de Jech Chentic, en Zinacantán, expresa la preocupación compartida por muchas de sus compañeras. “Las máquinas computarizadas pueden producir hasta 100 piezas por semana, mientras que nosotras, con nuestras máquinas de coser tradicionales, solo logramos una pieza en el mismo tiempo”, explica. Su caso ilustra cómo las nuevas tecnologías han acelerado el proceso de producción textil, lo que amenaza la subsistencia de quienes dependen de los métodos manuales.

El impacto económico en las artesanas

El valor del trabajo manual ha disminuido drásticamente. Un bordado artesanal, que puede tardar hasta dos meses en completarse, cuesta entre $600 y $800 pesos, mientras que una prenda producida con una máquina computarizada se vende por tan solo $200 pesos. “Parece lo mismo, pero no es igual”, recalca Rosa. “Las prendas a mano son únicas, no se pueden reemplazar”.

Rosa es una de las líderes artesanas de su comunidad, donde cerca del 80% de las mujeres indígenas se dedican al bordado. Sin embargo, la falta de un mercado local y la necesidad de buscar exposiciones artesanales para vender sus productos exacerban su lucha por la supervivencia económica. “No hay comercialización dentro del municipio, así que tenemos que salir a buscar oportunidades”, añade.

La lucha social de las mujeres indígenas

La situación de las artesanas no solo es un desafío económico, sino también social. En Venustiano Carranza, María Concepción Jiménez Gómez, conocida como «Conchita», lidera un grupo de 22 mujeres artesanas de telar de cintura llamado “Artesanas Tselel”. Para estas mujeres, el bordado no es solo una técnica, sino una forma de resistir a las dinámicas sociales opresivas.

Conchita ha sido un ejemplo de fortaleza y determinación. En su lucha por promover el trabajo artesanal, tuvo que enfrentarse a la desintegración de su familia debido a los estigmas machistas de su comunidad. “No era bien visto que una mujer saliera de su casa, mucho menos a otro país”, narra, refiriéndose a su viaje a España. A pesar de la separación de su esposo, logró salir adelante junto a sus hijas, quienes también han continuado la tradición del telar de cintura.

“Las máquinas son una competencia en todos los sentidos”, afirma Conchita, destacando que sus prendas son hechas desde cero y que el trabajo manual lleva consigo una carga cultural y simbólica. Además de luchar por la valorización de su trabajo, estas mujeres enfrentan el machismo y las barreras sociales que limitan su autonomía.

Un llamado a la valoración del trabajo artesanal

Tanto Rosa como Conchita coinciden en que es necesario que los consumidores aprendan a valorar las prendas artesanales. “Mi trabajo en las exposiciones es explicar cómo se hacen las prendas a mano, para que las personas entiendan que no es lo mismo que una máquina”, enfatiza Rosa.

El contexto social y económico de las artesanas indígenas de Chiapas es complejo y está marcado por una lucha constante por mantener vivas sus tradiciones en un mercado globalizado. A pesar de las dificultades, líderes como Rosa y Conchita continúan resistiendo, no solo para preservar su arte, sino para desafiar las normas sociales que históricamente han marginado a las mujeres indígenas.

Mientras la tecnología avanza, las comunidades artesanales de Chiapas enfrentan el reto de equilibrar la modernidad con la preservación de sus tradiciones. La esperanza reside en que los consumidores valoren el esfuerzo, la dedicación y la historia que cada prenda artesanal lleva consigo.

Con información de Diario del Sur

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