70 años del sufragio femenino en México: las cuentas pendientes

Por Sandra de los Santos

Este 17 de octubre, en el marco del 70 aniversario del voto femenino en México, presentamos el libro “Temáticas sobre la violencia contra las mujeres en México y las posibilidades de reformulación educativa, de lo público a lo privado”, el cual fue editado por la Universidad Autónoma de México (UNAM). En esta edición colaboramos con un artículo, el cual aborda la violencia política por razón de género.

En la presentación del libro participamos como panelitas: la consejera presidenta, Magdalena Vila Domínguez; las consejeras, Sofia Martínez de Castro y Gloria Esther Méndoza Ledesma; Eduardo Torres Alonso, coautor del libro y una servidora.

No es mi intención hablar en este texto sobre el libro, que pueden consultarlo en línea, sino del aniversario del voto femenino en México, y lo lamentable de que muy pocas instituciones se acordaron de la fecha.

A diferencia de los hombres, las mujeres no nacimos con el derecho al voto. Tuvimos que luchar, y lo seguimos haciendo. Los argumentos que se usaron para negar el sufragio a las mujeres después de la revolución mexicana permanecieron hasta mediados del siglo pasado y hasta ahora se continúa usando para evitar la participación política de las mujeres: “No están preparadas”, “no están organizadas”, “no les interesa”, “le darán el triunfo a la derecha”.

La participación de las mujeres durante la revolución mexicana como soldaderas, enfermeras, correo, como sostén de la economía familiar fue fundamental. No eran pocas las que creían que la revolución les haría justicia y se les otorgaría el derecho al voto, pero no fue así.

A finales de 1916, Hermila Galindo, quien fue una gran activista por los derechos políticos de las mujeres, envió al constituyente un escrito en el que solicitó el reconocimiento del derecho al sufragio de las mujeres, pero su demanda no fue atendida. Al redactarse la Constitución de 1917 no se otorgó el voto femenino argumentando que eran ellas las que no tenían interés en participar en asuntos públicos. Algo parecido escuché decir a una legisladora cuando en Chiapas se intentó por primera vez implementar las cuotas de género.

La redacción del artículo 34 de la Constitución quedó en masculino: “Son ciudadanos de la República todos lo que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan además los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años siendo casado y 21 si no lo son y II. Tener un modo honesto de vivir”.

Sin embargo, el hecho de que el masculino se usaba como genérico y no de forma exclusiva para varones hizo que Hermila Galindo se postulara como candidata a diputada en 1918, y a pesar de que se dijo que había obtenido la mayoría de los votos, el Colegio Electoral no se lo reconoció. Ella sabía que eso sucedería, pero su estrategia de participar era una forma de evidenciar un sistema injusto que dejaba afuera a la mitad de la población en México. Ya ven que el lenguaje con perspectiva de género sí importa.

A lo largo de la historia las mujeres, conscientes que quedarán fuera, conscientes de que van a una guerra con fusiles de palo, entran a participar en los procesos electorales como lo hizo Hermila Galindo; saben que sus candidaturas son testimoniales, pero también necesarias.

En 1935 se formó el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), el cual llegó a contar con 50 mil mujeres afiliadas. Hubo mujeres de diferentes profesiones y tendencias: intelectuales, profesionistas -maestras sobre todo-, obreras, mujeres pertenecientes a diversos sindicatos y partidos políticos y veteranas de la revolución, que tenían como principal objetivo luchar por el derecho al voto para las mujeres.

         En 1937, el entonces presidente Lázaro Cárdenas hizo una declaración a favor del sufragio femenino. En el discurso el presidente parecía tener la intención de otorgar el derecho al voto a las mujeres, pero en la práctica lo que hizo fue desarticular el movimiento de las mujeres al impulsarlas a que se afiliarán a su partido. Su demanda quedó postergada y ellas como parte de grupos filiales al partido oficial que no tenía como objetivo demandar el derecho al voto femenino

         Durante la campaña de Miguel Alemán, las mujeres organizaron un mitin en la Arena México en apoyo a su candidatura, pero también le pidieron que se reconociera su derecho al voto.

 En 1952, en una asamblea femenil organizada en la capital del país, a la cual asistieron más de 20 mil mujeres, el entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines se comprometió a otorgar la ciudadanía plena a las mexicanas. El 17 de octubre de 1953 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma al artículo 34 de la Constitución Política, que otorgó el derecho al voto a las mujeres. El 3 de julio de 1955 las mexicanas pudieron emitir su sufragio por primera vez en las elecciones federales.

A pesar de que algunas veces se dio de manera desarticulada todo el tiempo hubo un movimiento de mujeres para luchar por que se reconocieran sus derechos políticos como ciudadanas. Es algo que sigue vigente.

Quise hacerles este recuento histórico porque la historia nos da lecciones, nos enseña que se mueve en espiral, que podemos aprender del pasado, que vale mucho la pena seguir en este camino. La historia del sufragio femenino en Chiapas es también bien interesante, pero esa se las cuento en otra ocasión.

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